Yo no soy nada de turismo monumental y mucho menos cuando esos monumentos son iglesias y catedrales, pero de vez en cuando visito esos sitios que tanto gustan a mi marido. La última catedral que visitamos fue la Catedral de Granada, una catedral distinta a la catedrales que estaba acostumbrada a ver.
No me gustó nada que nos cobraran más de cuatro euros por cada entrada. Diez euros pagó mi santo por la visita. Yo no los hubiera pagado. Hubiera entrad gratis en horario de culto religioso. Pero, como a mi marido, se le antojó entrar a las doce de la noche, después de una ronda de tapeo que nos habíamos dado por los alrededores, hubo que pagar.
Esta catedral está estructurada en tres naves: una nave central llena de bancos para que se sienten los que van a la misa y las de los laterales, dos naves diáfanas. Parece más grande de lo que es.
La conservación es buena. Las paredes están labradas en piedra, y tienen unos colores luminosos tanto si las ves a la luz de las velas como con la luz natural del día.
Me quedé con la sensación de que todos los caminos llevaban a la catedral, tanto por un lado como por otro. La Catedral de Granada da a cuatro calles, en mitad del casco antiguo, una zona casi peatonal.
No es muy fácil de encontrar porque las calles son estrechas y no la ves hasta que te acercas mucho. Es la desventaja que tiene su ubicación.
Os la recomiendo. Os recomiendo también intentar entrar gratis. Las entradas son muy caras, sobre todo cuando no vas sola y se te multiplica el precio por el número de personas que te acompañan. Mi marido quería volver con las niñas. Lo convencí para que las llevara en horario de culto. Mis tesoros no se iban a traumatizar por unos rezos y así nos ahorrábamos unos euros.
No me gustó nada que nos cobraran más de cuatro euros por cada entrada. Diez euros pagó mi santo por la visita. Yo no los hubiera pagado. Hubiera entrad gratis en horario de culto religioso. Pero, como a mi marido, se le antojó entrar a las doce de la noche, después de una ronda de tapeo que nos habíamos dado por los alrededores, hubo que pagar.
Esta catedral está estructurada en tres naves: una nave central llena de bancos para que se sienten los que van a la misa y las de los laterales, dos naves diáfanas. Parece más grande de lo que es.
La conservación es buena. Las paredes están labradas en piedra, y tienen unos colores luminosos tanto si las ves a la luz de las velas como con la luz natural del día.
Me quedé con la sensación de que todos los caminos llevaban a la catedral, tanto por un lado como por otro. La Catedral de Granada da a cuatro calles, en mitad del casco antiguo, una zona casi peatonal.
No es muy fácil de encontrar porque las calles son estrechas y no la ves hasta que te acercas mucho. Es la desventaja que tiene su ubicación.
Os la recomiendo. Os recomiendo también intentar entrar gratis. Las entradas son muy caras, sobre todo cuando no vas sola y se te multiplica el precio por el número de personas que te acompañan. Mi marido quería volver con las niñas. Lo convencí para que las llevara en horario de culto. Mis tesoros no se iban a traumatizar por unos rezos y así nos ahorrábamos unos euros.
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