Ibiza no es todo fiesta. También puedes disfrutar en esta famosa isla de las Baleares unas vacaciones románticas y tranquilas. Lo pude comprobar este verano en primera persona cuando viajé con mi marido en una escapada de dos.
La verdad es que le sacamos partido a los tres días que estuvimos por allí, en medio de turistas adinerados. Esto fue lo que hicimos:
Día 1: Llegada
Llegamos a Ibiza por la mañana y nos dirigimos directamente a nuestro hotel boutique, situado en una cala tranquila. Después de instalarnos, decidimos explorar los alrededores y encontramos una pequeña playa casi desierta. Pasamos la tarde tomando el sol desnudos y nadando en las aguas cristalinas. Por la noche, cenamos en un restaurante local con vistas al mar, disfrutando de una deliciosa paella y una copa de vino blanco que me puso un poco piripí.
Día 2: Turismo cultural
Nos levantamos temprano y alquilamos una moto para recorrer la isla. Nuestra primera parada fue el casco antiguo de Ibiza, Dalt Vila, donde paseamos por las calles empedradas y visitamos la catedral. Después, nos dirigimos a un mercadillo hippie en Las Dalias, donde compramos algunos recuerdos artesanales. Siempre compramos recuerdos para la familia cuando viajamos. Mi suegra y mi madre no nos perdonan esos pequeños detalles que te venden en las tiendecitas de recuerdos para turistas. Por la tarde, fuimos a una cala escondida para hacer snorkel y ver la vida marina. Últimamente me estoy volviendo valiente. Me lanzo a practicar deportes acuáticos como una deportista de las Olimpiadas. Terminamos el día con una cena romántica en un chiringuito, viendo la puesta de sol sin pensar en nada. ¡Qué bien se vive de vacaciones!
Día 3: Turismo de Naturaleza
El último día lo dedicamos a la naturaleza. Hicimos una caminata por el Parque Natural de Ses Salines, disfrutando de las vistas y observando las aves. Luego, nos relajamos en la playa de Ses Salines, una de las más bonitas de la isla. Me hacía falta el descanso. Estaba que no podía con mis pies pese a llevar calzado adecuado. Antes de regresar al hotel para recoger nuestras cosas, hicimos una última parada en un spa para un masaje relajante. Finalmente, tomamos un vuelo de regreso a casa, sintiéndonos renovados y más enamorados que nunca tras unas vacaciones románticas que queremos repetir. Mi marido pudo descubrir una Ibiza bastante distinta a la que habíamos vivido en otros viajes. Estábamos tan felices que no echamos de menos ni a nuestras hijas.
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