Cuando mi marido me dijo que había reservado un hotel con encanto en Guipúzcoa para un fin de semana romántico, no me alegré mucho. Pensé que estaría en una aldea remota. No es el caso. El Jauregia Iriarte Hotel en Guipúzcoa queda a unos 25 minutos en coche de San Sebastián.
Por lo demás era lo que esperaba: un pequeño hotel en un paraje excepcional. Es ideal para los amantes de la naturaleza. Yo, en cambio, no aguantaba en este hotel una semana ni loca. Soy muy urbanita. Me gusta salir del hotel y pisar acera.
No te pierdes a la hora de llegar al hotel. Se accede por una carretera estrecha bien asfaltada y con todas las señalizaciones precisas para no andar dando vueltas.
El edificio es un caserón antiguo, bien conservado, en medio de unos jardines maravillosos. Lo tienen todo muy bien cuidado.
Dentro sólo encuentras silencio y tranquilidad. Es un sitio ideal para apartarte del mundanal ruido durante dos o tres días. Hasta el personal contribuye al clima de sosiego que hay en el hotel siendo tremendamente discretos.
La decoración es muy de casona de campo. Entras y te encuentras en la planta baja con una especie de biblioteca con sillones donde puedes leer tranquilamente sin que nadie te moleste. También en esta planta baja está el bar. En el bar tienen a disposición de los clientes la prensa del día.
Nuestra habitación era enorme, con suelos de madera, una cama de matrimonio muy cómoda, un montón de almohadas. También fueron generosos con el kit de aseo. No tuve que usar casi nada de lo que llevaba yo en el neceser.
Me gustó que hubiera una tetera en la habitación. Yo tomo mucha tila y, al tener una tetera a mi disposición, pude prepararla yo sin necesidad de bajar al bar ni pedir que me subieran una.
La conexión wi-fi iba a las mil maravillas. Por cierto, no nos cobraron extra por ella. El televisor era un televisor de plasma bastante aceptable.
Lo que no me gustó fue la insonorización. Se oían los ruidos de las habitaciones contiguas. Los baños, por ejemplo, era lo que peor tenían insonorizado. Es muy molesto escuchar ruidos de como se ducha la gente.
Nos quedamos a comer y a cenar en el restaurante del Jauregia Iriarte Hotel en Guipúzcoa. Vale la pena. Te ofrecen unos chuletones que están muy buenos y no salen nada caros. También había servicio de snack-bar.
Nosotros quedamos contentos con la atención recibida. El personal era muy profesional. Sólo había que mirar lo limpio que tenían el hotel para comprobar su buen hacer. El cuarto de baño, por ejemplo, estaba impoluto. Te cambian las toallas todos los días. Lo mismo puedo decir de las sábanas de la cama. No hacía falta llamarles la atención. Todos los días tenías la cama hecha con sábanas limpias.
La decoración es bastante rústica, tal vez incluso demasiado. Nuestra habitación tenía las pareces de piedra descubierta, cosa que me llamó la atención. Veías mucha madera por todas partes: en suelos, en techos, vigas de madera sin tapar. A mí la decoración rústica no me va mucho, pero reconozco que al Jauregia Iriarte Hotel en Guipúzcoa le proporciona mucho encanto.
Por lo demás era lo que esperaba: un pequeño hotel en un paraje excepcional. Es ideal para los amantes de la naturaleza. Yo, en cambio, no aguantaba en este hotel una semana ni loca. Soy muy urbanita. Me gusta salir del hotel y pisar acera.
No te pierdes a la hora de llegar al hotel. Se accede por una carretera estrecha bien asfaltada y con todas las señalizaciones precisas para no andar dando vueltas.
El edificio es un caserón antiguo, bien conservado, en medio de unos jardines maravillosos. Lo tienen todo muy bien cuidado.
Dentro sólo encuentras silencio y tranquilidad. Es un sitio ideal para apartarte del mundanal ruido durante dos o tres días. Hasta el personal contribuye al clima de sosiego que hay en el hotel siendo tremendamente discretos.
La decoración es muy de casona de campo. Entras y te encuentras en la planta baja con una especie de biblioteca con sillones donde puedes leer tranquilamente sin que nadie te moleste. También en esta planta baja está el bar. En el bar tienen a disposición de los clientes la prensa del día.
Nuestra habitación era enorme, con suelos de madera, una cama de matrimonio muy cómoda, un montón de almohadas. También fueron generosos con el kit de aseo. No tuve que usar casi nada de lo que llevaba yo en el neceser.
Me gustó que hubiera una tetera en la habitación. Yo tomo mucha tila y, al tener una tetera a mi disposición, pude prepararla yo sin necesidad de bajar al bar ni pedir que me subieran una.
La conexión wi-fi iba a las mil maravillas. Por cierto, no nos cobraron extra por ella. El televisor era un televisor de plasma bastante aceptable.
Lo que no me gustó fue la insonorización. Se oían los ruidos de las habitaciones contiguas. Los baños, por ejemplo, era lo que peor tenían insonorizado. Es muy molesto escuchar ruidos de como se ducha la gente.
Nos quedamos a comer y a cenar en el restaurante del Jauregia Iriarte Hotel en Guipúzcoa. Vale la pena. Te ofrecen unos chuletones que están muy buenos y no salen nada caros. También había servicio de snack-bar.
Nosotros quedamos contentos con la atención recibida. El personal era muy profesional. Sólo había que mirar lo limpio que tenían el hotel para comprobar su buen hacer. El cuarto de baño, por ejemplo, estaba impoluto. Te cambian las toallas todos los días. Lo mismo puedo decir de las sábanas de la cama. No hacía falta llamarles la atención. Todos los días tenías la cama hecha con sábanas limpias.
La decoración es bastante rústica, tal vez incluso demasiado. Nuestra habitación tenía las pareces de piedra descubierta, cosa que me llamó la atención. Veías mucha madera por todas partes: en suelos, en techos, vigas de madera sin tapar. A mí la decoración rústica no me va mucho, pero reconozco que al Jauregia Iriarte Hotel en Guipúzcoa le proporciona mucho encanto.
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