Thursday, June 24, 2021

Mis vacaciones con los okupas

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Hace poco he tenido ocasión de descubrir San Vicente de Munilla, un pueblo de La Rioja que contaba con cerca de 240 habitantes en la posguerra. Era un pueblo con sus casitas, su iglesia, sus terrenos de cultivo, pero las cosas se pusieron mal para sus gentes. El futuro no era precisamente prometedor y empezaron a emigrar. San Vicente de Munilla se quedó deshabitado durante los años 50 debido a la migración de sus habitantes a las ciudades más cercanas, dejando el pueblo totalmente abandonado. El marido de una tía de mi marido fue uno de esos emigrantes. Justo con los tíos de mi esposo hicimos un viaje por la zona. El tío político de mi santo quería enseñarnos su viejo pueblo.

Cuando llegamos nos quedamos a cuadros. Pensábamos encontrar casas vacías, calles sin gente, pero encontramos nuevos inquilinos. Los okupas se habían ido haciendo con el pueblo. Los tíos de mi marido pusieron el grito en el cielo. Pero se tuvieron que calmar. La ley no castiga como debiera la okupación.

Los okupas montan como pueden su tinglado en un pueblo que necesita una rehabilitación profunda. Algunos edificios los han adecentado. Lamentablemente, no se hacen milagros sin dinero. Los okupas llevan en San Vicente de Munilla desde los años ochenta. El tío de mi marido tardó años en enterarse de que la casa de sus antepasados estaba okupada.

A este pueblo parece que sólo llegaron los okupas. Los turistas no se sienten atraídos por un grupo de casas a un kilómetro y medio de la capital del municipio. Munilla es otra cosa. San Vicente por no tener no tiene ni el acceso asfaltado. Llegas por una carretera de tierra, es decir, por lo que en Galicia llamamos una corredoira.

Os recomiendo ir a visitar este pueblo que el padrón de habitantes aparece como pueblo despoblado. En el año 1940 tenía 240 habitantes. Necesitó dos décadas para quedar con las casas vacías. Es una pena que no haya sido habitado legalmente. La okupación es un problema. La gente que vive en aquellas casas que no son suyas no están ni empadronados. Como decía mi marido, las autoridades deberían comprar las casas a sus propietarios y alquilárselas a los okupas por un alquiler razonable.


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Buscaba un hotel bien situado en Santander y lo encontré en el Gran Hotel el Sardinero. Tienes la playa del Sardinero justo enfrente. Sales del hotel y te metes en el arena.

El hotel no te deja indiferente desde el primer momento que lo ves. En un edificio singular reconstruido y restaurado sin alterar sus características primitivas. Para mí más que su estética era fundamental la ubicación. Buscaba un hotel que me evitara tirar del coche alquilado o del taxi. El Gran Hotel Sardinero está muy próximo a toda la oferta cultural, de ocio y negocio de la ciudad de Santander. Puedes desplazarte andando hasta los sitios de mayor interés turístico.

El hotel por dentro está muy bien. Han sabido conjugar la antigüedad del edificio con una decoración sobria que no olvida el aspecto práctico de los muebles. Amplias camas, con calzadores a los pies de la cama. Lo agradeces cuando la juventud empieza a olvidarse de ti. Necesitas sentarte para calzarte cómodamente. También agradeces colchones mullidos que invitan a dormir hasta el día siguiente. Las colchas blancas, a juego con la mayoría de las cortinas de las habitaciones, traen a tu cabeza una imagen de limpieza, reforzada por unos suelos impolutos. En los suelos ves tarima por todas partes. En habitaciones y pasillos la madera del suelo sube hasta media pared. Parece que la última reforma del hotel les salió cara. Aprovecharon para proteger las paredes con tarima. Así tardarán más tiempo en tener que volver a darles una mano de pintura blanca.

La luz entra a raudales por las grandes ventanas. Te asomas y ves la ciudad. Estás en el centro. Yo me sentía feliz. Mi marido, en cambio, pronto echó en falta la tranquilidad de las afueras santanderinas. Es muy de campo mi santo. Mis hijas estaban demasiado entretenidas con sus tablets para echar nada en falta. La conexión wi fi del hotel era magnífica. También lo era estupendo el gran televisor que había en la habitación. Todo de cine. Por eso os recomiendo este hotel. El Gran Hotel El Sardinero es uno de los mejores hoteles de España. Le doy un diez.

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