El Vaticano es un pequeño Estado que nunca entendí del todo. Está en Roma. Viene a ser como un kilómetro escaso de país dentro de la Ciudad Eterna, es decir, de la capital de Italia. Yo fui varias veces. La última vez fuimos con mi suegra y con las niñas y lo pasamos de cine. Me sentí como si estuviera en la Casa de Dios.
Recorrimos cada uno de sus pasillos y nos animamos tanto que conseguimos subir hasta lo más alto de la cúpula de la Basílica de San Pedro para ver el país más pequeño del mundo desde arriba después de subir cientos de escalones. Yo no podía con mis piernas. Mi suegra, en cambio, subía con brío. Nos dejaba atrás. Nos pasamos un día completo yendo de arriba abajo intentado visitar todo lo que te dejan ver.
Mi marido había organizado la visita para no hacer colas. Se lo agradecía. Con las entradas compradas anticipadamente, pudimos aprovechar todo el tiempo. Entradas necesitas varias. Se paga una entrada para entrar a la Capilla Sixtina y otra entrada para entrar a la Basílica de San Pedro.
Yo hubiera hecho la visita más rápido. De hecho la hice. Recuerdo, cuando era adolescente, que había ido con unas amigas y en medio día habíamos visto todo lo que había que ver. Con mi suegra era imposible ir rápido. Tuvimos que volver a la Capilla Sixtina para que viera todo el arte con pausas. Horrible. Encima, aprovechando que la Plaza de San Pedro tiene en total 284 columnas de 16 metros cada una, se le ocurrió contarlas. Mi marido le buscó a su madre una marca en el suelo que dice «centro del colonato». Es el punto de fuga desde el que se pueden ver las dichosas columnas alineadas.
No se perdió la madre de mi marido los famosos Museos Vaticanos. Tienen una de las colecciones de arte más impresionantes del mundo por la que más de seis millones de turistas entran en su interior para maravillarse con sus pinturas, esculturas y salas perfectamente decoradas para los gustos antiguos. Me parecieron recargados, excesivos, pasados de moda.
No recorrimos todas las salas. Nos limitamos a ver las salas más llamativas: la Galerías de los mapas, la de los tapices, las Estancias de Rafael, la Galería de los Candelabros y la gran joya de los museos, la Capilla Sixtina.
Las paredes de esta capilla las decoró el gran Miguel Ángel entre 1473 y 1481 y entre los preciosos frescos hay que destacar la famosa imagen de La Creación de Adán situado en la parte central del techo y la del Juicio Final situada en el altar mayor. Son imágenes que todos conocemos de los libros de Historia del Arte. Me parecieron menos perfectas que en los libros. En los libros de textos las fotos engañan mucho.
Os recomiendo visitar El Vaticano. Es un Estado de Lujo, de poder, de antigüedad. No sé si el Papa vive muy contento allí. Yo no lo estaría. Casi prefiere una ser pobre. Los excesos aburren. Yo salí del Vaticano aburrida de tanto Arte con mayúsculas. Necesitaba un Ikea.
Recorrimos cada uno de sus pasillos y nos animamos tanto que conseguimos subir hasta lo más alto de la cúpula de la Basílica de San Pedro para ver el país más pequeño del mundo desde arriba después de subir cientos de escalones. Yo no podía con mis piernas. Mi suegra, en cambio, subía con brío. Nos dejaba atrás. Nos pasamos un día completo yendo de arriba abajo intentado visitar todo lo que te dejan ver.
Mi marido había organizado la visita para no hacer colas. Se lo agradecía. Con las entradas compradas anticipadamente, pudimos aprovechar todo el tiempo. Entradas necesitas varias. Se paga una entrada para entrar a la Capilla Sixtina y otra entrada para entrar a la Basílica de San Pedro.
Yo hubiera hecho la visita más rápido. De hecho la hice. Recuerdo, cuando era adolescente, que había ido con unas amigas y en medio día habíamos visto todo lo que había que ver. Con mi suegra era imposible ir rápido. Tuvimos que volver a la Capilla Sixtina para que viera todo el arte con pausas. Horrible. Encima, aprovechando que la Plaza de San Pedro tiene en total 284 columnas de 16 metros cada una, se le ocurrió contarlas. Mi marido le buscó a su madre una marca en el suelo que dice «centro del colonato». Es el punto de fuga desde el que se pueden ver las dichosas columnas alineadas.
No se perdió la madre de mi marido los famosos Museos Vaticanos. Tienen una de las colecciones de arte más impresionantes del mundo por la que más de seis millones de turistas entran en su interior para maravillarse con sus pinturas, esculturas y salas perfectamente decoradas para los gustos antiguos. Me parecieron recargados, excesivos, pasados de moda.
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