Me gustan los pazos. Las casas grandes siempre son ventajosas para una mujer que tiene tantos trapitos como servidora. Puedes elegir una habitación amplia para instalar tu vestidor.
En todo caso, servidora no eligió ninguna habitación para su vestidor cuando fue al pazo de Fefiñáns, en Cambados. Se trataba de pasar unos días descubriendo el maravilloso bosque que hay dentro de las murallas del recinto del pazo. Es una selva tal cual.
Me sorprendió que la Xunta de Galicia les permita tener aquel terreno salvaje, lleno de vegetación que parece no haber conocido nunca una motosierra. Aquellos árboles crecen sin límite horizontal y dejan sus ramas en libertad dando buenas sombras a los paseantes.
El pazo de Fefiñás es poco conocido por su bosque. Se le conoce más por su huerta donde las viñas crecen y se reproducen. Sale buen vino albariño de aquellos arbolitos. Yo lo sé porque probé el caldo de color dorado que sale de las vides del Fefiñáns. Emborracha bien.
Después de un día visitando campos de vides y disfrutando el salvajismo vegetal del bosque llegué a la noche más piripi que cuerda. ¡Soñaba despierta! Hacía tiempo que no estaba tan alegre gracias a una borrachera de vinos blancos.
Mi marido me abrazaba más por necesidad que por deseo. Temía que la madre de sus dos hijas cayera al suelo. Incluso se ofreció a llevarme en brazos hasta el lecho alquilado. Le dije que no lo intentara. Sus fuerzas ya han ido a menos según fue cumpliendo años. No, mi santo, no está para alzar en brazos a esta Miss Culta que aquí escribe para vosotras, chicas, lectoras mías, adeptas a mi causa.
Os recomiendo, pues, visitar el bosque del pazo de Fefiñán. Entras por una puerta abierta en la pared de un muro de piedra. Yo me sentí como Alicia en el País de las Maravillas. Entraba en un mundo desconocido para mí y para los habitantes de mi Galicia.
Según iba paseando por los caminos de tierra, comprobaba que no se cumplía la ley del 2007 que obliga a limpiar los montes. ¡Suerte de ricos! Los millonarios incumplen leyes y no los multan. El bosque es una selva total. Robles, laureles, espinos albares, alcornoques crecen libres y salvajes, sin que la mano humana pode sus ramas.
Es aconsejable llevar una chaqueta aunque luzca el sol por medio de la densa masa forestal. Este bosque amurallado en el siglo XVI es muy húmedo. Por eso en los suelos crece el musgo, dándole un toque navideño a un paraje sin igual.
Nosotros lo pasamos muy bien entre tanto verdor. Seguro que volvemos. Era un gusto caminar pisando las hojas marrones caídas de los árboles. Te sentías en plena naturaleza lejos del mundanal ruido. Los únicos ruidos que escuchabas eran los trinos de los pajaritos. Vimos también murciélagos bien alimentados con los insectos que atrapan en los viñedos.
El pazo de Fefiñáns es muy conocido en Galicia. Por eso es fácil llegar en coche. Todo el mundo sabe donde queda. Hasta Siri acierta.
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