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Sunday, February 16, 2020

Mis vacaciones más gastronómicas



1

Oporto es una ciudad que me encanta. Pasé muchas vacaciones estivales de niña con mis padres y con mi hermana. Por eso volver a Oporto siempre es un placer. La última vez nos alojamos en el Hotel Vincci Porto en Oporto, Portugal, un hotel que está en el edificio de la antigua Bolsa de Pescado, un edificio de la arquitectura industrial moderna de Oporto.

El hotel está muy bien. Han conservado la fachada con bajorrelieves que evocan la vida de los pescadores locales de la ciudad. En su interior una recepción moderna en una estructura que recuerda la arquitectura industrial te hace temer habitaciones más parecidas a salas de máquinas que a habitaciones como las de tu casa. Nada de eso hay. Todas las habitaciones están lejos del recuerdo del uso inicial de aquellas estancias. Los decoradores han tenido la gran idea de dejar para estancias comunes alturas y paredes de antaño, pero, para las habitaciones de los huéspedes optaron por lo clásico con un toque informal de hotel barato.

Muy barato no es el Hotel Vincci Porto en Oporto, Portugal. Pagamos por nuestra habitación 120 euros noche. Era de las más grandes. Además de la zona de la cama teníamos una zona de sala de estar. Me encantaron los sillones color naranja de frutería y estilo Ikea a juego con una mesa del mismo color alegre.

Os recomiendo este hotel, sobre todo por la comida de su restaurante. Se llama 33Alameda. Es un restaurante con cocina tradicional con un toque personalizado y vanguardista. A mi santo le encantó el bacalao. Yo di buena cuenta del solomillo de ternera. Son dos de las mejores especialidades del restaurante del Hotel Vincci Porto en Oporto, Portugal.

Mi marido quedó más contento que yo con el hotel. Le gustaron mucho los armarios. Teníamos un armario enorme. Hacía tiempo que no encontraba un armario en el que cabían todos mis trapitos. Mi santo no lo quería creer. No había ninguna maleta ocupando espacio entre la cama y los sillones. Mis hijas también estuvieron muy contentas en la cama auxiliar, casi tan grande como la cama de matrimonio, que había para ellas. Era una habitación luminosa decorada en tonos cremas y blancos. Me gustó.


2

Comer en Madrid los famosos pintxos del País Vasco es posible. Sólo tienes que entrar en Perretxico, una taberna vasca de la capital de España igualita a la que hay en Vitoria-Gasteiz. Yo no voy mucho porque siempre que me paso por allí acabo con un par de kilos más. Es comer una tapita e ir a por otra. Me pongo hasta las cejas, sobre todo con unos choricitos que tienen.

Perretxico está incluida en la guía Michelin. Fue por ahí por donde llegó a oídos de mi santo la existencia de este establecimiento. Unos amigos suyos van a todo lo que tiene estrellas Michelin. Mi marido no quiere ser menos. Yo no le hago mucho caso a la famosa guía a la hora de elegir restaurante. No siempre aciertan. En el caso de Perretxico hay que reconocer que el acierto de los de las famosas estrellas es total. Sales con el estómago contento.

Os recomiendo Perretxico y sus deliciosos pintxos. Siempre encuentras alguno que te enamora. Las pasadas Navidades comí un turrón de foie que estaba que te chupabas los dedos. Hasta les gustó a mis hijas. Les tuve decir que no pidieran mucho turrón porque era muy caro. Esa es la desventaja de Perretxico: sus precios. No es un restaurante para pobres.

Nosotros vamos bastante. A mi marido le gusta mucho el donut de cocido. La última vez se animó con el capuccino de Idiazabal trufé con tomate. No supé ni que comía, pero era delicioso. Tienen un cef que merece todos los premios que le han dado. Inventa mucho. Se llama Josean Merino. Este chef hace recetas tradicionales, pero también cocina creativa.

La decoración del local me gusta. Tiene unos murales modernos en las paredes que le dan un toque informal chic. Las mesas son de madera, las sillas también de madera estilo antiguo y las copas y platos impecables.



3

En el Hotel Palacio CoolRooms me sentí como una Reina. Está en Madrid, en un antiguo palacio que conserva su decoración de antaño añadiendo las modernidades que necesitas para estar cómoda. El cuarto de baño, por ejemplo, es tal cual de otra época. Me costó un poco meterme en una bañera estilo primeras bañeras de la humanidad. Una no está muy despierta por las mañanas para levantar las piernas y entrar en una bañera en mitad de un cuarto de baño inmenso.

La habitación que nos dieron era enorme. Techos altos, paredes pintadas de color crema señorial, camas enormes y unas ventanas que tenían vistas a los edificios de los alrededores. Pare tener mejores vistas tenías que subir a la azotea. Allí tenían una especie de jardín con sillones y mesas que invitaba a leer el último libro pendiente de lectura mirando los tejados de Madrid.

Mi marido pasó de las vistas de la azotea y se sumó a la experiencia de circular por Madrid en una Harley Davidson. Crucé los dedos. Mis hijas no merecían un disgusto. No me gustan nada las motos. Ni siquiera la Harley Davidson tiene mis simpatías. No fue la única experiencia de las que ofrece el Hotel Palacio CoolRooms a sus huéspedes a la que se sumó mi santo. También se le antojó un Bently para hacer una ruta con picnic incluido. Allí nos fuimos los cuatro. Mis hijas disfrutaron más el picnic que servidora. Lo que sí disfruté fue el tratamiento de belleza de Beauty Concept. Me dejó nueva.

Os recomiendo el Hotel Palacio CoolRooms tanto por la calidad de sus habitaciones como por las experiencias que nos ofrece a los clientes. Es un alojamiento muy chulo en el centro de Madrid. Lo que más disfruté fue la experiencia de ir de tiendas con una estilista. Nunca nadie me había dicho tantas veces lo guapa que soy. Si le hubiera hecho caso, hubiera dejado a mi marido pobre comprando todo lo que me gustaba y ella me indicaba como estupendo para mi persona. Pero fue una experiencia increíble. Una estilista es una persona que te entiende, que sabe que eres una mujer que es feliz comprando.

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