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Tuesday, May 29, 2007

La madre del socio

EFE - Colección de la marca Prada

¿Cuánto tardan en enterrar a una persona? Con la madre del socio capitalista de mi chico llevan una semana intentando enterrarla. Primero necesitó una autopsia, después esperaron por la familia que reside en el extranjero para empezar a hacerle funerales y hoy empiezan con la novena.

-Amor -le dije a mi chico-, no deberías meterte en asuntos que te son ajenos. Es Alberto quien debe rezar por su madre.
-Es un asunto de empresa, Sophia. La herencia será invertida en la ampliación de capital de nuestra empresa.

Le di muchos besos y colgué. Mi empresa me reclamaba. Mara estaba ante mí sujetando un vestido de Prada como una mujer percha. Me desvestí y enfundé aquella joya de trapo.

-Ese vestido morado me queda mejor a mí, Mara -protestó Marta.
-A ti te vestiré de Valentino. La seda duquesa en falda de vuelo la luce mejor Sophia. Querida, da media vuelta. Perfecto. Ambrosio, cielo, toma un primer plano de los zapatos marrones de raso. Ese cinturón de piel no me convence...

Pablito dejo sus deberes y volvió a acompañarme con las conquistadoras de América. Tapé los oídos. La directora de la revista "Miss" chillaba.

-¡Así no, Sophia! Pareces una viuda. Un vestido morado se estropea haciendo gestos histéricos.

¿Qué vida era aquella?
Empecé a reflexionar sobre mi presente y ansíe un futuro distinto.

-Te casarás varias veces, profe Sophia, igual que doña Inés Suárez. Primero se casó con Juan de Málaga, uno de los marineros de Pizarro, y después convivió con el comendador Valdiviar.
-Se arrejuntó -lo corrigió Marta.
-Pensé que eras católica -comenté.
-Soy una pecadora católica.

Entendí que su pecado era desear a Ambrosio. Marta seguía con atención el discurso de su hijo. ¿Se vería reflejada en Inés Suárez? No creo. Más bien le gustaría irse con Ambrosio, aunque fuera de criada de su numerosa familia.

-Las mujeres necesitan un hombre, profe Sophia. Inés ya tenía encomienda propia, pero siguió a Valdiviar hasta Chile. ¡Pobre Inés! Los indios comieron a Valdiviar.

Corrí al lavabo. La comida de todo el día inició el camino contrario del aparato digestivo abierto por el canibalismo que dejó a Inés Suárez viuda por segunda vez.



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Friday, May 25, 2007

Cenando sola

 
  Antes de llegar a la redacción de la revista "Miss", nos enteramos de que Mencía Calderón llegara al Mar de Plata con cincuenta mujeres, una vez pagados los rescates en África y tras sufrir dos años de cárcel en Brasil por denunciar el tráfico de esclavos de los portugueses.
 
 -Ahora que te aguante tu madre, Pablito.
 -Espere, profe Sophia.
 
 Llamé al quinto derecha. Parecía que había que esperar.
 -Sube, Sophia -me dijo Mara por el telefonillo.
 -¿Está Marta?
 -No, querida.
 
 ¿Qué iba a hacer con Pablito? Llevárselo a la jefa.
 
 Mara estaba mirando la ropa de la siguiente sesión fotográfica.
 
 -Vienes llovida del cielo. Acaba de llegar Gregorio, y podemos hacer ahora el reportaje de Prada.
 -Imposible. Tengo cena de velitas con mi chico. Te dejo este niño traviesto que se coló en nuestro coche y me voy.
 
 Cuando llegué al portal aún oía los gritos de Mara. ¡Pobre jefa! La compadecí.
 
 Carlos estaba hablador. Los hombres felices son encantadores: te cuentan su vida y te prometen el universo.
 
 -¿Sabes que somos gacela?
 -Ahora me entero. ¿Cuánto facturasteis?
 -Yo miro los beneficios netos, Sophia. Cerramos con mil millones de euros limpios de polvo y paja.
 
 Antes de que pudiera pasar los euros a pesetas para enterarme de la cifra, sonó el móvil de Carlos. Era su socio. Mi chico le decía "ahora voy". Lo abracé como un naufrago abraza la tabla de su salvación.
 
 -Tú no me dejas.
 -Comportate, Sophia. Tenemos que aplazar la cena. Ha muerto la madre de Alberto.
 
 Miré los langostinos con pena. No, yo aquella mariscada no me la perdía. Le dije a mi chico que pagara la cuenta. Yo comería la fabulosa cena sola.
 



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Wednesday, May 23, 2007

No faltan problemas

 
 Los problemas nunca faltan en el instituto Mirasierra. Lo dice doña Manolita y tiene razón. Las ursulinas han llamado de nuevo quejándose. Una alumna suya se ha echado a perder.
 
