Wednesday, November 21, 2007

El fantasma, 8

Cenamos la tortilla de patatas más quemada que comí en mi vida. Margot como cocinera aún es más desastrosa que yo. El gato comió su ración de tortilla quemada sin protestar.

-¿Vas a quedarte con este bicho, Margot?
-Habla con propiedad, niña. Un gato no es un bicho.
-Yo no soy una niña, soy una mujer.
-¿Dónde la conociste, hijo?
-Se apagó la luz! -chillé.
-Serás tonta... ¿Hay velas, hijo?

Carlos encendió un candelabro del salón con el mechero que le regalé por su cumpleaños. Mi cuerpo predecía más paranormalidades. No me equivoqué. Nada más acercar el candelabro a la cocina las alacenas se incendiaron.

-¿Esta casa está embrujada!
-Tú sí que estás embrujada -farfulló Margot. Fue a la habitación más próxima y regresó con una manta.
-¿Vas a hacer señales de humo, Margot?
-Hijo, saca a esta mujer de mi vista.
-Mamá, ¿qué vas a hacer?

Margot empezó a pegarle a las llamas con la manta doblada. Yo quería gritar ¡socorro!, pero no podía. El incendio era insofocable. Abrí la nevera a ver si con el frío bajaba la temperatura y se extinguía solo. Las llamas cesaron cuando cayó la gran lámpara de cristales del salón.

-¿Veis como esta casa está embrujada? -les dije.
-La embrujaste tú como también has embrujado a mi único hijo varón.

El gato vuelve a maullar como un condenado.

-Es tu padre, Margot. Se ha reencarnado en este gato. Mira como enseña los dientes.

Margot se deja caer de rodillas con la mirada perdida. Creo que vive una experiencia íntima con el más allá.

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