El Milford Plaza Hotel es un hotel que está en la zona teatral de Nueva York, en concreto en la octava avenida. Nosotros estuvimos hace unos meses por segunda vez. La primera vez que nos alojamos en este hotel fue hace cosa de dos años. Encontramos el hotel tal como estaba la primera vez.
La recepción es amplia y está bien iluminada gracias a las cristaleras que la rodean. Tienes sofás para descansar y, a ambos lados del mostrador, están las escaleras. Los recepcionistas son muy atentos. A nosotros nos atendieron en español cuando supieron que eramos españoles.
Cuesta llegar a la habitación que te asignan sin perderte en un laberinto de pasillos. No nos dieron una habitación lujosa. El único lujo, como decía mi chico, era el televisor. En mi vida había visto acceso a más canales de los que tenía aquel aparato. Me gustó mucho también la radio despertador que nos dejaron encima de una de las mesillas de noche. Me sentí como en casa. Por la mañana me despertaba con la radio.
También me resultó útil la plancha. Yo prefiero plancharme yo la ropa. Por eso muchas veces viajo con una plancha pequeñita en la maleta. Nos dejaron una plancha que planchaba mejor que alguna de las que tengo yo en casa.
Fuimos a desayunar al Starbucks que había en la misma calle, unos metros más allá de la puerta del hotel. Nuestro alojamiento no llevaba desayuno incluido. Para comer frecuentamos los restaurantes de comida rápida. No es que ese tipo de comida nos encante, pero tocaba ahorrar en esas pequeñas vacaciones en Nueva York.
Os recomiendo el Milford Plaza Hotel, Nueva York. No te cobran mucho por cada noche y las habitaciones son cómodas. La nuestra estaba decorada en tonos crema y la cama tenía una vistosa colcha con un estampado que me recordó los de las alfombras turcas. Lo que no me gustó fueron los ramos de flores que nos dejaron sobre la mesa del escritorio y sobre las mesillas de noche. Quité los floreros porque me hacían estornudar. Tuve que decirle a las camareras de habitación que no quería flores.
La recepción es amplia y está bien iluminada gracias a las cristaleras que la rodean. Tienes sofás para descansar y, a ambos lados del mostrador, están las escaleras. Los recepcionistas son muy atentos. A nosotros nos atendieron en español cuando supieron que eramos españoles.
Cuesta llegar a la habitación que te asignan sin perderte en un laberinto de pasillos. No nos dieron una habitación lujosa. El único lujo, como decía mi chico, era el televisor. En mi vida había visto acceso a más canales de los que tenía aquel aparato. Me gustó mucho también la radio despertador que nos dejaron encima de una de las mesillas de noche. Me sentí como en casa. Por la mañana me despertaba con la radio.
También me resultó útil la plancha. Yo prefiero plancharme yo la ropa. Por eso muchas veces viajo con una plancha pequeñita en la maleta. Nos dejaron una plancha que planchaba mejor que alguna de las que tengo yo en casa.
Fuimos a desayunar al Starbucks que había en la misma calle, unos metros más allá de la puerta del hotel. Nuestro alojamiento no llevaba desayuno incluido. Para comer frecuentamos los restaurantes de comida rápida. No es que ese tipo de comida nos encante, pero tocaba ahorrar en esas pequeñas vacaciones en Nueva York.
Os recomiendo el Milford Plaza Hotel, Nueva York. No te cobran mucho por cada noche y las habitaciones son cómodas. La nuestra estaba decorada en tonos crema y la cama tenía una vistosa colcha con un estampado que me recordó los de las alfombras turcas. Lo que no me gustó fueron los ramos de flores que nos dejaron sobre la mesa del escritorio y sobre las mesillas de noche. Quité los floreros porque me hacían estornudar. Tuve que decirle a las camareras de habitación que no quería flores.
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