 -Con doce añitos -me cuenta doña Manolita muy apenada- dice palabrotas.
 -¿Tacos?
 -Sí, querida.
 -Camilo José Cela los dijo toda su vida y le dieron el premio Nobel.
 -No hagas comparaciones absurdas, Sophia. Camilo era un genio.
 -¿Quién le dice que esa niña no lo es también?
 
 Descubrí la primera genialidad de la muchacha cuando salí. Estaba ligando con mi chico.
 
 -Largate, nena. Éste es mi novio.
 -¿Es tu novia, Carlos?
 
 Carlos sonreía. Los hombres siempre ríen cuando te ponen los cuernos. Agarré a la colegiala por un brazo y la aparté de la ventanilla.
 
 -¡Quitame tus asquerosas manos de encima! -gritó.
 
 Aquella quería pelea. Le dí un empujón y me metí en el coche.
 -En marcha, querido.
 
 Mi chico conducía a diez por hora. Miraba más el espejo retrovisor que la carretera que tenía delante.
 
 -Si no quieres conducir, conduzco yo.
 -Las mujeres no sabéis conducir.
 -Y los hombres no sabéis conduciros.
 -Explica eso.
 -Os vais detrás de la primera falda que encontráis. Acabo de evitarte la tentación del delito.
 
 Un estornudo casi nos mata del susto. Carlos frenó en seco. Yo me incliné sobre el asiento y encontré una cabeza rubia con ricitos muy conocida.
 
 -¡Pablito! ¿Qué haces en el coche de mi chico, condenado?
 -Asistir a la conquista de su chico por Amahía. Me recordó a Mencía Calderón, la mujer de Juan de Sanabria.
 -¿Dónde está la madre de este niño, Sophia?
 -De conquista también. Le gusta Ambrosio, nuestro fotógrafo, y va todos los días a contemplarlo.
 -Llamala. Hay que devolverle al crío.
 
 Busqué el número de Marta. Pablito hablaba de Mencía Calderón y yo me ponía nerviosa.
 
 -No tiene nada que hacer, profe Sophia. Amahía tiene madera de capitana como la tenía doña Mencía. ¿Sabía que capitaneó la expedición de su difunto esposo hasta el Río de la Plata? Amahía capitaneará a su chico hasta el matrimonio.
 -¡Dios me libre!
 -No la librará, profe Sophia. Hacen buena pareja. Amahía, igual que doña Mencía, tiene dinero para pagar rescates a los piratas franceses en África.
 -Apresurate, Sophia. Este niño me vuelve loco.
 
 Yo seguía sin encontrar el número de Marta. Cuanto más hablaba Pablito de las similitudes de la alumna del privado con Mencía Calderón, más nerviosa me ponía.
 
 -Doña Mencía viajaba en la nave San Miguel, Amahía viajará en este coche.
 -¡Mierda!
 -Ha dicho una palabrota, profe Sophia. Se lo voy a decir a doña Manolita.
 -Dile también que acabo de borrar toda la agenda de mi móvil.



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Tuesday, May 15, 2007

Moda inca unisex


Las obras de ampliación del colegio Miraflores siguen sin novedad. Ena también continua con sus protestas pacíficas. Intenta, sin mucho éxito, que me sume a su campaña de pancartas.

-Ese abrigo rojo que llevas hoy es perfecto para bordar unas cuantas palabras.
-Giorgo Armani no contempló tal cosa en su diseño.
-¿Con ese vuelo estilo capa? Vamos a probar.

Ena saca de su bolso un costurero de viaje. Escapo de la sala de profesores y la dejo con la aguja en la mano.

Fuera me espera Mara con su nuevo coche. Afortunadamente las cosas van mejor en la revista "Miss"

-Pablito, ¿qué haces aquí?
-Mi madre también va a participar en el reportaje fotográfico.

Me empieza a doler la cabeza. No sé si temo más a la madre o al hijo. Pablito aún no curó su obsesión con los conquistadores de América. Mara conduce inmune al relato de acontecimientos históricos. Mi cabeza estalla. Estoy de empresas de rescate, capitanes, encomiendas de indios, reyes y demás tropa hasta el moño.

Cuando llegamos, Mara le dice a Pablito que vaya para el despacho de Yolanda. ¡Pobre Yolanda! ¡Lo que la espera!

-Sophia, quita el abrigo. Ambrosio, por favor, saca un primer plano de las leggins de Max Mara. No me gustan nada las bailarinas de Christina Lacroix...
-A mí no me gusta nada este niño.
-Yolanda, estamos trabajando.
-Yo también, Mara. Niño, quedate aquí.
-No me llamo niño. Soy Pablo, el gran inca.

