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Uno de los balnearios que más le gustan a mi madre son las Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona. Yo creo que le gusta porque disfruta rodeada por la gente guapa de Barcelona. Las Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona, llevan años y años siendo el sitio de descanso de la gente rica de la ciudad condal.
La verdad es que se está bien en un ambiente muy inglés al que ayuda hasta el propio edificio. Miras para su fachada de color pastel, elegante, y te sientes casi en Inglaterra. Vuelves a la realidad mirando el jardín mediterráneo que te hace pensar más en casa que en la Gran Bretaña.
Estas termas fueron inauguradas el año 1874. Siguen funcionando tan bien como en sus inicios. A esto ayuda su buena ubicación. Están a un paso de Barcelona y lindan con el Parque Natural del Montseny.
Yo siempre me siento muy cómoda en sus habitaciones de balneario. Las camas tienen los cabeceros de forja y los muebles son antiguos de anticuario. Me gusta la decoración. Es una decoración en tonos cremas suaves que hacen juego con la fachada de las termas.
Pero no son sus habitaciones lo que llaman la atención. La atención te la llama el culto al agua que hay en el recinto. Desde las piscinas con sus hamacas rodeándolas hasta las aguas estancadas y movibles para los tratamientos de belleza tienen el protagonismo absoluto.
Culto al agua y culto al cuerpo. Las Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona cuentan con más de cien tratamientos de salud y belleza. Yo nunca sé cuál elegir. Es mi madre la que elige por las dos. Son todos tratamientos personalizados. Creen saber lo que necesitas. Yo suelo poner personalmente la personalización. No me gusta dejar hacer. Prefiero que se tenga en cuenta mi opinión porque nadie mejor que yo conoce mi cuerpo.
Os recomiendo Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona. Tienen especialistas en quiromasaje, fisioterapia, medicina general o estética. También tienen cocina sana. Mi madre, en cambio, pasa de sus platos de cocina dietética. Tanto ella como servidora pedimos menú de cocina payesa. Es igual de sana que la cocina dietética y mucho más sabrosa. Los kilos que nos mete la comida nos los quitan con los masajes y la mucha natación que hacemos en las Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona.
La verdad es que se está bien en un ambiente muy inglés al que ayuda hasta el propio edificio. Miras para su fachada de color pastel, elegante, y te sientes casi en Inglaterra. Vuelves a la realidad mirando el jardín mediterráneo que te hace pensar más en casa que en la Gran Bretaña.
Estas termas fueron inauguradas el año 1874. Siguen funcionando tan bien como en sus inicios. A esto ayuda su buena ubicación. Están a un paso de Barcelona y lindan con el Parque Natural del Montseny.
Yo siempre me siento muy cómoda en sus habitaciones de balneario. Las camas tienen los cabeceros de forja y los muebles son antiguos de anticuario. Me gusta la decoración. Es una decoración en tonos cremas suaves que hacen juego con la fachada de las termas.
Pero no son sus habitaciones lo que llaman la atención. La atención te la llama el culto al agua que hay en el recinto. Desde las piscinas con sus hamacas rodeándolas hasta las aguas estancadas y movibles para los tratamientos de belleza tienen el protagonismo absoluto.
Culto al agua y culto al cuerpo. Las Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona cuentan con más de cien tratamientos de salud y belleza. Yo nunca sé cuál elegir. Es mi madre la que elige por las dos. Son todos tratamientos personalizados. Creen saber lo que necesitas. Yo suelo poner personalmente la personalización. No me gusta dejar hacer. Prefiero que se tenga en cuenta mi opinión porque nadie mejor que yo conoce mi cuerpo.
Os recomiendo Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona. Tienen especialistas en quiromasaje, fisioterapia, medicina general o estética. También tienen cocina sana. Mi madre, en cambio, pasa de sus platos de cocina dietética. Tanto ella como servidora pedimos menú de cocina payesa. Es igual de sana que la cocina dietética y mucho más sabrosa. Los kilos que nos mete la comida nos los quitan con los masajes y la mucha natación que hacemos en las Termes La Garriga en La Garriga, Barcelona.
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En San Román de Escalante en Escalante, Cantabria, disfrutamos de una casona del siglo XVII convertida en hotel rural para que sus dueños se forren sin trabajar mucho. No está mal la casa. La tenían limpia y bien restaurada. Sólo por el cuidado jardín que tienen vale la pena alojarse un fin de semana. Disfrutas la naturaleza, el silencio y la tranquilidad en un paraje idílico de arboles.
