Friday, April 16, 2021

Mis vacaciones bohemias

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La Hospedería de La Cartuja en Cazalla de la Sierra, Sevilla está en mitad de una finca de cuarenta hectáreas cuajada de fresnos, albaricoques y olivos. Nos hablaron de ella unos amigos artistas. Tal como nos dijeron, es un alojamiento rural tranquilo, que suelen frecuentar bohemios ricos. Pintores, escultores y músicos se encuentran en su salsa apartados del mundanal ruido y centrados en sus creaciones artísticas.

No te aburres. La dueña de la casa programa unas actividades culturales en las que todo huésped debe participar. Es una condición que te ponen cuando haces la reserva. Ya sabes, pues, a lo que vas. Ahí está la gracia de este alojamiento rural: en ser una experiencia cultural en pleno campo sevillano.

A nosotros nos dieron un par de habitaciones en la casa del monje portero. Fue en esta casa por donde iniciaron en los años ochenta la rehabilitación de los edificios de la finca. Después vendría la rehabilitación de la Capilla de Peregrinos. Nos dijo doña Carmen que la rehabilitación de la Capilla de Peregrinos fue premiada con el Premio Europa Nostra en el año 1986.

Os recomiendo la Hospedería de la Cartuja. Aún conserva un aire de convento de otros tiempos. Ves la capilla y te vienen ganas de rezar, no por devoción sino por miedo. Yo creo que la gente en la Edad Media rezaba por miedo. Esta villa turística, tal como la denominan en los carteles indicadores, no te deja indiferente. Eché en falta algo menos de programación cultural. Las clases de guitarra eran imposibles para mí. El segundo día dejé a mi marido con la guitarra y me fui a hacer turismo por los alrededores. Llegué andando hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, una iglesia del siglo XIV. Vi los restos del castillo almohade. Llevaba tres kilómetros a pie cuando di la vuelta. Me esperaba una habitación amplia en la Hospedería de la Cartuja. Eso me animó a acelerar el paso.

Poco participé en las actividades culturales que organiza la dueña. Pasé los restantes días de nuestras vacaciones en la piscina con las niñas. Pocos huéspedes se animaban a darse un chapuzón. Sólo unas señoras inglesas eran habituales de las hamacas. Nos hicimos amigas. Las señoras me contaron que su experiencia en unos paseos a caballo, también organizados por la hospedería, no había sido buena. Habían pasado miedo a lomos de los caballos. Las comprendí. A mí también me causan temor los equinos.

La decoración de la hospedería está entre lo rural y lo antiguo. Los muebles conocieron tiempos mejores. Se nota que los restauraron sin darles un aire novísimo. Me consolé pensando que nuestra cama era cómoda. Mis hijas no decían lo mismo. Se quejaban de la dureza de los colchones de sus camas.

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Viña Meín en O Carballiño, Ourense, es el alojamiento perfecto para los amantes del vino Ribeiro. Mi marido y yo estuvimos en esta casa rural unos días saboreando distintos caldos y relajándonos en la tranquilidad de la naturaleza orensana.

La casona data de la Edad Media, de una época en la que el conde Álvaro y Savita traía para el monasterio de Sa Clodio unas viñas de Rhin. Es de ahí donde surge el vino Ribeiro que tanto gusta a mi suegro.

A mí me olía toda la casa a vino. El olor de las barricas del Casal de Meín está pegado hasta en las tersas sábanas de las camas. Nos dejaron en la habitación unas botellas de Ribeiro por si queríamos pegarle unos lingotazos al viño mouro que crían. No somos tan borrachos. Las botellas de vino las trajimos para casa.

En todo caso, lo pasamos bien. Mi marido se reía cuando le decía que me olía a vino y sólo a vino. Me sentí como cuando nos hemos alojado en algún châteaux francés, donde la cultura enológica está exageradamente presente. El olor a vino es la gracia de esta casa rural con chimenea, biblioteca y luz tenue en las habitaciones. En la biblioteca encontré unos sofás muy cómodos para sentarte a leer.

Os recomiendo Viña Meín. Te metes por la N-541 y vas directa desde el desvío en O Carballiño hacia Leiro. Hay señales para que nadie se pierda. Tampoco nos perdimos nosotros en los paseos que dimos entre los viñedos. Es muy relajante pasear entre vides, sobre todo cuando empiezan a echar los racimos de uvas. Tenía pensado acercarme al balneario del Arenteiro, pero finalmente no fui. Había que ir en coche y no me apetecía conducir. Estaba bien en la casa rural, sobre todo cuando mi nariz se acostumbro al olor a vino Ribeiro.

Las vistas desde la ventana de nuestra habitación eran preciosas. Veías un mar verde. La casa es como una isla en mitad del verdor de los viñedos que se une al verdor de los montes.


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