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Descubrimos la isla de Lobos en Fuerteventura en unas vacaciones en esta preciosa isla del archipiélago de las Canarias sobrada de viento. Cansada de estar en la playa azotada por los vientos de Fuerteventura empecé a buscar alternativas de entretenimiento. Una opción era una excursión a la Isla de Lobos, previo permiso. Conseguí permiso para toda la familia y allá nos fuimos en barco.
La Isla de Lobos es un islote divino del océano Atlántico, al norte de Fuerteventura. Cuando llegas parece que está desértica. No lo está tanto. Allí vive gente. Es también una pedanía del municipio de La Oliva, en la provincia de Las Palmas, en las Islas Canarias.
La recorres rápido. Se trata de un pequeño islote de unos 4,5 km² situado al noreste de la isla de Fuerteventura. Poca distancia hay. En apenas 15 minutos de ferry lento llegas. Separados por el estrecho conocido como EL RIO, debido a las corrientes que actúan en los periodos de pleamar y bajamar, y cuya profundidad no excede de los 15 metros. Podrías ir nadando si te lo propusieras, cosa que es mejor no proponerse. Nadar resulta cansado. La isla puede ser vista con claridad desde Corralejo.
El nombre de la isla tiene su historia. Nos contó el guía de la excursión que su nombre se debe a que en el pasado habitaban en la isla focas monje o fraile del mediterráneo (conocidas también como lobos marinos). Todavía se ven. Aunque ahora están en peligro de extinción. Según cuentan, los pescadores eliminaron la especie ya que pensaban que su voracidad reducía los recursos marinos de la zona. No era para pensar otra cosa. Comen muchísimo. Cada uno de estos animales necesita entre 30 y 40 kilos de pescado al día. Se están realizando esfuerzos de reintroducción de los lobos marinos. No creo que los pescadores estén muy contentos.
Nosotros no vimos ningún lobo marino. Sólo vimos el de la estatua. En recuerdo a los animales que dieron el nombre a la Isla de Lobos, una estatua de focas monje da la bienvenida a todos aquellos que la visitan.
Nosotros pasamos el día andando. Sólo paramos para comer en un restaurante que hay en el islote. Después anduvimos por senderos de tierra. Mi marido quiso subir a lo alto de la montaña. Como estaba el día clarito vimos Lanzarote a lo lejos y las Dunas de Corralejo. Tienen el islote muy cuidado. El turismo aún no ha hecho estragos.
Las playas son tan vírgenes como el resto de la isla. Encontramos calas preciosas. Pero todo fue andar. Me sentí como la Eva del paraíso. Mis hijas estaban fascinadas con la gran cantidad de aves que volaban sobre nuestras cabezas. Hay muchos pajaritos en esta isla. También vimos palmeras. No muchas. Los árboles escasean.
Os recomiendo visitar Isla de Lobos. Es un paraíso canario poco conocido por los turistas del montón. Por eso, y por las limitaciones que ponen a la hora de visitarlo, se conserva tan virgen.
La Isla de Lobos es un islote divino del océano Atlántico, al norte de Fuerteventura. Cuando llegas parece que está desértica. No lo está tanto. Allí vive gente. Es también una pedanía del municipio de La Oliva, en la provincia de Las Palmas, en las Islas Canarias.
La recorres rápido. Se trata de un pequeño islote de unos 4,5 km² situado al noreste de la isla de Fuerteventura. Poca distancia hay. En apenas 15 minutos de ferry lento llegas. Separados por el estrecho conocido como EL RIO, debido a las corrientes que actúan en los periodos de pleamar y bajamar, y cuya profundidad no excede de los 15 metros. Podrías ir nadando si te lo propusieras, cosa que es mejor no proponerse. Nadar resulta cansado. La isla puede ser vista con claridad desde Corralejo.
El nombre de la isla tiene su historia. Nos contó el guía de la excursión que su nombre se debe a que en el pasado habitaban en la isla focas monje o fraile del mediterráneo (conocidas también como lobos marinos). Todavía se ven. Aunque ahora están en peligro de extinción. Según cuentan, los pescadores eliminaron la especie ya que pensaban que su voracidad reducía los recursos marinos de la zona. No era para pensar otra cosa. Comen muchísimo. Cada uno de estos animales necesita entre 30 y 40 kilos de pescado al día. Se están realizando esfuerzos de reintroducción de los lobos marinos. No creo que los pescadores estén muy contentos.