Yo aproveché para avanzar con lecturas que tenía pendientes mientras mis hijas correteaban a sus anchas por los campos verdes que rodean la casa. La casona está junto a la ermita románica de Escalante. Fuimos a verla el domingo, aprovechando que había misa y que mi madre quería ir a rezar. Mi progenitora es de las que ve una iglesia y tiene que entrar a encender velitas por toda la familia.
No hacía falta salir de la casona para rezar. Su decoración con pinturas, esculturas y antigüedades invitaba a la meditación y a acercarte al Dios que existe para mucha gente. Casi me agobié con aquella decoración de museo de provincia. Mi chico, en cambio, estaba como en la casa de su abuela. No tenía ganas de marchar de un edificio en el que había piedra, tejas, mucha madera y cristales que habían visto otros tiempos y se habían mojado con otras lluvias. Esa fue otra: llovió a mares los dos días que estuvimos en San Ramón de Escalante en Escalante, Cantabria.
Entre chaparrón y chaparrón pudimos disfrutar algo del jardín y salir de unas habitaciones en las que sólo había muebles antiguos. Pensar en la gente que habría dormido en mi cama en tiempos pasados casi me deprime. ¿Habrían estado muy enfermos? Limpié toda la cama con toallitas húmedas. Siempre lo hago para desinfectar lo que se puede desinfectar. Las cortinas que tenía la cama enganchadas en un dosel se las hice quitar. Eran más de lo que yo podía soportar.
Lo mejor que puedo decir de San Ramón de Escalante en Escalante, Cantabria, es que engordé dos kilos y medio. Los necesitaba. Me había pasado con una dieta de adelgazamiento el mes anterior. Los kilos volvieron a mi cuerpo gracias a la buena cocina que hacen en su restaurante. Todos los platos que sirven son recetas de cocina cantábrica de las abuelas. Engordas aunque no quieras.
El último día había una fiesta. Una empresa había alquilado la carpa que tienen colocada detrás de la casona para celebrar eventos. Me comentaron los empleados que hacen muchos eventos y reuniones en la carpa. Fue un placer coincidir con una de las fiestas. Aquello se animó mucho. Justo pro eso os recomiendo este pequeño hotel. Si vas y te coincide una fiesta no te aburres.
Yo aproveché para avanzar con lecturas que tenía pendientes mientras mis hijas correteaban a sus anchas por los campos verdes que rodean la casa. La casona está junto a la ermita románica de Escalante. Fuimos a verla el domingo, aprovechando que había misa y que mi madre quería ir a rezar. Mi progenitora es de las que ve una iglesia y tiene que entrar a encender velitas por toda la familia.
No hacía falta salir de la casona para rezar. Su decoración con pinturas, esculturas y antigüedades invitaba a la meditación y a acercarte al Dios que existe para mucha gente. Casi me agobié con aquella decoración de museo de provincia. Mi chico, en cambio, estaba como en la casa de su abuela. No tenía ganas de marchar de un edificio en el que había piedra, tejas, mucha madera y cristales que habían visto otros tiempos y se habían mojado con otras lluvias. Esa fue otra: llovió a mares los dos días que estuvimos en San Ramón de Escalante en Escalante, Cantabria.
Entre chaparrón y chaparrón pudimos disfrutar algo del jardín y salir de unas habitaciones en las que sólo había muebles antiguos. Pensar en la gente que habría dormido en mi cama en tiempos pasados casi me deprime. ¿Habrían estado muy enfermos? Limpié toda la cama con toallitas húmedas. Siempre lo hago para desinfectar lo que se puede desinfectar. Las cortinas que tenía la cama enganchadas en un dosel se las hice quitar. Eran más de lo que yo podía soportar.
Lo mejor que puedo decir de San Ramón de Escalante en Escalante, Cantabria, es que engordé dos kilos y medio. Los necesitaba. Me había pasado con una dieta de adelgazamiento el mes anterior. Los kilos volvieron a mi cuerpo gracias a la buena cocina que hacen en su restaurante. Todos los platos que sirven son recetas de cocina cantábrica de las abuelas. Engordas aunque no quieras.
El último día había una fiesta. Una empresa había alquilado la carpa que tienen colocada detrás de la casona para celebrar eventos. Me comentaron los empleados que hacen muchos eventos y reuniones en la carpa. Fue un placer coincidir con una de las fiestas. Aquello se animó mucho. Justo pro eso os recomiendo este pequeño hotel. Si vas y te coincide una fiesta no te aburres.
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