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Tuesday, June 19, 2007

Alumna de la vida

No me gustan los finales. Estamos en los últimos días de clases y me deprimo. Casi no puedo hablar. Un nudo me oprime el estómago.

-¿Está afónica, profe Sophia?

Oigo a Pablito en un eco que sé que no es un eco. Son las voces chillonas de sus compañeros de pupitre. Hablan del Real Madrid.

Tengo que decirles que se callen. Exigirles respeto a la Historia.

-No nos hable de la Revolución Francesa, profe. Preferimos oír a Pablito.

Pablito continua en la conquista de América. Monta un acalorado debate sobre la Inquisición. Creo que tengo fiebre. No, yo no quiero ser profesora toda mi vida.

Bebo un tragito de refresco de limón Font Vella. Está caliente. Voy a tener que traer una nevera portátil para poder tomar una bebida fría que alivie mis sufrimientos de profesora.

-Pase la lata, profe.
-Respetame, chaval. Yo no soy una colega.

Pablito salta en mi defensa. Dice que soy como los conquistadores españoles: cometo menos abusos que otros profesores. Deben dejarme beber refrescos de Font Vella.

-Gracias, Pablito.
-Le recomiendo que pruebe la lata de Font Vella sabor melocotón. Si no lo hace, le diré a la directora que bebe en clase.
-No me amenaces.
-Haré como Fray Bartolomé de las Casas: le enviaré una carta de protesta a doña Manolita como si ella fuera el Rey de España.
-Querrás decir reina.
-Rey -insistió Pablito-. Doña Manolita es tan mala como un dictador, y todos los directores son hombres.

Me atraganto. Gracias a que el refresco de Font Vella no tiene gas, no me mata la tos.

-Si tomara Coca Cola no tosería, profe -dice una voz en el fondo de la clase.

Pablito defiende las ventajas de mi refresco sin azúcar.

-Mi padre, que es como los dos Reyes Católicos juntos, me ha dado órdenes de tratar bien a los fabricantes de agua con sabor a refresco. Os obligo a comprarme una botella.

Pablito saca de su mochila varias botellas de refresco Font Vella con sabor melocotón.

No pudo haber elegido peor momento. Doña Manolita entra en el aula hecha una furia.

-Se oyen los gritos en mi despacho, Sophia. ¿Qué hacen estos niños bebiendo en clase?... ¿Y tú?
-Tenga una botella, doña Manolita. Pruebe el exquisito refresco de melocotón.

La directora echa las manos a la cabeza, destroza su peinado de rizos, grita. Mi cabeza da vueltas . Vuelvo a beber y empiezo a ser otra. Esto es vida, me digo. Ni una caloría. Le quito a Pablito la botella de las manos.

-¿No tienes una lata?
-Tengo la botella grande.

Decididamente la Font Vella refresco está mejor en lata.

-Es usted víctima del marketing, profe Sophia. Prefiere las latas porque tienen un envase más llamativo.

Se equivoca Pablito. Yo sólo soy víctima de un destino que no me gusta. Un destino que no se arregla bebiendo agua edulcorada sin azúcar, con sabores variados y cero calorías. Tampoco se arregla con el sermón que me echa doña Manolita.

-Recuerda que eres profesora.

¿Soy profesora? No, yo soy una alumna de la vida. Aún no he dejado de ser aprendiz de mis errores.



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