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Rabat siempre me pareció una ciudad un tanto francesa. La capital de Marruecos se ve más limpia y ordenada que otras ciudades del país. Incluso ves un cambio en la gente que camina por sus calles. Se ve mucha ropa occidental, muchas actitudes más propias de un país europeo que del Marruecos conservador en sus costumbres.
Nosotros estuvimos en Rabat muchas veces. La última fue con motivo de un viaje de negocios de mi marido. Aprovechamos para llevar a las niñas. Queríamos que conocieran un poco el país vecino.
Mi hija mayor quedó muy sorprendida con Rabat. Le habíamos dicho que es una ciudad del siglo XII y la pobre pensaba que íbamos directos a la Edad Media de los almohades por aquellos lares.
Rabat es la ciudad más recomendable de Marruecos para unas vacaciones tranquilas. Se nota que es donde se aloja el Rey de Marruecos. Es una ciudad tranquila, segura, de espacios amplios y gente correcta. No te sientes acosada por tanto vendedor ambulante y pedigüeño. Si eres mujer y te apetecen unas vacaciones en Marruecos, Rabat es la ciudad más segura que te puedas encontrar.
A mi marido, en cambio, no le gusta mucho. Dice que Rabat no tiene el alma de Marruecos. Es cierto. Nada tiene que ver con las ciudades de Azemmour, El-Jadida y Essaouria, de laberínticas medinas dentro de unas murallas levantadas por los portugueses. Tampoco le encuentras mucho parecido con Casablanca y Agadir.
Mientras mi marido tenía sus reuniones de negocios, las niñas y yo aprovechamos para hacer turismo. Recorrimos a pie la famosa Avenue Mohammed V, desde la Gran Mezquita Essouna. Paramos en la estación ferroviaria para hacernos unas fotos. Una señora francesa muy amable fue nuestra improvisada fotógrafa. Seguimos andando, pasamos la oficina de Correos y llegamos a la medina. Me sentí en mi salsa. Allí podía dar rienda suelta a mi afición a las compras.
Ya con mi marido incorporado a nuestros paseos, nos fuimos hasta la avenue Hassan II. Vimos las murallas meridionales de la medina. Mi marido quería llegar a Salé. Le dije que mis pies no podían más. La visita a Salé, una ciudad que está allí al lado, la dejamos para el último día de nuestras vacaciones en Rabat.
No hay problema para desplazarse por Rabat. Nosotros teníamos coche de alquiler, pero no me hubiera preocupado mucho desplazarme en transporte público. Los taxis se veían limpios. Los autobuses que vi pasar parecían autobuses europeos.
Lo que me llamó la atención fue lo lejos del centro de Rabat que está su estación de autobuses. Está en la plaza Mohammed Zerktouni. También me llamó la atención que muchas compañías de autobuses sólo tuvieran letreros en árabe. No habían pensando en los turistas.
Nosotros nos alojamos en la parte nueva del Rabat. Es donde están los mejores hoteles. Los de la Medina son más baratos, pero tienen más cucarachas. Mi santo quería ir para un camping que hay en Salé. Le dije que ni hablar, y menos llevando a mis hijas
A lo que sí accedí fue a probar la comida de los puestos de comida. Hay un enorme mercado cubierto desde la entrada de la medina hasta la plaza du Marché. Mi perdición fueron los pastelillos andaluces de carne. Consiguieron que engordara tres kilos.
Os recomiendo visitar Rabat. Hay templos en lo que no podemos entrar a los extranjeros. Tal es el caso de la Gran Mezquita Essoua, un edificio del siglo XVII vetado para los no musulmanes. Otros templos se pueden visitar sin problema.
En todo caso, nosotros no queríamos unas vacaciones religiosas. Decidimos enfocarnos en enseñar a nuestras niñas las zonas más caras de la capital de Marruecos, los barrios de los ricos. Recorrimos las calles de los barrios de Les Orangers, Aviation, Mabel, Hassan y Agdal Hay Riad. Ves la riqueza de los vecinos en las viviendas de lujo que hay. A mis hijas les gustaban mucho las casas en los barrios Souissi y Embajadores. Tienen gustos caros igual que servidora.
Rabat está cambiando mucho con dos proyectos que están llevando a cabo las autoridades. En la desembocadura del río Bo Regreg, sobre sus dos orillas, se construyen hoteles, residencias de lujo de estilo árabe-andaluz. Ese es el primer proyecto.
El proyecto Sephira también se centra en el sector del lujo. Pretende organizar la cornisa del litoral atlántico mediante la construcción de hoteles, un teatro, un complejo deportivo y residencias de lujo de estilo contemporáneo.