Yolanda regresa a su despacho dejándonos al gran inca.

-¿No tienes modelos masculinos, Mara? -pregunta Pablito.
-Me has dado una idea genial. Ambrosio, ponte el traje Dolce&Gabana que hay en esa bolsa.
-Parece que está usado.
-Está limpísimo. Lo acabo de recoger en la lavandería.

Ambrosio se viste de Dolce&Gabana. Está atractivo. Marta suspira. Le gusta Ambrosio.

-¿Por qué no hacéis un reportaje sobre los conquistadores de América? Yo podría disfrazarme de Pizarro. Alquilaríamos un barco para ir a conquistar el Virú. ¿Sabéis a que reino me refiero? Al fantástico país situado al sur de Nueva España.
-Marta está preciosa con el vestido de Fendi. el talle imperio la favorece. Pon los guantes largos negros.
-Yo los pongo -se adelanta Pablito-. Tardaré diez años en entrar en el virreinato más rico del Imperio español y necesito guantes.
-Deja los guantes -grita Mara-. Valentino Garavani los diseñó para una mujer.
-Toda la moda es unisex.

La directora de la revista "Miss" se desmaya. No pudo resistir a Pablito.

Thursday, May 03, 2007

Libertad de expresión

Doña Manolita no quiere oír hablar de una manifestación para protestar por la ampliación del colegio Miraflores. Dice que ella cree en la libertad de enseñanza. Ena también cree en la libertad, pero de expresión. Hoy viene como una pancarta móvil. El "yo amo la escuela pública" lo escribió en la minifalda, en la camiseta y en un sombrero de paja que no se quiere quitar.

-Pienso pasar los recreos delante de la puerta del Miraflores.
-Comportate, Macarena -le pide doña Manolita-. Recuerda que eres funcionaria. Has jurado la Constitución.
-La juré por imperativo legal.

A la hora del recreo, la profe chachi cruza la calle y se planta delante de la obra de ampliación del colegio Miraflores. Los obreros le silban. Ena les hace un corte de mangas. Los niños del privado imitan su corte de mangas. Practican el feo gesto. ¿Y aquel no es Pablito? ¡Claro que es! Saca de su mochila caramelos y los reparte entre los alumnos del privado. ¡Qué generoso! Ah... parece que de generosidad nada. Ahora cobra los caramelos regalados. Pablito non ha salido capitalista.

-¡Sophia!
-¿Qué ocurre, doña Manolita?
-Han llamado las monjas del Miraflores.
-Me lo imagino, doña Manolita. Ena le ha enseñado a sus alumnos bien a hacer cortes de manga con estilo proletario, y Pablito los está haciendo consumistas.

-Tráemelos aquí ahora mismo.

Obedecí a medias. Fui hasta el Miraflores, pero no les dije nada. Yo vivo y dejo vivir.

Wednesday, May 02, 2007

La ampliación del Miraflores

 Una mañana entera les llevó a los obreros derribar la cabaña de Pablito. El chaval hasta le había hecho cimientos. Hay que reconocer que como constructor no tiene precio.
 
 -Vas a tener que prestarme tu cuadro, profe Sophia. Necesito ingresos.
 -No será el cuadro del Cristo llorón el que te haga capitalista, Pablito. Lo vendí en eBay ayer.
 -Sin pedirme permiso.
 -¿Tenía que pedirte permiso?
 -Por supuesto. Yo soy el virrey de Mirasierra.
 -Pisa tierra, Pablito. Eres un alumno y yo soy tu profesora.
 -Tu novio se parece a Moztezuma.
 -¿Carlos? Creo que te equivocas. Mi chico se parece a Picasso.
 -¿Es pintor?
 
 Subí al BMW de mi chico y marchamos.
 
 -¿Mucho ruido con las obras, Sophia?
 -¿Las obras?
 -El colegio Miraflores se amplía. Alberto ha financiado un instituto y un internado.
 -¡Qué traidor!
 -Sophia, por favor...
 -Regresa. Tenemos que organizar una manifestación en defensa de la enseñanza pública.
 
 Carlos intentó acelerar. Lo pellizque. Nada. Le hice cosquillas. Seguía conduciendo a doscientos por hora por la M-30. Me dije: la ideología primero, y le aticé un bofetón con todas mis fuerzas. El BMW rozó un coche. Salió una vieja de una furgoneta.
 
 -¡Señoritos de mierda!
 -¡Calla vieja!
 -¡Maltratadora!
 
 ¿Maltratadora yo? Miré a Carlos. Su mejilla derecha estaba color grana, pero él sonreía. Por primera vez en mi vida me sentí culpable.



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