He ido con mi marido
y con mis preciosas hijas
al Parador de Soria
donde recuerdas a Machado
leyendo sus poesías
en paredes recién pintadas
de blanco y amarillo.
Navegamos por el Duero
en una canoa grande,
hicimos un senderismo
por caminos y parajes
tan verdes como el té
que te venden en Birmania.
Comimos sopa de ajo,
alubias y migas blandas,
un asado de cordero
tan rico como el pavo.
La habitación no era
antigua como esperaba
sino un cuarto chulo
para una mujer moderna.
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