Monday, November 15, 2021

Mis vacaciones con mascotas

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El Hotel NH Alicante sería perfecto si no admitiera mascotas. Nosotros estuvimos alojados tres días y casi nos volvemos locos. En la habitación contigua había una señora con dos perros y dos habitaciones más adelante una pareja mayor se alojaba con un par de gatos. Todo el pasillo olía como un Zoo. Comprendo que los responsables de este hotel admitan mascotas para ganar más dinero. Por cada mascota cobran 25 euros por día. Deberían comprender que hay personas a las que no nos gusta que nos despierten los ladridos y maullidos. Tampoco nos gusta el olor perruno.

Lo curioso es que este hotel es cien por cien libre de humos. No se puede fumar, cosa que me parece bien, pero se puede dormir con dos perros. Por mucho que limpien esa habitación siempre queda el olor a perro.

Las habitaciones del Hotel NH Alicante son amplias, luminosas, tienen una decoración muy de hotel y un cuarto de baño también muy de hotel cuatro estrellas. Lo mejor es la terraza de la azotea. Las vistas son maravillosas. Me senté al lado de la piscina y me relajé un rato. La piscina es pequeña. No puede ser gran cosa estando en lo alto del edificio. A mi marido no le hacen ninguna gracia las piscinas en las azoteas. Piensa que se va a venir todo abajo. Hace bien pensarlo. Los arquitectos dibujan lo que le pagan.

Hablando de pagar, nos cobraron 15 euros por el parking. Menos mal que la wi fi era gratuita. No me hubiera gustado pagar por teletrabajar en mi habitación. Poco salimos. Casi hubiera sido mejor no haber alquilado un coche en el aeropuerto. El hotel está bien comunicado por transporte público con el centro de Alicante. El barrio residencial donde se ubica es tranquilo.

No recomiendo el NH Hotel Alicante para personas a las que no les gusten las mascotas. En el hotel abundan los perros y gatos. Parece que se ha puesto de moda viajar con la ganadería casera. Para las personas que viajan con sus mascotas, el hotel es perfecto. Los perros y gatos están en su salsa. Tienen perros vecinos para hacer una coral de ladridos que no deje dormir al personal.

Los amantes de los deportes tienen un gimnasio para ponerse en forma. Estaba hasta los topes cuando estuvimos nosotros. Lo mismo puedo decir de la sauna. Se notaba que el hotel tenía casi sus cien habitaciones ocupadas.

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La Habana Vieja en Cuba es la parte antigua de su capital. Nosotros estuvimos por allí justo antes de la Covid-19. Estaba más vieja que nunca. Se notaba que sus habitantes no tienen dinero para remodelar las casas. Vimos restos de la muralla que empezaron a tirar el año 1863. Consideraron que ya no necesitaban unas murallas para defenderse de los invasores. Tampoco pensaron que las murallas serían un atractivo para los turistas. Entonces el turismo todavía no existía. Sólo había emigrantes por motivos económicos.

Mi marido decía que aquellos edificios de poca altura le recordaban edificaciones viejas de las ciudades gallegas. Tal vez por los arcos. Los colores de las fachadas me recordaban algunas zonas de Buenos Aires. Nosotros la recorrimos toda. Es una zona segura. Puedes ir caminando sin temor a que te asalten, sobre todo si vas discretamente vestida. Mi marido y yo intentamos mezclarnos con la población local sin parecer turistas. La Habana Vieja tiene mucho que ver. Unos 900 edificios históricos llenan sus calles. Todo es antiguo. Los coches parecen de nuestros tatarabuelos. En Cuba se vive más en el pasado que en el presente.

Los edificios de la Habana vieja son un resumen de la arquitectura antigua. Se ven muchos edificios barrocos y no faltan fachadas Art Decó. En la vieja Habana se vivió bien antes de Fidel. Había muchos ricos.

