Uno de los bares que más gusta a mi marido en Barcelona es el Kahiki, un local de copas que no te deja indiferente con su decoración ambientada en Hawai. Allí dentro te trasladas mentalmente al país caribeño. Todo te lo recuerda. Por ejemplo, las cañas de bambú con las que tropiezas nada más cruzar su entrada.
A mí me costó acostumbrarme a su luz tenue. Después de ir media docena de veces con mi esposo ya me he acostumbrado. Pero prefiero ir cuando cae la noche. Es un bar que tengo asociado con las copas que te tomas cuando se aproxima o ha pasado la hora de la cena. La música suave nos pone siempre románticos.
Lo que más me gusta de este bar no es su decoración y el ambiente hawaiano que tiene, sino sus cócteles sin alcohol. Por fin encontré en la Ciudad Condal un bar donde puedo ser abstemia sin morir en el intento. Están buenísimos los cócteles que no tienen nada de alcohol. También están ricos los cócteles que emborrachan. Mi santo prefiere estos últimos. Dice que los cócteles sin alcohol saben a zumos de niños. Yo los encuentro deliciosos. Será que en el fondo soy una niña.
Mi marido en este bar saca muchas fotos. Por ejemplo a los vasos donde te sirven los cócteles. Son unos vasos de cerámica muy originales. La originalidad prima en el Kahiki. De ahí su éxito. Siempre está hasta los topes.
Os lo recomiendo. Es fácil de encontrar. Está en plena Esquerra de l'Eixample. Una vez que estás dentro piensas que has llegado a Hawai. Sus dueños debieron tener en cuenta la conocida canción de Mecano cuando abrieron este bar de cócteles con y sin alcohol. Lo suyo es saber ser emprendedores de éxito.
En Barcelona es bastante conocido. Pero no es barato. Vete con la cartera bien llena para pagar. Menos mal que admiten todas las tarjetas. Pronto sumas una factura bonita para ellos y preocupante para ti.
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