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Wednesday, June 02, 2021

Mis vacaciones más verdes

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Nueva York ha empezado el siglo XXI volviendo a mirar al mar. En ese nuevo concepto de urbanismo se entiende Little Island, la nueva zona verde de Nueva York. El pequeño islote ocupa los antiguos muelles 54 y 55, entre los barrios de Chelsea y el Meatpacking District. Tiene un pasado con mucha Historia. Sentados en uno de sus jardines de hierba, mi marido me contó parte de esa Historia fascinante. En el llamado Pier 54 fue donde desembarcaron los supervivientes de la tragedia del Titanic, rescatados por el RMS Carpathia. En aquel entonces aquello era muy diferente. También fue el punto de salida del RMS Lusitania, el barco inglés torpedeado sin piedad por un submarino alemán tres años después de la tragedia del Tictanic. Testigo de esa época lejana es una de las puertas originales del antiguo muelle convertida, ahora, en la entrada a Little Island. Una buena idea de reciclaje puesta en práctica.

Mirando los puentes y jardines te preguntas quién es el autor. Siempre hay una cabeza pensante. La cabeza pensante de Little Island fue Thomas Heatherwick, el arquitecto de moda de la ciudad de Nueva York y autor de otra llamativa obra no muy lejos de aquí, el Vessel de Hudson Yards. Es un arquitecto un tanto peculiar. Amante de las estructuras onduladas, Heatherwick ha dispuesto una serie de pilares de hormigón en forma de tulipán que parece navegar por el río Hudson. Más que arquitectura hizo escultura. La genialidad del parque es que su extensión, casi una hectárea, no es plana sino que está poblada de colinas, rampas y escalones. Tienes que llevar calzado adecuado. Se trata de un pequeño laberinto que te invita a perderte por sus senderos para explorar sus múltiples puntos de interés cuando andas sobrada de tiempo. Los locales no exploran tanto. Somos los turistas los que recorremos Little Island con el asombro en la cara.

Yo y mi marido estuvimos en Little Island antes de la pandemia. Esperamos poder volver pronto. Queremos llevar a las niñas para que nos digan si ven copas de champan o zapatos de tacón en las bases del puente. Mi marido decía que eran copas de champan. Yo veía zapatos de tacón. Hicimos un picnic en la colina de césped verde que llaman Main Lawn. Acabada la merienda, nos fuimos a tomar unos refrescos a The Playground, justo enfrente, donde hay varios chiringuitos para comprar pequeños bocadillos y bebidas.

Os recomiendo Little Island. Hay unas vistas increíbles desde sus tres miradores, estratégicamente levantados en las esquinas del parque. El mirador del sureste sobrevuela el puente de acceso. Desde allí ves los barrios del Meatpacking District y Chelsea. En el horizonte aparece majestuoso el Empire State Building. El mirador del suroeste, nos permite ver la desembocadura del río Hudson y los rascacielos del World Trade Center y Nueva Jersey, a cada lado. Las vistas vuelven a ser divinas. Finalmente, el observatorio noroeste nos ofrece otro punto de vista de la costa de Nueva Jersey y nos presenta el muelle 57. No debes perderte tanta belleza. Mi marido se cansó de sacar fotos. Yo pasé de las fotos. Tenía que disfrutar in situ aquellos momentos. Las fotos me sobraban.

2
Siruana en Tarragona es un pueblo que no te deja indiferente. Mi indiferencia se torno en interés cuando las nauseas me asaltaron subiendo nuestro coche la carretera serpenteante que asciende hasta Siurana. Respiré aliviada cuando llegamos. El pueblo es encantador. Está en la cima de una montaña rodeada por un precipicio que quita el hipo.

Es un pueblo con mucha Historia. Fue el último reducto musulmán de la reconquista. Cuando intentaban quitárselo a los musulmanes había una reina. Les hicieron un asedio. Aguantaron como pudieron el hambre. La reina mora, cuando no podía más, se tiró al precipicio con su caballo. Antes muerta que esclava de cristianos, debió pensar la señora.

Mi marido buscó con escaso éxito la huella de la herradura del caballo en la roca. Yo creo que no la encontró, aunque él diga que sí. Pasó horas mirando las piedras. Yo pasé horas mirando a los escaladores y a los amantes del barranquismo. Cruzaba los dedos para que mi marido siguiera buscando la huella del caballo de la Reina Mora y se olvidara de los deportes de riesgo que practicaba por allí la gente. Este miedo impidió que disfrutara del turismo tranquilo que encuentras en este bonito pueblo catalán.

No debes perderte las impresionantes vistas de la Sierra de Montsant, la Gritella y a las Montañas de Prades, el paseo por las calles empedradas de esta pequeña aldea... Fue lo que más hice: pasear. En el pueblo vive poca gente. Me contó un vecino que eran 160 personas, muchas de ellas mayores. Lo de todos los pueblos: la despoblación. Los que marcharon deberían volver a su pueblo para degustar los productos de la tierra: el aceite, vino y otras delicatessen que se pueden adquirir en sus tiendas artesanales.

Mi marido llevó varias botellas de vino. Yo compré pasteles. Estaban que te chupabas los dedos. Mis hijas los devoraron. Me han salido glotonas. La única manera de tenerlas a dieta es no poniendo comida en la mesa.
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AMANDO EN VERSO: Amores de todos los colores
TIENDA MARBELLA: Vestidos de color verde



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