Aprovechando que el gato estaba callado, me tiré en el sofá a dormir la siesta. Si regresaba Margot despertaría con su vozarrón de militar frustrada.
Así fue. Su conversación me trasladó al mundo de los despiertos con gran sobresalto. Retoqué los labios y me mentalicé rápidamente para ejercer de aspirante a nuera.
-La cara de la Virgen se plasmó sobre este Miró -le explicaba a la experta en milagros.
No pude reprimir un ataque de risa. El Miró de la pared era un cuadro que le compré a un pintor en la feria de artesanía de Méndez Núñez. Nunca había conocido al renombrado artista el lienzo sobre el que , según Margot, se posó la cara de la Virgen.
-¿Eres tonta? Estamos hablando de cosas serias.
-Soy católica no practicante -repliqué.
La experta se presentó como Claudia Belén. Intentó darme dos besos, pero no se lo permití. Yo a los expertos en divinidades les tengo mucho respeto.
-Hijo, prepara un café para doña Claudia Belén -le pidió Margot a Carlos
-Perdone, prefiero un vaso de leche templada.
Acompañe a mi chico a la cocina para explicarle que la leche templada se conseguía calentándola en el microondas y enfriándola en la nevera.
-Mejor preparala tú, Sophia.
-No, amor. Tu madre sólo confía en ti.
Margot comprobó que debe confiar menos en su hijo para tareas domésticas: el vaso explotó dentro del microondas. Afortunadamente no causó daños materiales irreparables. El vaso roto no fue una gran pérdida y el horno siguió funcionando igual de bien que antes de la explosión.
-¿Creo que hay algo raro -comentó la experta.
Me aparté de debajo de la lámpara del salón rápidamente. No ocurrió nada. Me volvía a situar debajo de la lámpara y noté que se movía.
-¡Cae la lámpara! -chillé.
Así fue. La segunda lámpara del salón cayó sobre el parquet con gran estrépito.
¿Chef por primera vez? - Sé un mejor Cocinillas.
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