Sólo por ver tanto derroche para contentar a los ricos, merece la pena volver pronto a Rabat. Como dice mi marido, lo mejor de lo mejor lo encuentras en los países denominados pobres. Los ricos viven muy bien cuando hay mucha gente pobre.
Nosotros estuvimos en Rabat muchas veces. La última fue con motivo de un viaje de negocios de mi marido. Aprovechamos para llevar a las niñas. Queríamos que conocieran un poco el país vecino.
Mi hija mayor quedó muy sorprendida con Rabat. Le habíamos dicho que es una ciudad del siglo XII y la pobre pensaba que íbamos directos a la Edad Media de los almohades por aquellos lares.
Rabat es la ciudad más recomendable de Marruecos para unas vacaciones tranquilas. Se nota que es donde se aloja el Rey de Marruecos. Es una ciudad tranquila, segura, de espacios amplios y gente correcta. No te sientes acosada por tanto vendedor ambulante y pedigüeño. Si eres mujer y te apetecen unas vacaciones en Marruecos, Rabat es la ciudad más segura que te puedas encontrar.
A mi marido, en cambio, no le gusta mucho. Dice que Rabat no tiene el alma de Marruecos. Es cierto. Nada tiene que ver con las ciudades de Azemmour, El-Jadida y Essaouria, de laberínticas medinas dentro de unas murallas levantadas por los portugueses. Tampoco le encuentras mucho parecido con Casablanca y Agadir.
Mientras mi marido tenía sus reuniones de negocios, las niñas y yo aprovechamos para hacer turismo. Recorrimos a pie la famosa Avenue Mohammed V, desde la Gran Mezquita Essouna. Paramos en la estación ferroviaria para hacernos unas fotos. Una señora francesa muy amable fue nuestra improvisada fotógrafa. Seguimos andando, pasamos la oficina de Correos y llegamos a la medina. Me sentí en mi salsa. Allí podía dar rienda suelta a mi afición a las compras.
Ya con mi marido incorporado a nuestros paseos, nos fuimos hasta la avenue Hassan II. Vimos las murallas meridionales de la medina. Mi marido quería llegar a Salé. Le dije que mis pies no podían más. La visita a Salé, una ciudad que está allí al lado, la dejamos para el último día de nuestras vacaciones en Rabat.
No hay problema para desplazarse por Rabat. Nosotros teníamos coche de alquiler, pero no me hubiera preocupado mucho desplazarme en transporte público. Los taxis se veían limpios. Los autobuses que vi pasar parecían autobuses europeos.
Lo que me llamó la atención fue lo lejos del centro de Rabat que está su estación de autobuses. Está en la plaza Mohammed Zerktouni. También me llamó la atención que muchas compañías de autobuses sólo tuvieran letreros en árabe. No habían pensando en los turistas.
Nosotros nos alojamos en la parte nueva del Rabat. Es donde están los mejores hoteles. Los de la Medina son más baratos, pero tienen más cucarachas. Mi santo quería ir para un camping que hay en Salé. Le dije que ni hablar, y menos llevando a mis hijas
A lo que sí accedí fue a probar la comida de los puestos de comida. Hay un enorme mercado cubierto desde la entrada de la medina hasta la plaza du Marché. Mi perdición fueron los pastelillos andaluces de carne. Consiguieron que engordara tres kilos.
Os recomiendo visitar Rabat. Hay templos en lo que no podemos entrar a los extranjeros. Tal es el caso de la Gran Mezquita Essoua, un edificio del siglo XVII vetado para los no musulmanes. Otros templos se pueden visitar sin problema.
En todo caso, nosotros no queríamos unas vacaciones religiosas. Decidimos enfocarnos en enseñar a nuestras niñas las zonas más caras de la capital de Marruecos, los barrios de los ricos. Recorrimos las calles de los barrios de Les Orangers, Aviation, Mabel, Hassan y Agdal Hay Riad. Ves la riqueza de los vecinos en las viviendas de lujo que hay. A mis hijas les gustaban mucho las casas en los barrios Souissi y Embajadores. Tienen gustos caros igual que servidora.
Rabat está cambiando mucho con dos proyectos que están llevando a cabo las autoridades. En la desembocadura del río Bo Regreg, sobre sus dos orillas, se construyen hoteles, residencias de lujo de estilo árabe-andaluz. Ese es el primer proyecto.
El proyecto Sephira también se centra en el sector del lujo. Pretende organizar la cornisa del litoral atlántico mediante la construcción de hoteles, un teatro, un complejo deportivo y residencias de lujo de estilo contemporáneo.
Sólo por ver tanto derroche para contentar a los ricos, merece la pena volver pronto a Rabat. Como dice mi marido, lo mejor de lo mejor lo encuentras en los países denominados pobres. Los ricos viven muy bien cuando hay mucha gente pobre.
