Me gusta visitar pueblos poco conocidos, sobre todo, en mis vacaciones familiares. Con este tipo de visitas le damos a las niñas la oportunidad de conocer sitios que no salen en las guías turísticas más de moda. Fue así como organizamos un viaje a Ayllón, aprovechando que teníamos que ir por una boda. Ayllón, un encantador pueblo de la provincia de Segovia, es un lugar que sin duda merece la pena visitar. Mi marido y yo tuvimos la oportunidad de conocer este hermoso rincón de Castilla y León durante la boda de una prima suya, y quedamos maravillados por su belleza y encanto.
La historia de Ayllón se remonta a la época medieval, cuando fue fundado como un importante enclave defensivo. La gente entonces tenía miedo. Por eso rodeaban sus casas de murallas con grandes piedras. Su casco antiguo conserva un gran número de monumentos históricos que dan cuenta de su pasado glorioso, como la iglesia de San Miguel, el castillo de los Contreras o la plaza Mayor, donde se encuentra el ayuntamiento. Pasear por sus calles empedradas es como retroceder en el tiempo y sumergirse en la historia de este pintoresco pueblo con mucho encanto para el visitante.
En cuanto a lugares de interés, no podemos dejar de mencionar la impresionante muralla que rodea el casco antiguo, desde donde se puede disfrutar de unas vistas espectaculares del paisaje circundante. También merece la pena visitar el convento de Santa Ana, un edificio renacentista que alberga una interesante colección de arte sacro. Vimos algún cuadro de Cristo que metía miedo. Siempre me dieron miedito las imágenes del crucificado más famoso. ¿Cuándo dejarán de representar a Jesús de Nazaret como a un moribundo en su cruz?...
Pero volvamos a nuestras vacaciones familiares en Ayllón. Nosotros tuvimos tiempo para disfrutar sus bares y restaurantes. Ayllón cuenta con una variada oferta gastronómica donde se pueden degustar platos típicos de la zona, como el cordero asado o las judías del Barco. Entre los establecimientos más destacados se encuentran el restaurante El Fogón Sefardí, especializado en cocina tradicional castellana, y La Taberna del Fraile, un acogedor local donde disfrutar de tapas y vinos.
Para aquellos que buscan relajarse en contacto con la naturaleza, Ayllón ofrece varias zonas verdes ideales para dar un paseo o simplemente descansar. El parque municipal es un lugar perfecto para disfrutar de un picnic en familia o practicar deporte al aire libre. Mi marido se resistía al plan del picnic. Le dije que sí o sí. Yo no gastaba más en bares.
En cuanto a fiestas y eventos, Ayllón celebra diversas festividades a lo largo del año que reflejan su rica tradición cultural. Destacan las fiestas patronales en honor a San Miguel Arcángel, que tienen lugar en septiembre y cuentan con actividades para todas las edades. Hacen que te sientas integrada en la fiesta.
Respecto al clima, Ayllón disfruta de un clima mediterráneo continental con inviernos fríos y veranos calurosos. Durante nuestra visita en primavera pudimos disfrutar de temperaturas suaves y días soleados que hicieron aún más agradable nuestra estancia en este encantador pueblo. El buen tiempo anima mucho a una, sobre todo cuando estás de viaje.
En definitiva, Ayllón es un destino perfecto para aquellos que buscan desconectar del bullicio de la ciudad y sumergirse en la tranquilidad y belleza del campo castellano. Sus monumentos históricos, su exquisita gastronomía y su entorno natural hacen de este pueblo un lugar único que merece ser descubierto.
Por todo ello, mi marido y yo recomendamos encarecidamente visitar Ayllón y dejarse seducir por su encanto medieval y su ambiente acogedor. Sin duda, es un destino ideal para una escapada romántica o unas vacaciones en familia lejos del mundanal ruido.
Espero volver pronto. Ayllón es uno de los pueblos que tengo en agenda para una nueva visita con mis hijas. Seguro que les encanta. Les enseñamos las fotos y nos hicieron miles de preguntas. Lo que más les interesó fue la muralla. Mis hijas tienen debilidad por los pueblos y ciudades que conservan sus murallas. Las entiendo porque a mí me pasa lo mismo. Un pueblo amurallado es siempre más bonito que un pueblo sin amurallar.
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