Pepa aflojaba los ganchos de las lámparas para que cayeran. Lo confesó cuando se vio descubierta.
-No quería que te casaras con el hijo de doña Margot. Los matrimonios desiguales nunca me gustaron.
-¿Pensaba matarme?
-¿Por qué no? Según me contó doña Margot, no tienes familia. Nadie te buscaría.
Suspiro aliviada por estar viva. Siempre pensé que mi vida era como una novela rosa, pero parece que tiene más de novela negra.
Mara hace sus maletas y las mías.
-Nos vamos, Sophia. En Madrid se vive mejor. Volveremos a abrir una revista de moda.
-¿Eso dicen las cuartillas de Yolanda?, ¿qué volvemos a Madrid?
-Olvídate del manuscrito de nuestra poeta, Sophia. Las escritoras son como las pitonisas: inventan tu vida futura. Si crees lo que te cuentan, te vuelves loca.
-Acertó la muerte de tu novio, Mara.
-Una inspiración. Pero no lo mató ella. Coincidió que Alberto tropezó con un cliente asesino y le dio matarile. Cosas que pasan. Arréglate, Sophia. El avión no espera.
Pepa se ríe. La odio. Se le nota en la risa que tiene madera de asesina, aunque ahora intenta no ser asesina.
-Procure no apoyarse en las mesas. Los jarrones tienen un mecanismo para saltar por los aires -me avisa.
-Es mejor que quite esos mecanismos, Pepa. Puedes matar a tu señora por equivocación.
-A doña Margot la protege Dios.
Un overbooking nos impide marchar de La Coruña. Regresamos a la ciudad, porque Mara se niega a pasar la noche tirada en el suelo de la sala de espera del aeropuerto.
-Necesito una cama.
Yo necesito más explicaciones. Me toco. Soy una persona. Carne y hueso tocan mis manos. Yolanda se ha equivocado: no soy uno de sus personajes. Tengo que decírselo.
¿Con Mascota por primera vez? - Sé un mejor Amigo
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