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Friday, July 29, 2016

Mis vacaciones golosas en Sevilla

Una de las pizzerías que más nos gustan en Sevilla es la Trattoria Pizzeria la Bambina, Sevilla. Se encuentra en el barrio de Nervión de la capital andaluza, en la calle Jimenez Aranda,23. 

El local no es grande, pero es cómodo. Te sientes como en tu casa. Yo hubiera preferido que fuera un poco más grande. Cuando hay mucha gente, casi te chocas con todo el mundo, sobre todo con los camareros que pasan por tu lado con sus bandejas. 

Nosotros solemos quedarnos en la terraza. No es una terraza grande, pero estás más cómoda que dentro del local. Los días que hace sol es difícil encontrar mesa libre en la terraza. Es donde mejor se está. 

En cuanto a la comida es buena y está bien presentada, cosa muy importante para mí. Lo que no veo bonito, no suelo comerlo. Los camareros son amables y muy profesionales. Te atienden rápido. 

Nosotros siempre empezamos por unos entrantes o una buena ensalada mientras esperamos a que nos traigan los restantes platos. ¿Qué platos? Pues pasta en general, canelones, cazuelas, risotto, postres en general. Los entrantes son imprescindibles para hacer tiempo, sobre todo los fines de semana, cuando los camareros no dan abasto para atender a tanta gente. 

La decoración de interior del local es sencilla. a mi marido le gusta mucho que sea un espacio abierto a lo que es la cocina. Le gusta ver como cocinan los cocineros. A mí me da igual. Puestos a elegir casi prefiero no ver como hacen las pizzas y demás comidas. Soy tímida. 

Las pizzas de este local están muy buenas. las hacen como a mí me gustan: con su masa fina y esos bordes crujientes que me encantan. Su relleno es generoso. Son pizzas caras, como dice mi suegra. La madre de mi marido llama pizzas caras a las que traen un buen relleno y pizzas pobres a las que andan faltas de relleno.

Wednesday, July 13, 2016

Mis vacaciones borrachas en Santander

La Sidrería Cachopo, Santander, es una sidrería tan asturiana como las sidrerías que encuentras en Asturias. Está en la calle Peñas Redondas, 17. 

El local me apreció muy rústico con sus mesas y sillas de madera tipo tasca, sus grandes barriles en el interior y una barra al fondo. Nosotros tuvimos que quedarnos en la barra porque no había mesa libre. 

El personal es muy atento. Nos sirvieron una tapa de pan con chorizo que no nos cobraron. La comida que sirven en esta sidrería es muy fuerte. A mí ya me sobró con el pan con chorizo a la sidra. No quise más. Mi marido, en cambio, repitió el pan con chorizo, se animó con una morcilla, con unos chipirones encebollados que olía como los que le prepara su madre. 

Lo que hacen muy rico en esta sidrería son los cachopos, unos filetes de ternera rebozados. Los hacen blanditos y jugosos, pero bien pasados. Los probé otro día que estuvimos por allí. También probé las ensaladas. Eran del montón, pero estaban ricas. 

Os recomiendo la Sidrería Cachopo, Santander, una sidrería que está muy bien para ir con los amigos un día de esos en los que te apetece darte un homenaje con una comida fuerte. Para ir a comer a diario, no os la recomiendo. Acabarías con el estómago destrozado. 

La segunda vez que estuvimos llevamos a las niñas y las dejamos contentas con el postre. Era una tarta de tres chocolates que se comieron ellas solas prácticamente. No me extraña porque era deliciosa. 

La sidra también está rica. No te la escancias. Tienes que hacerlo tú con una máquina que te traen los camareros. Mi marido dice que no es lo mismo que un escanciado a mano, pero, para quien no sabe, mejor la maquinita. Esta es la desventaja que le encuentro a esta sidrería: que los camareros no te sirvan la sidra escanciada.

Thursday, July 07, 2016

Mis vacaciones en Beauvais

El Hotel Inter-Hotel City es un hotel que te sale muy bien de precio. A nosotros nos cobraron 64 euros por noche. No me parece caro dados los precios que hay por la zona. 

Este Inter-Hotel City está en Beauvais, cerca del aeropuerto. No es un hotel para hacer turismo sin coche sino para llevar tu automóvil si quieres desplazarte por los alrededores cómodamente. Por ejemplo, nosotros fuimos a ver el Palacio de deportes Elispace y también fuimos al Hospital de Beauvais, donde estaba una tía de mi marido hospitalizada. De hecho, nos alojamos en este hotel para ir a visitarla. Es la madrina de mi esposo; una mujer riquísima que creo que nos va a dejar su herencia algún día. 

No nos aburrimos. Cerca del hotel te queda la Catedral de Saint Pierre y del Museo Departamental de Oise, un museo que merece mucho la pena. 

No es grande. Por fuera parece una casona grande. Cuando me dijeron que tenía 52 habitaciones no lo creía. 

Nuestra habitación estaba bien. Tenía una decoración moderna y funcional. Las cortinas eran de esas que sólo cubren la ventana, no de las que llegan hasta el suelo. Tenían el mismo color gris perla que la colcha de la gran cama de matrimonio y que la pared que había tras el cabecero de la cama. 

