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AUDIBLE: libros leídos por famosos

Wednesday, April 25, 2007

El botín

Ilustración de Amadís de Gaula de una edición de 1533
 
  Doña Manolita está furiosa. Quiere abrirle un expediente a Pablito. La propiedad privada es un derecho constitucional, ¿entiedes, niño? Pablito dice que él, como los conquistadores, ha encontrado un botín. Le dará a doña Manolita la quinta parte de los beneficios. ¿Qué beneficios? Los que va a obtener vendiendo golosinas.
 
 La profe chachi se parte de risa. Pablito le dice que deje de ponerse la camiseta de ¡viva la escuela pública!
 
 -Ahora somos capitalistas.
 -Voy a llamar al psicólogo -dice doña Manolita-. Este niño está como una regadera al revés.
 
 El psicólogo llega en cinco minutos. Antes de que pueda dar un diagnóstico veráz, Pablito le recomienda el Amadís de Gaula.
 
 -Es un buen libro de caballerías, señor. Se publicó en el año 1.508. Muchos conquistadores de América lo leyeron en su día.
 
 -¿Qué trastorno tiene, doctor?
 -Doña Manolita, tenga paciencia. Tengo que analizar al niño con detenimiento. ¿A qué se dedican tus padres, joven?
 -Mi padre ama a una peluquera y mamá intenta ganarse la vida como modelo. Es muy guapa.
 -Te ha preguntado la profesión de tu padre.
 -Ya se la he dicho, doña Manolita.
 
 Pablito considera el amor una profesión. No anda muy equivocado. Amar ocupa mucho tiempo.
 



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Friday, April 20, 2007

La cabaña de Pablito

El cuadro despertó en Pablito el talento emprendedor. Ena alaba sus ideas. Yo creo que hace mal. A Pablito si le aplaudes, todavía hace trastadas peores.

-Es un niño muy ingenios. Lo de mojar la cara de Cristo con agua enjabonada estuvo genial. Todos tragando el "milagro" como tontos.
-No me lo recuerdes, Ena. Casi acabamos en una cárcel de Budapest.
-Sería una experiencia. Después escribías un libro y te forrabas.

No creo que a nadie le interesara la experiencia carcelaria de una profesora de instituto y modelo exclusiva de la revista "Miss".

Lo que sí interesa es la conversación de Pablito. Sus compañeros lo rodean en el patio. ¿Qué les estará contando? Hoy en clase nos contó su plan para acabar con la carestía de la vivienda. Debíamos comprar un terreno y plantar una casita prefabricada. Por sesenta mil euros teníamos casa. Los bancos podían ir echando el cierre.

-Sophia, ¿dónde está Pablito?
-¿Qué ha hecho, doña Manolita?
-Me acaban de llamar las monjas del Miraflores. Pablito ha construido una cabaña con maderas viejas en una esquina de su patio.

Monday, April 16, 2007

Salvados por una camiseta

 
 
 Yo soy una tímida cobarde. Deje que la directora de la revista "Miss" se fuera a enfrentar a mi problema. Realmente no era un problema mío: era un desastre creado por la avaricia de Mara. Si no se le hubiera ocurrido que mi cuadro podría proporcionarle pingües beneficios, la policía de Budapest no nos perseguiría.
 
 Mientras esperaba una llamada de Mara, le di tres vueltas completas al mercado de la Plaza Fôráv. Olía a comida típica, pero mi estómago no estaba para comilonas. Finalmente sono mi móvil.
 
 -Mara, ¡por fin!. cuéntame. ¿Te han detenido? ¿Dónde estás? ¿Está Ambrosio contigo? De Marta no me hables; la odio.
 -Tranquila, Sophia. No nos han detenido. Sólo quieren saber donde compraste el cuadro.
 
 No me acordaba. Mi cabeza estaba en blanco. Mara mencionaa todos los sitios donde habíamos quitado fotos. La calle Váci, el Puente de las Cadenas, el café Central, los Baños Gellért, la Basílica,... Yo sólo me acordaba de la plaza Mayor de Madrid.
 
 Me dió un ataque de valentía y me acerqué al hotel. Pablito intentaba consolar a su llorosa madre. En la plaza de los Héroes podía comprar otro cuadro. ¿Yo había comprado mi Cristo allí?
 
 -Vamos a interrogarla -me dijo un policía en un pésimo inglés.
 -Déjelo. No creo que nos entendamos. Su inglés es ininteligible.
 -Profe Sophia, usted haga como Mariuchi -me aconsejó Pablito.
 
 ¿Quién era Mariuchi? Pablito empezó a hablar de los conquistadores de América. Caí en la cuenta de que Mariuchi era Marina, la amante de Hernán Cortés. No, yo no podía hacer como la tal Marina. Antes de ser amante del policía gordo me metía a monja de clausura.
 
 -¿Es usted católico, agente? Hernán Cortés era un hombre muy religioso.
 -¡Calla, niño! Déjanos hablar a los mayores -lo interrumpió Mara- Agente, nosostros nos vamos para España, ustedes pueden quedar con el cuadro y comprobar todos los milagros que hace.
 -Hemos comprobado que esta mujer -dijo señalando a Marta- es una impostora. Las muestras tomadas han sido analizadas en nuestro laboratorio científico y el resultado es H2O con componentes químicos.
 -Agua sucia, profe Sophia.
 -Devuélvame el cuadro, agente -exigió Marta-. En España no es delito una imágen de CRisto que suelta lágimas.
 
 El policía húngaro no estaba por la devolución. Quería una propinilla.
 
 -Mara, ¿le podemos regalar al agente una camiseta de Custo?
 
