Friday, May 25, 2007

Cenando sola

 
  Antes de llegar a la redacción de la revista "Miss", nos enteramos de que Mencía Calderón llegara al Mar de Plata con cincuenta mujeres, una vez pagados los rescates en África y tras sufrir dos años de cárcel en Brasil por denunciar el tráfico de esclavos de los portugueses.
 
 -Ahora que te aguante tu madre, Pablito.
 -Espere, profe Sophia.
 
 Llamé al quinto derecha. Parecía que había que esperar.
 -Sube, Sophia -me dijo Mara por el telefonillo.
 -¿Está Marta?
 -No, querida.
 
 ¿Qué iba a hacer con Pablito? Llevárselo a la jefa.
 
 Mara estaba mirando la ropa de la siguiente sesión fotográfica.
 
 -Vienes llovida del cielo. Acaba de llegar Gregorio, y podemos hacer ahora el reportaje de Prada.
 -Imposible. Tengo cena de velitas con mi chico. Te dejo este niño traviesto que se coló en nuestro coche y me voy.
 
 Cuando llegué al portal aún oía los gritos de Mara. ¡Pobre jefa! La compadecí.
 
 Carlos estaba hablador. Los hombres felices son encantadores: te cuentan su vida y te prometen el universo.
 
 -¿Sabes que somos gacela?
 -Ahora me entero. ¿Cuánto facturasteis?
 -Yo miro los beneficios netos, Sophia. Cerramos con mil millones de euros limpios de polvo y paja.
 
 Antes de que pudiera pasar los euros a pesetas para enterarme de la cifra, sonó el móvil de Carlos. Era su socio. Mi chico le decía "ahora voy". Lo abracé como un naufrago abraza la tabla de su salvación.
 
 -Tú no me dejas.
 -Comportate, Sophia. Tenemos que aplazar la cena. Ha muerto la madre de Alberto.
 
 Miré los langostinos con pena. No, yo aquella mariscada no me la perdía. Le dije a mi chico que pagara la cuenta. Yo comería la fabulosa cena sola.
 



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