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Wednesday, July 29, 2020

Mis vacaciones con Sancho de Estrada

1

Sancho de Estrada en Solosancho, Ávila, es una casa-castillo rural que encuentras tomando un desvío de la carretera Gredos-Ávila, a la derecha, poco antes de llegar a Solosancho. A nosotros nos habían hablado maravillas de esta casa de piedra unos amigos. Por eso fuimos. Queríamos comprobar in situ si era para tanta alabanza.

Una vez allí me sentí en la Edad Media. Los cimientos del Castillo de Villaviciosa son de la época romana. Los muros de este alojamiento rural son más recientes, datan de los años en que Sancho de Estrada, un señor de Asturias que vino a defender Ávila de los musulmanes. El tiempo no ha pasado por allí. Ves las aspilleras, los herrajes en las puertas, con realce de unos muros de cantería ruda y afiladas aristas. Pudimos ver como en algunas partes el grosor de las paredes era de tres metros. No hay bala que las traspase. Más bien se necesita una guerra con misiles para derribar aquello. Mi marido nos sacó fotos debajo de los escudos de armas que decoran las paredes exteriores. Me sentí como una Reina castellana.

No encuentras lujos en el interior del castillo. Nuestras habitaciones eran de lo más severo. Pregunté si había habitaciones de decoración más alegre y me dijeron que no. Todas las habitaciones habían sido decoradas con estilo castellano austero. Mucho mejores eran las vistas que había desde las ventanas: veías kilómetros y kilómetros de páramo castellano que acababa en barrancos y en picos de montañas.

Os recomiendo alojaros en Sancho de Estrada. Puedes hacer mucho turismo cultural por los alrededores. Nosotros fuimos andando hasta las ruinas del castro de Ulaca. También nos pasamos por el Castillo medieval de Villaviciosa. Es una zona de castillos. A unos cuatro kilómetros está el Castillo de Aunque-os-pese. Su nombre hace alusión a una leyenda.

Lo pasamos mejor visitando los alrededores que en la casa-castillo. A Sancho de Estrada le falta adecuarse a los tiempos modernos. En su afán de tenerlo todo medieval, sus responsables se olvidaron de las comodidades que echamos de menos los turistas. Pero, aun así, como os decía, me parece un alojamiento recomendable. Estás en un lugar tranquilo, en plena naturaleza. Ávila ciudad queda a sólo veinte kilómetros. No debes perderte una visita al Valle de Amblés. Está a unos treinta kilómetros. Son unos cuantos kilómetros de ganado vacuno a sus anchas en los campos. A mis hijas les hizo mucha ilusión ver las vacas en libertad.



2

Una de las ciudades de Marruecos donde mejor lo pasé fue en Chechaquen (Chaquen). No tiene nada que ver con Tetuán y Tánger. Es una ciudad mucho más tranquila. Además, sólo por el viaje en coche en el que disfrutas de unas maravillosas vistas de las montañas del Rif ya merece la pena ir. Desde la ciudad se ven dos montañas que tienen forma de cuerno de vaca. De ahí el nombre de la ciudad: Chechaquen (significa mira los cuernos).

Mi marido y yo paseamos por la avenue Hassan II hacia la place Mohammed V. Queríamos ir a la medina y casi nos perdimos. Finalmente, tras dar unas vueltas que no nos llevaron a ningún sitio, cogimos a la derecha, nos metimos en la rue Tarik Ibn Ziad acabamos en Bab en Sou y allí estaba la entrada a la medina. Me dejé los tacones subiendo por una calle tortuosa que se llamaba Calle Horra. Por esa calle no apta para zapatos de tacón elevado llegas a Uta el-Hammam. En la parte superior de esta plaza encuentras la ville nouvelle, una serie de edificios construidos entorno a la base de la medina.

Mi marido quería alojarse en una pensión de la medina de Chechaquen. Le habían dicho unos amigos que son pensiones bastante seguras. Le dije que se dejara de inventos baratos. Fuimos directos al Hotel Asmaa, un hotel que tiene piscina y está limpio.

La medina de Chechaquen no es grande. No entiendo como nos perdimos dos veces. Yo creo que fue en nuestro afán de escapar de los chavales que se te ofrecen de guía. En Chechaquen, igual que en otras ciudades de Marruecos, sólo encuentras gente que viene a timarte. Es lo que me fastidia de Marruecos. Para que te dejen tranquila tienes que vestirte como las lugareñas. Mi marido nunca quiere hacerlo. Yo no tengo problema con la vestimenta local. En Chechaquen me disfracé de joven bereber con un vestido típico. Hasta me pinté un tatuaje en la barbilla y otro en la frente para que el disfraz fuera completo. Las chicas bereberes llevan unos tatuajes muy lindos en la cara.

Os recomiendo visitar Chechaquen. Es una ciudad de Marruecos más tranquila que las ciudades de turismo extranjero masivo. Debes ver la ciudad entera. En la parte alta hay un camping. Desde esa zona las vistas de la ciudad son panorámicas. Allí es donde está el Hotel Asmaa, donde nos alojamos mi marido y yo.

También os recomiendo su gastronomía. Los pinchos morunos están muy buenos. Lo mismo puedo decir de las tortillas, tanto de la tajine de kefta como de la tajine de poulet. Pero lo que más me gustó fue el jugo fresco de naranjas que nos ponían en el desayuno. Eran naranjas recién exprimidas. Deberían tomar nota muchos hoteles españoles que no saben más que tirar de zumos de cartón.

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