El Hotel Caleta Palace, Platja d'Aro, tiene una ubicación excelente, justo enfrente de la Cala Rovira, pero sus instalaciones son totalmente obsoletas. Este hotel de 150 habitaciones repartidas en cinco plantas necesita una buena reforma.
Yo ya vi que el hotel dejaba bastante que desear cuando cogimos uno de los tres ascensores que hay en el hall. Le dimos a un piso y nos llevó a otro. Lo mismo hacían los otros ascensores, tal como pude comprobar durante los tres días que estuvimos alojados en este hotel. Encima los hoteles estaban más solicitados que las rosquillas en una verbena. Muchas veces pasé del ascensor y bajé por las escaleras arrastrando a mis dos niñas.
Lo que tienen muy bien organizada es la recepción. Las recepcionistas tienen una banderita en la solapa del uniforme indicando los idiomas que hablan. Así los turistas extranjeros saben qué empleada lo atiende en su idioma.
Nos dieron una habitación luminosa, con suelos de terrazo y armario con espejos en las puertas. El armario era grande, pero se veía viejo. Lo mismo puedo decir de los colchones. El de la cama de las niñas se veía con manchas de pi pí. Casi me muero del asco. Llamé a recepción y les hice cambiar el colchón. Mis hijas no dormían en aquel colchón ni muertas de sueño. Antes nos metíamos los cuatro en la cama de matrimonio.
También les pedí que nos cambiaran el televisor, pero no lo hicieron. Nos dijeron que todos los televisores eran iguales, es decir, viejos a más no poder. Mi marido se quedó sin ver el fútbol. encima nos querían 10 euros de depósito por un mando a distancia. Les dije que ni hablar.
Tampoco cogimos nada del mini bar. Todo tenía unos precios elevadísimos. Decidimos comprar aguas y refrescos en un supermercado que quedaba cerca del hotel.
No os recomiendo el Caleta Palace. Hay hoteles mejores en la zona. Este hotel se ha quedado obsoleto. No sé ni como tiene gente. Lo peor fue el desayuno. Cuando vi que los yogures eran como a granel, no envasados de manera individual, cogí a mis niñas por la mano y nos fuimos a desayunar a una cafetería fuera. Mi marido quedó comiendo salchichas y otros embutidos con un café que olía a café de máquina de oficina. Me dijo que hasta había probado unas judías que servían en platitos como si de un tapeo se tratase.
Yo ya vi que el hotel dejaba bastante que desear cuando cogimos uno de los tres ascensores que hay en el hall. Le dimos a un piso y nos llevó a otro. Lo mismo hacían los otros ascensores, tal como pude comprobar durante los tres días que estuvimos alojados en este hotel. Encima los hoteles estaban más solicitados que las rosquillas en una verbena. Muchas veces pasé del ascensor y bajé por las escaleras arrastrando a mis dos niñas.
Lo que tienen muy bien organizada es la recepción. Las recepcionistas tienen una banderita en la solapa del uniforme indicando los idiomas que hablan. Así los turistas extranjeros saben qué empleada lo atiende en su idioma.
Nos dieron una habitación luminosa, con suelos de terrazo y armario con espejos en las puertas. El armario era grande, pero se veía viejo. Lo mismo puedo decir de los colchones. El de la cama de las niñas se veía con manchas de pi pí. Casi me muero del asco. Llamé a recepción y les hice cambiar el colchón. Mis hijas no dormían en aquel colchón ni muertas de sueño. Antes nos metíamos los cuatro en la cama de matrimonio.
También les pedí que nos cambiaran el televisor, pero no lo hicieron. Nos dijeron que todos los televisores eran iguales, es decir, viejos a más no poder. Mi marido se quedó sin ver el fútbol. encima nos querían 10 euros de depósito por un mando a distancia. Les dije que ni hablar.
Tampoco cogimos nada del mini bar. Todo tenía unos precios elevadísimos. Decidimos comprar aguas y refrescos en un supermercado que quedaba cerca del hotel.
No os recomiendo el Caleta Palace. Hay hoteles mejores en la zona. Este hotel se ha quedado obsoleto. No sé ni como tiene gente. Lo peor fue el desayuno. Cuando vi que los yogures eran como a granel, no envasados de manera individual, cogí a mis niñas por la mano y nos fuimos a desayunar a una cafetería fuera. Mi marido quedó comiendo salchichas y otros embutidos con un café que olía a café de máquina de oficina. Me dijo que hasta había probado unas judías que servían en platitos como si de un tapeo se tratase.