 Al hombre se le iluminó la cara. Antes de que Marta cambiara de opinión, metí una camiseta en una bolsa y se la entregué. Media hora después un mensajero me trajo mi cuadro envuelto en papel de plata como si fuera un bocadillo.



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Thursday, April 12, 2007

¿Detenidos?

 Marta montó un negocio en el hotel Gellért. Mi Cristo llora y ella cobra por contemplar el llanto. Me vienen ganas de matarla. Si no creyera en el quinto mandamiento, dejaba a Pablito huérfano de madre.
 
 -A los de la televisión húngara les cobró una millonada.
 -Y el cuadro es mío.
 -Quitáselo, Sophia -me pidió Mara-. La necesitamos para nuestro último reportaje en la plaza Vörömarty.
 -Es mejor quitar las fotos delante del Cristo lloroso -sugirió Ambrosio-. Serían una publicidad redonda para nuestra revista.
 
 Mara duda. Si Marta no quiere salir del hotel habrá que hacerlo, pero nada de mezclar al Cristo con Custo, y mucho menos sacarlo en las fotos. El Vaticano nos excomulgaría a los cuatro.
 
 -Estamos en el siglo XXI, Mara.
 -Es igual, Sophia. Yo no quiero líos con los curas.
 
 No hubo fotos delante de mi Cristo. Marta se negó. Dijo que no permitía interferencias en su "negocio".
 
 -Llevad a Pablito a la pastelería Gerbeand. Podéis comer en el restaurante que hay alado.
 
 Cuando estábamos en el café Central nos llamó. Querían detenerla. Toda la policía de Budapest estaba en su habitación. ¿Y mi cuadro? Requisado.
 
 -Yo no vuelvo al hotel, Mara; el cuadro es mío.
 -Es mejor que vengas. Si marchas te buscan con la Interpol.
 
 Llamé a Carlos. Le dije que buscara dinero para otra fianza. Me iban a detener por comprar un Cristo que me salió llorón.



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Wednesday, April 11, 2007

Cristo llora

 Plaza de los Héroes -Budapest- Hungría. - Heroes' Square -Budapest- Hungary
 
 Carlos también andaba mal de liquidez. La fianza de su socio capitalista casi arrastró a su empresa a la quiebra técnica. Me volvió a llamar.
 
 -¿Dónde estás?
 -En la plaza de los Héroes, contemplando las estatuas de los héroes húngaros y de algún rey heroico.
 -¿Todavía estás en Budapest?
 -¿Me echas de menos?
 -Yo estoy en la consultoría de Barcelona con Alberto.
 
 No me echaba de menos. Hice que se acordara de mí. Él hablaba de su socio rescatado de la trena francesa y yo hablaba de los museos sitos en la plaza de los Héroes.
 
 -Compré un cuadro magnífico. Un Cristo con cara alegre.
 -No me escuchas.
 -Tú tampoco, amor.
 -Estoy nervioso.
 -Toma una tila, cariño. Suele calmar los nervios.
 
 Colgué. Antes de regresar al hotel fui al zoo, a un parque de atracciones, al circo y hasta patine sobre hielo en una pista de entrada barata.
 
 Mi último día en Budapest estaba siendo normal. Dejo de serlo cuando salí de la ducha. Pablito estaba en mi habitación pasando la mano por la cara del Cristo de cuadro.
 
 -Profe Sohpia, este Cristo llora.
 -No me asustes, Pablito.
 -Mira. Son lágrimas de verdad.
 
 Toque la pintura. Mi mano salió mojada. Me chupé los dedos. Un sabor a sal lagrimal me dejó aturdida.



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Monday, April 02, 2007

Préstamo por encomienda de indios




Cuando conoces a los padres entiendes a los hijos. Marta es compradora compulsiva. ¿Cómo va a ser Pablito un niño normalizado si desciende de una adicta a las compras y de un forofo de los antepasados de la humanidad? Imposible.

-Estoy a cero, Sophia. ¿Puedes hacerme un préstamo?
-Yo presto todo menos dinero.
Marta quería dinero. Después de las fotografías en la Estación de tren del Oeste, diseñada por Eiffel, perdió su norte en un centro comercial próximo. Lo que no gastó en las tiendas de moda, lo limó toda la noche en la discoteca.
-Mi marido no me pasa la pensión de separada.
-A mí tampoco me pasa Carlos la pensión de soltera.
-No bromees, Sophia. Es una situación seria: he gastado todo el dinero que me dio Mara.
-A mí todavía no me pago.
-Pídele tu sueldo y me haces un préstamo.

Pablito intercedió a favor de su madre. Las empresas de rescate firmaban unas capitulaciones por las que una quinta parte de sus beneficios eran para el Rey, El capitán ponía la gente y el barco.

-El dinero lo ponían los prestamistas, profe Sophia.
-De eso se trata, Sophia, de un préstamo.

Mi cabeza daba vueltas. La madre estaba en el siglo XXI y el hijo andaba por el XVI. Yo no sabía donde estaba. Empezaba a creer que era prestamista.

-Si los conquistadores encontraban botín, el capitán era nombrado gobernador y a sus soldados le concedían encomiendas de indios.
-Sophia, yo te concederé lo que quieras.
-¿Una encomienda de indios?
-Lo que quieras, Sophia. Te puedo enviar la niñera de Pablito. Es una peruana muy honrada.
-Con las encomiendas, los soldados se convertían en señores feudales.
-La peruana te llamará señora.
-Como si me llama Juana -exploté- No presto mi dinero. Y tú, cállate, Pablito. No me interesan las encomiendas, ni los indios, ni los señores feudales.

Marta marchó furiosa. Me llamó mala amiga. No sabía que eramos amigas.


Prueba primero, paga después