El NH Príncipe de la Paz, Aranjuez, es un hotel de cuatro estrellas muy discreto. No es lujoso, pero resulta cómodo, sobre todo cuando te alojas tú sola en una de sus amplias habitaciones. Me sentí como en casa cuando era una chica soltera.
Me gusta su ubicación. Sales del hotel y te metes en las bonitas calles del casco histórico de Aranjuez. Muy cerca te queda el Palacio Real. Estamos en la Plaza de Parejas, una plaza que albergó durante muchos años el Ferial de Aranjuez, una feria que le gustaba mucho a mi suegra.
Me dieron una habitación con vistas al Palacio Real. Era tranquila, pero su decoración no parecía de un hotel de cuatro estrellas. Me pareció demasiado sencilla. Las paredes eran de color salmón y no tenían ningún cuadro, unos cortinones marrones subrayaban el estilo clásico simplón, los suelos eran de tarima de madera. Había un buen televisor sobre un escritorio. Ah... ¡y las almohadas! Tenían una carta de almohadas tan amplia que aburría.
El desayuno fue un buffet con zumos, bollería industrial, pan, fiambres, yogures..., pero todo en cantidades reducidas. Salí con hambre. Encima los camareros me miraban como si les fuera a comer yo sola todo lo que había.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar este hotel. Lo mejor es su ubicación y lo limpio que lo tienen todo. Lo peor es lo cutres que son con los desayunos. A mí me gusta la abundancia, no los bollos contados.
Tampoco me gustó el cuarto de baño de mi habitación. Tenía una bañera de otros tiempos, un lavabo que había conocido tiempos mejores, una toalla algo vieja que no usé y unos azulejos color crema que me ponían de los nervios. El cuarto de baño necesitaba una reforma. Menos mal que lo tenían limpio. La toalla vieja desapareció cuando les dije que quería toallas nuevas.
Me gusta su ubicación. Sales del hotel y te metes en las bonitas calles del casco histórico de Aranjuez. Muy cerca te queda el Palacio Real. Estamos en la Plaza de Parejas, una plaza que albergó durante muchos años el Ferial de Aranjuez, una feria que le gustaba mucho a mi suegra.
Me dieron una habitación con vistas al Palacio Real. Era tranquila, pero su decoración no parecía de un hotel de cuatro estrellas. Me pareció demasiado sencilla. Las paredes eran de color salmón y no tenían ningún cuadro, unos cortinones marrones subrayaban el estilo clásico simplón, los suelos eran de tarima de madera. Había un buen televisor sobre un escritorio. Ah... ¡y las almohadas! Tenían una carta de almohadas tan amplia que aburría.
El desayuno fue un buffet con zumos, bollería industrial, pan, fiambres, yogures..., pero todo en cantidades reducidas. Salí con hambre. Encima los camareros me miraban como si les fuera a comer yo sola todo lo que había.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar este hotel. Lo mejor es su ubicación y lo limpio que lo tienen todo. Lo peor es lo cutres que son con los desayunos. A mí me gusta la abundancia, no los bollos contados.
Tampoco me gustó el cuarto de baño de mi habitación. Tenía una bañera de otros tiempos, un lavabo que había conocido tiempos mejores, una toalla algo vieja que no usé y unos azulejos color crema que me ponían de los nervios. El cuarto de baño necesitaba una reforma. Menos mal que lo tenían limpio. La toalla vieja desapareció cuando les dije que quería toallas nuevas.
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