Descubrimos Gordes en un viaje romántico por la Costa Azul. Fue el año siguiente a la pandemia. Teníamos ciertos temores a las vacaciones en hoteles y nos fuimos en una furgoneta camperizada como dos adolescentes.
Gordes es un municipio francés, situado en el departamento de Vaucluse. Pertenece a la región Provenza-Alpes-Costa Azul. Afortunadamente, todavía no lo ha echado a perder la emigración masiva.
Mi marido decía que su buen nivel de conservación se debe a que es un pueblo que sube por una colina. Es decir, es de esos pueblos muy bonitos para los turistas y menos bonitos para los vecinos que tienen que subir y bajar cuestas todos los días.
Las calles de Gordes están adoquinadas. Me alegré de llevar calzado cómodo porque, de ir con zapatos de tacón, hubiera acabado con los pies demasiado cansados por la caminata.
Nosotros empezamos el recorrido subiendo hasta el castillo. Es una edificación medieval que data del siglo XI. Se le notan posteriores retoques. Así tiene una fachada muy de castillo y otra fachada más de palacio.
El castillo está rodeado por un coqueto jardín que salpica de verdor las construcciones. Me hubiera gustado tener más tiempo para no tener que ir tan a correr como fuimos. Mi marido quería ver todo el pueblo en una mañana. Lo consiguió porque dejamos la furgoneta en el camping y no perdimos el tiempo comiendo en restaurantes. Tiramos de bocadillo para ahorrar.
Nuestra siguiente parada fue la iglesia del pueblo. Es la iglesia de San Fermín, con capillas dedicadas a los herreros, cerrajeros y zapateros. Se ve que en este pueblo se practicaba una religión católica muy de gente trabajadora.
La iglesia es de estilo románico tardío, pero tiene más del barroco como consecuencia de una posterior remodelación en el siglo XVIII. La tienen muy bien cuidada, igual que el castillo.
Vistos estos principales monumentos poco más hay que ver. Si no vas sobrada de tiempo, solo te queda pasear por las calles empedradas del pueblo que suben y bajan por una montaña con pendientes importantes en algunas zonas.
Después de visitar estos dos sitios principales, a nosotros todavía nos quedó tiempo para acercarnos a Moulin des Bouillons, considerado el molino de aceite más antiguo del mundo y uno de los iconos de Gordes. Me pareció pequeño. Tampoco necesitaban un molino grande porque no habría mucha gente en aquel entonces por la zona.
Finalizamos nuestra visita en la Abadía de Sénanque, situada entre bonitos campos de lavanda. Data del siglo XII. Está habitada por una comunidad de monjes cistercienses que producen miel, aceites esenciales y licor. Mi marido les compró varias botellas de licor.
Gordes es un municipio francés, situado en el departamento de Vaucluse. Pertenece a la región Provenza-Alpes-Costa Azul. Afortunadamente, todavía no lo ha echado a perder la emigración masiva.
Mi marido decía que su buen nivel de conservación se debe a que es un pueblo que sube por una colina. Es decir, es de esos pueblos muy bonitos para los turistas y menos bonitos para los vecinos que tienen que subir y bajar cuestas todos los días.
Las calles de Gordes están adoquinadas. Me alegré de llevar calzado cómodo porque, de ir con zapatos de tacón, hubiera acabado con los pies demasiado cansados por la caminata.
Nosotros empezamos el recorrido subiendo hasta el castillo. Es una edificación medieval que data del siglo XI. Se le notan posteriores retoques. Así tiene una fachada muy de castillo y otra fachada más de palacio.
El castillo está rodeado por un coqueto jardín que salpica de verdor las construcciones. Me hubiera gustado tener más tiempo para no tener que ir tan a correr como fuimos. Mi marido quería ver todo el pueblo en una mañana. Lo consiguió porque dejamos la furgoneta en el camping y no perdimos el tiempo comiendo en restaurantes. Tiramos de bocadillo para ahorrar.
Nuestra siguiente parada fue la iglesia del pueblo. Es la iglesia de San Fermín, con capillas dedicadas a los herreros, cerrajeros y zapateros. Se ve que en este pueblo se practicaba una religión católica muy de gente trabajadora.
La iglesia es de estilo románico tardío, pero tiene más del barroco como consecuencia de una posterior remodelación en el siglo XVIII. La tienen muy bien cuidada, igual que el castillo.
Vistos estos principales monumentos poco más hay que ver. Si no vas sobrada de tiempo, solo te queda pasear por las calles empedradas del pueblo que suben y bajan por una montaña con pendientes importantes en algunas zonas.
Después de visitar estos dos sitios principales, a nosotros todavía nos quedó tiempo para acercarnos a Moulin des Bouillons, considerado el molino de aceite más antiguo del mundo y uno de los iconos de Gordes. Me pareció pequeño. Tampoco necesitaban un molino grande porque no habría mucha gente en aquel entonces por la zona.
Finalizamos nuestra visita en la Abadía de Sénanque, situada entre bonitos campos de lavanda. Data del siglo XII. Está habitada por una comunidad de monjes cistercienses que producen miel, aceites esenciales y licor. Mi marido les compró varias botellas de licor.
Os recomiendo visitar Gordes. Es, sin duda, uno de los pueblos más bonitos de la Provenza francesa. Espero volver por allí con las niñas. Las vistas desde las alturas del pueblo son tan maravillosas que pudimos hacernos unas fotos de postal. Mis hijas decían que querían ir cuando les enseñamos las fotografías.
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