Don José regresó tras sus días de ausencia por asuntos personales. A juzgar por su bronceado, el motivo de su ausencia fueron unas vacaciones en la playa. ¿Se habrá casado? Sigue luciendo la alianza de oro que lucía hace una semana, pero las alianzas no significan nada. Yo misma llevo una y no estoy casada.
-Están cayendo las ventas, chicas.
-Es por la competencia del nuevo supermercado, don José -dice Dianita con cara de no haberse zampado un bollo robado en su vida -.Tienen todos los productos de oferta.
Nuestro encargado decide no ser menos. Empieza a pegar carteles de tres por dos en todos los anaqueles. En el escaparate pone el letrero más grande.
Los clientes regresan. Se forman las colas más grandes que yo había visto en un supermercado. Hasta don José tiene que ponerse a cobrar.
Aprovecho el momento para ir al servicio. Dianita me mira furiosa.
-Ésa es anoréxica: come y vomita -oigo que le dice a los clientes.
-Las que vomitan son bulímicas, querida -comenta una señora experta en trastornos alimenticios.
Mi trastorno es el quebradero de cabeza que me produce la caja fuerte cerrada a cal y canto. Esta vez pruebo la combinación del Día del Orgullo Gay: 30-6-1950. La puertecilla se abre y yo quedo sin respiración. La recupero cuando oigo unos pasos que se acercan. Cierro las puertas con tan mala suerte que rompo una uña.
-Regresa a la caja. Ahora me toca a mí mear.
-Se dice ir al servicio.
Dianita entra en el baño con un paquete de bollería industrial. El colesterol todavía no le preocupa.
-¡Esta chica está herida! -grita una ancianita cuando me siento en la caja nº3-. Hay que curarle esa mano. ¿Dónde tienen aquí el botiquín?
Me dejo acompañar a la trastienda por la buena mujer. Don José llama por megáfono a Diana. Yo no puedo trabajar con una uña chorreando sangre roja.
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