Os recomiendo visitar la Habana Vieja. Empiezas el recorrido en la plaza de la Catedral y te pierdes por las calles que la rodean llegando al Callejón de El Chorro. Das unas cuantas vueltas hasta la Plaza de Armas. Llaman la atención sus adoquines de madera. En esa plaza quitaron la estatua del rey Fernando VII y pusieron la de Carlos Manuel Céspedes, el iniciador del camino hacia la independencia de Cuba.

No le perdoné a mi marido una tarde de compras. En la calle Mercaderes, entre tiendas de artesanía y museos, estuve en mi salsa. Esta vía sin coches es famosa por sus tiendas esotéricas, pero también por sus restaurantes y sus proyectos sociales entre los que destacan una cooperativa de costura o una casa de maternidad. Compramos varios amuletos. No creo en esas cosas, pero, todo lo que dicen que da suerte acaba en mi bolso. Soy una supersticiosa a mi manera.

En la Plaza de San Francisco de Asís, encuentras una iglesia del siglo XVI que luce con esplendor junto con algunos edificios coloniales que pintados con colores chillones en tonalidades verdes, rosas y azules.

Hay mucho que ver en la Habana Vieja. Espero volver pronto. Me encantaría hacer el próximo viaje a La Habana con mis hijas.

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Madeira es lo que es y no es para tanto. Mi marido dice que es el mejor destino insular del mundo. Será porque la ve montañosa y con abundante vegetación. A mi santo le va la selva. Yo no niego que la isla de Madeira tiene encanto. Sus olores, sus texturas, sus acantilados, las playas... Lo mejor de Madeira es que no está mega explotada por el turismo.

Nosotros hemos estado en varias ocasiones en Madeira. La última vez que estuvimos fue por viaje de placer. No queríamos ir muy lejos de España, pero tampoco queríamos salir de Europa. Mi marido me propuso un fin de semana largo en el archipiélago de Madeira. Fue un viaje bonito. Tanto como romántico no diría, pero sí bonito. A mí Madeira no me inspira romanticismo, más bien me inspira Naturaleza, cierta bohemia, amor por la selva pequeña.

Madeira no es grande. Tiene una superficie de 750,7 km² y en ella se encuentra la capital de la región autónoma, Funchal, que también es la capital y el núcleo urbano más importante de la isla. Funchal es lo menos recomendable si buscas unas vacaciones tranquilas en temporada alta. Está casi a tope de turistas.

En Madeira empiezan a especializarse en turismo. Tienen restaurantes muy modernos. Por ejemplo, el Restaurante Vistas, un restaurante sobre un acantilado que sirve platos de cocina moderna. Parece que estás comiendo en una gran ciudad europea. Mi marido pidió pescados oceánicos. Yo di buena cuenta de los crustáceos.

Después de la comilona nos fuimos al Jardín Botánico Monte Palas. Me encanta la Naturaleza domesticada. El jardín botánico se veía completito y bien cuidado. Madeira es un archipiélago que cuenta con dos islas habitadas, Madeira y Porto Santo, y tres islas menores no habitadas, llamadas colectivamente Islas Desertas, que, junto con las Islas Salvajes forman la región autónoma de Madeira. Algo parecido a una Comunidad Autónoma española.

Hablando de islas, si tienes un barquito, puedes ir hasta las Canarias. Quedan a 500 kilómetros. Las islas de Madeira también son islas de origen volcánico, igual que nuestras preciosas Islas Canarias.

Os recomiendo visitarlas. Son islas seguras. No hay ningún volcán en erupción ni se espera que empiece una montaña a echar fuego por arriba. Crucemos los dedos. Madeira ofrece varios complejos balnearios donde sacar todo el estrés de encima. Nosotros no fuimos a balnearios en esta ocasión. Tampoco practicamos deportes acuáticos. Nos dedicamos a pasear, contemplar puestas de sol de la mano y disfrutar la gastronomía. Madeira tiene buenas condiciones para la náutica de recreo y para el submarinismo. La isla de Porto Santo, en particular, es el lugar ideal para huir del estrés y realizar un programa de talasoterapia. Yo lo hice en una ocasión anterior. Fue fantástico.



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