Nosotros no vimos ningún lobo marino. Sólo vimos el de la estatua. En recuerdo a los animales que dieron el nombre a la Isla de Lobos, una estatua de focas monje da la bienvenida a todos aquellos que la visitan.
Nosotros pasamos el día andando. Sólo paramos para comer en un restaurante que hay en el islote. Después anduvimos por senderos de tierra. Mi marido quiso subir a lo alto de la montaña. Como estaba el día clarito vimos Lanzarote a lo lejos y las Dunas de Corralejo. Tienen el islote muy cuidado. El turismo aún no ha hecho estragos.
Las playas son tan vírgenes como el resto de la isla. Encontramos calas preciosas. Pero todo fue andar. Me sentí como la Eva del paraíso. Mis hijas estaban fascinadas con la gran cantidad de aves que volaban sobre nuestras cabezas. Hay muchos pajaritos en esta isla. También vimos palmeras. No muchas. Los árboles escasean.
Os recomiendo visitar Isla de Lobos. Es un paraíso canario poco conocido por los turistas del montón. Por eso, y por las limitaciones que ponen a la hora de visitarlo, se conserva tan virgen.
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Mi marido tenía muchas ganas de pasar unas vacaciones en la famosa Isla de Pascua, en Chile. A mí no me hacía mucha ilusión. Pensar en dos días de viaje para ir y en dos días de viaje para volver me aburría. Mi aburrimiento pasó cuando llegamos al pequeño aeropuerto de la Isla de Pascua en un vuelo que había partido de Santiago de Chile. La isla te enamora nada más llegar.
Es una isla pequeña. En los cuatro días que estuvimos vimos todo lo que había que ver: Orongo, Anakena, Hanga Roa, Ahu Tongariki, Ahu Akivi, Puna Pau y Rano Raraku. En torno al 40% de la isla forma parte de lo que se denomina el Parque Nacional de Rapa Nui, un parque que cuidan mucho. También cuidan que pagues entrada. No se puede entrar gratis. Yo quería pasar del Parque Nacional de Rapa Nui porque las entradas no son nada baratas. Mi marido me convenció para comprar las entradas. Dentro del parque está lo más interesante, es decir, los moáis, volcanes y restos arqueológicos.
Con nuestras entradas pudimos visitar las veces que quisimos todos los lugares que excepto Rano Raraku y Orongo, que solo dejaban hacerlo una vez. Las entradas caducaban a los diez días. No debe haber turistas que echen muchos más días. Hoy en día la gente hace vacaciones cortas.
A mi marido nuestras vacaciones en la Isla de Pascua le parecieron cortísimas. Yo al cuarto día estaba más que cansada. Ves esculturas de grandes dimensiones por todas partes. Pensaba que los moáis serían sólo una docena o así. No pensaba que hubiera tantos. Dicen que son unos mil. Incluso serán más.
Os recomiendo la Isla de Pascua. Es una isla un tanto rarita. Entre los moáis y el tiempo loco que tienen echas de menos la tierra patria. Los moáis impresionan. De noche meten miedo. Parece que van a cobrar vida y echarse a andar. También impresiona el tiempo de la Isla de Pascua. Fuimos en agosto de hace dos años. Llegamos con un sol radiante. El tercer día hubo un tormentón. Es un tiempo muy inestable. Afortunadamente, no cerraron el aeropuerto y pudimos marchar el día previsto.
Es una isla pequeña. En los cuatro días que estuvimos vimos todo lo que había que ver: Orongo, Anakena, Hanga Roa, Ahu Tongariki, Ahu Akivi, Puna Pau y Rano Raraku. En torno al 40% de la isla forma parte de lo que se denomina el Parque Nacional de Rapa Nui, un parque que cuidan mucho. También cuidan que pagues entrada. No se puede entrar gratis. Yo quería pasar del Parque Nacional de Rapa Nui porque las entradas no son nada baratas. Mi marido me convenció para comprar las entradas. Dentro del parque está lo más interesante, es decir, los moáis, volcanes y restos arqueológicos.
Con nuestras entradas pudimos visitar las veces que quisimos todos los lugares que excepto Rano Raraku y Orongo, que solo dejaban hacerlo una vez. Las entradas caducaban a los diez días. No debe haber turistas que echen muchos más días. Hoy en día la gente hace vacaciones cortas.
A mi marido nuestras vacaciones en la Isla de Pascua le parecieron cortísimas. Yo al cuarto día estaba más que cansada. Ves esculturas de grandes dimensiones por todas partes. Pensaba que los moáis serían sólo una docena o así. No pensaba que hubiera tantos. Dicen que son unos mil. Incluso serán más.
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