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Una amiga mía compró una casita en Orbaneja del Castillo, un pueblo de Burgos que está encima de un cañón, junto a uno de los meandros del río Ebro. Es un pueblo de postal, desde el que mi amiga teletrabaja en plena naturaleza.
Yo no sé si sería capaz de vivir allí todo el año. Soy muy urbanita. En Orbaneja del Castillo no oyes tráfico, ruidos de ciudad llena de gente con prisas. Sólo se escuchan los sonidos propios de la Naturaleza: el pajarito que trina, los grillos, el ruido del agua del río, las conversaciones calladas de los vecinos, muchos de ellos ancianos.
Nosotros pasamos dos días invitados por nuestra amiga. Mi marido decía que esta villa burgalesa es un milagro de la naturaleza aprovechada por el hombre. Tenía razón. Las casas tan próximas al río, tuvieron en su día el agua garantizada. No era necesario andar para recoger cubos del líquido elemento vital.
El caserío de Orbaneja del Castillo se va descolgando adaptándose a una geología fascinante, que recuerda ambientaciones de películas. Abajo, en el fondo del cañón, el caudal del río discurre haciéndose notar más en invierno que en verano. Por encima, todo un espectáculo de farallones calizos que el agua y el viento han erosionado a su capricho.
Nosotros lo pasamos de cine haciendo turismo por este pequeño pueblo castellano. Nos hicimos fotos ante la cascada que corre por las calles de Orbaneja. Llegamos hasta la Cueva del Agua, en lo alto de la villa. Es de donde sale la cascada de agua que se precipita cuesta abajo para acabar en una serie de saltos que dan al río.Mi marido quería nadar en aquellos charcos. Le quité la idea de la cabeza. Los ríos son muy peligrosos, sobre todo el río Ebro, uno de los más grandes de España.
Los vecinos en este bonito pueblo son pocos. Nos dijo un señor muy amable que eran cincuenta. El señor vivía dos casas más abajo que mi amiga. La gente va toda para Madrid. Deberían quedarse a vivir en estas pequeñas localidades, con mayor calidad de vida natural.
Mi amiga, en cambio, esta encantada con el estilo montañés de su casa, con el silencio, con los vecinos. Las casas son muy parecidas. Se rata de caserones de piedra con resistentes balconadas de madera. En los siglos pasados se construía mucho mejor que hoy en día.
Os recomiendo visitar Orbaneja del Castillo, un pueblo en el que vive poca gente durante todo el año. Sólo en verano se incrementa algo la población con los visitantes, pero, afortunadamente, no llega el turismo masivo. El pueblo tiene mucho encanto en todas las épocas del año.
Lo que no tiene Orbaneja del Castillo es castillo. No queda nada de nada de algún castillo que por allí hubiera. Nos dijo el vecino de mi amiga que no había ruinas. Es una pena. Un castillo siempre atrae más turistas a los pueblos.
El mayor encanto de Orbaneja del Castillo es el río, un Ebro que se vuelve salvaje con sus cascadas y sus meandros. Puedes pasar horas mirando aquella agua que corre como si tuviera motor.
Yo no sé si sería capaz de vivir allí todo el año. Soy muy urbanita. En Orbaneja del Castillo no oyes tráfico, ruidos de ciudad llena de gente con prisas. Sólo se escuchan los sonidos propios de la Naturaleza: el pajarito que trina, los grillos, el ruido del agua del río, las conversaciones calladas de los vecinos, muchos de ellos ancianos.
Nosotros pasamos dos días invitados por nuestra amiga. Mi marido decía que esta villa burgalesa es un milagro de la naturaleza aprovechada por el hombre. Tenía razón. Las casas tan próximas al río, tuvieron en su día el agua garantizada. No era necesario andar para recoger cubos del líquido elemento vital.
El caserío de Orbaneja del Castillo se va descolgando adaptándose a una geología fascinante, que recuerda ambientaciones de películas. Abajo, en el fondo del cañón, el caudal del río discurre haciéndose notar más en invierno que en verano. Por encima, todo un espectáculo de farallones calizos que el agua y el viento han erosionado a su capricho.
Nosotros lo pasamos de cine haciendo turismo por este pequeño pueblo castellano. Nos hicimos fotos ante la cascada que corre por las calles de Orbaneja. Llegamos hasta la Cueva del Agua, en lo alto de la villa. Es de donde sale la cascada de agua que se precipita cuesta abajo para acabar en una serie de saltos que dan al río.Mi marido quería nadar en aquellos charcos. Le quité la idea de la cabeza. Los ríos son muy peligrosos, sobre todo el río Ebro, uno de los más grandes de España.
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