Estuve tomando una tila con Cameron en su preciosa casa de Hollywood. Ella tomaba té frío con hielo porque la tila no le gusta nada. Me dijo un día que no le llevara más bolsitas de tila porque le calmaban los nervios y ella es una mujer a la que le gusta tener los nervios excitados. Ayer me confesó que le gusta una barbaridad Jason Segel.
-¿Tiene dinero? -le pregunté.
-Trabajo no le falta -me contestó-. Creo que hasta ahorra algunos dólares porque últimamente le están pagando muy bien sus interpretaciones.
-Es mejor que busques un empresario. Los hombres con pasta tienen empresas de capital riesgo como mi Carlos.
-Estoy locamente enamorada de Jason, Miss. ¿Sabes lo que es que tu corazón empieza a bailarte en pecho cuando ves a un hombre?
El amor te hace perder la cabeza, pienso mientras escucho como mi amiga Cameron me cuenta sus apasionadas noches con Jason Segel. Nada tengo que envidiarle. Mi Carlos también es muy apasionado. La última hicimos el amor encima de un tractor. Fue en la casa de su abuela, en una aldea que queda cerca de Vigo. Creo que ningún vecino se enteró porque cantaban los gallos y no se oían nuestros ruidos.
Cameron Díaz me invitó a llevar a mi Carlos a una cena con su nuevo amor. No creo que mi Carlos quiera venir porque dice que mis amigos de Hollywood le piden dinero al saber que es prestamista y a mi Carlos no le gusta prestarle dinero a los actores; prefiere prestarle dinero a los políticos. A Bush, el de la Guerra del Golfo, le prestó unos cuantos millones de euros para reformar su rancho de Texas hace unos años.
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