Saturday, October 10, 2015

Con mi marido en el circo de casa

Estoy enamorada, querido, no sé si te lo he dicho. Soy de esas mujeres florero que miran a su santo, piensan en su cartera y se sienten afortunadas y enamoradas. Además, tenemos dos herederas para su fortuna. Su herencia no quedará para Hacienda.

 No me consideres frívola, querido. Soy una mujer seria. Yo abrazo a mi marido como la leona viral abraza a su cuidador. Mi marido también es mi cuidador. Me mima. No puedes imaginar las joyas que me regala. El otro día vino con un medallón de la Virgen de las Angustias rodeado de diamantes. Es muy religioso.

 Le conté lo de la leona y se emocionó. Me preguntó si quería un león para el jardín. Lo podríamos meter en la caseta de las herramientas que ahora está ocupando el perro, un can horrible que vino de Siberia reventado de tirar por los trineos de los rusos que nunca fueron comunistas. Le dije que ni hablar. Él es mi león.

 Imagina como acabó el abrazo. Sí, donde estás pensando. Nuestra cama es el mueble de la casa que más habitamos. Antes lo hacíamos en el suelo, sobre la alfombra, pero es más cómoda la cama. Me encanta tirar a mi santo esposo del colchón a la moqueta y tirarme yo encima. 

 No sigo contándote nuestras cosas. Es mejor que me olvides, querido. Lo nuestro ha sido algo así como un amor platónico. Pero, creo que podría abrazarte, darte un abrazo como el de la leona viral. Seguro que te emocionabas tanto como se emocionó su cuidador.

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