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En casa ocupo mi tiempo haciendo la limpieza. Es un trabajo cansado, pero prefiero hacerlo yo a tener una persona extraña moviéndose por mi privacidad íntima. Le dije a Carlos que despidiera a la asistenta. La buena mujer parece que no se enteró de que está despedida. Los martes y jueves la tengo dentro de casa cuando regreso del supermercado. -Le he dicho que no viniera, señora. -Doña Margot me paga cuatro horas los martes y jueves. -Siga cobrando, pero no venga. -Si no vengo, se lo tengo que decir a doña Margot. -Haga lo que quiera. La mujer siguió pasando el aspirador por el suelo impoluto. Las alfombras del salón las aspiró hasta que llegó Carlos. -Cariño, dile a esa mujer que se puede ir. Necesitamos intimidad. Mi chico se negó a decírselo. Él no habla con las domésticas. Tuvimos que esperar dos horas hasta que la asistenta marchó sin despedirse. -Ésa vuelve el jueves. -Mamá le paga por venir. -Hablemos de lo que importa, amor. Le conté mis averiguaciones sobre la contabilidad B de don José. -Hace los asientos a mano con caligrafía de cartilla Rubio. Carlos mira las fotocopias preocupado. No me extraña: hay muchas pérdidas.
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