Había un televisor LCD y la conexión a Internet wifi gratis nos vino muy bien. nosotros no somos nada sin Internet. No nos aburrimos. Mi marido pudo ver sus programas favoritos en el televisor con canales por satélite. Le encanta la televisión. 

Nuestro cuarto de baño tenía ducha sólo. Los había con bañera solo y yo prefería uno con ducha. Acabas antes y gastas menos agua. Nos dejaron artículos de higiene personal gratuitos y un secador de pelo que había conocido tiempos mejores. Era más lento que el que usa mi suegra en su casa. 

También teníamos una caja fuerte en la que sólo cabía el portátil de mi marido. El mío tuvo que quedar encima del escritorio. 

Os recomiendo este hotel. Tiene una terraza en la azotea divina y un jardín donde pude descansar y leer un libro que llevé para acabar. 

Lo que no me gustó nada fue que el desayuno bufé fuera de pago. Hubiera sido mejor un desayuno gratis y que quitaran la zona de ordenadores, periódicos gratuitos en el vestíbulo y depósito de equipaje. También el parking era gratis.

Mis vacaciones de catedrales raras

Yo no soy nada de turismo monumental y mucho menos cuando esos monumentos son iglesias y catedrales, pero de vez en cuando visito esos sitios que tanto gustan a mi marido. La última catedral que visitamos fue la Catedral de Granada, una catedral distinta a la catedrales que estaba acostumbrada a ver. 

No me gustó nada que nos cobraran más de cuatro euros por cada entrada. Diez euros pagó mi santo por la visita. Yo no los hubiera pagado. Hubiera entrad gratis en horario de culto religioso. Pero, como a mi marido, se le antojó entrar a las doce de la noche, después de una ronda de tapeo que nos habíamos dado por los alrededores, hubo que pagar. 

Esta catedral está estructurada en tres naves: una nave central llena de bancos para que se sienten los que van a la misa y las de los laterales, dos naves diáfanas. Parece más grande de lo que es. 

La conservación es buena. Las paredes están labradas en piedra, y tienen unos colores luminosos tanto si las ves a la luz de las velas como con la luz natural del día. 

Me quedé con la sensación de que todos los caminos llevaban a la catedral, tanto por un lado como por otro. La Catedral de Granada da a cuatro calles, en mitad del casco antiguo, una zona casi peatonal. 

No es muy fácil de encontrar porque las calles son estrechas y no la ves hasta que te acercas mucho. Es la desventaja que tiene su ubicación. 

Os la recomiendo. Os recomiendo también intentar entrar gratis. Las entradas son muy caras, sobre todo cuando no vas sola y se te multiplica el precio por el número de personas que te acompañan. Mi marido quería volver con las niñas. Lo convencí para que las llevara en horario de culto. Mis tesoros no se iban a traumatizar por unos rezos y así nos ahorrábamos unos euros.

Mis vacaciones en un pueblo medieval

Hay pueblos por los que parece no pasar el tiempo. Tal es el caso de Frías, Burgos. Paseando por sus calles empedradas tienes la sensación de regresar a la Edad Media de nuestros antepasados. hasta los lugareños parece que van en otra onda. Es de esos pueblos en los que ves como la gente se toma la vida con calma y tú no lo entiendes. 

Nosotros fuimos al castillo. No entras gratis, por supuesto. Nos cobraron 1,5 euros por cabeza. Ni siquiera nos hicieron descuento por las niñas. No es que fuera una entrada cara, pero a nosotros se nos multiplicó por cuatro y con ese dinero hubiéramos tomado unos refrescos en un bar. 

En todo caso, merece la pena visitar el castillo. Entras a través de un puente levadizo, vas al patio de armas y flipas con la torre del homenaje, situada en una de las esquinas del castillo. Es un edificio de planta irregular desde el que hay unas preciosas vistas de Frías. 

Las casas de Frías me parecieron un poco sosas. Todas tienen fachadas de piedra y los mismos balcones de madera. Son clónicas. 

La iglesia de San Vicente, del siglo XIII es lo que te esperas de una iglesia tan antigua. No tiene nada novedoso. Me gustó el jardín que hay al lado. Fue donde paramos para comernos los bocadillos. Hay que ahorrar. Unos vecinos que estaban allí tomando el fresco nos contaron que la torre de la iglesia, de origen románico se vino abajo en 1904 echando a perder parte del cenobio. Para reconstruir el templo vendieron la parte de delante de la iglesia a los americanos de EEUU. Está en el Museo The Cloisters de New York. La gente vende lo suyo por un plato de lentejas. Una pena. 

Os recomiendo visitar Frías en Burgos. Es un pueblo medieval que bien merece una visita. Me pareció tranquilo y antiguo. No me extraña que no hubiera muchos turistas. Es el sitio ideal para aburrirte.

Saturday, July 02, 2016

Mis vacaciones en un hotel esperpéntico

He estado en Milán
en un hotel esperpéntico
y aquella pesadilla
todavía me da miedo
pese a haber dejado
atrás vestidos y telas
que colgaban y adornaban
techos, paredes y suelos.

Para saber más te digo
que hay que entrar en ese link
donde todo te cuento.

Prueba primero, paga después