Regalos personalizados

AUDIBLE: libros leídos por famosos

Tuesday, March 13, 2007

Mujeres conquistadoras

Inés de Suárez

No siento los brazos. Quedé muerta después de arrastrar a Marta hasta el taxi que llamó Mara. El taxista sólo entendía su idioma. Abría la puerta del taxi como se la abriría un lacayo a un rey sin desmayar. Era un húngaro fuerte, nada caballeroso.

-Esta tarde descansamos, profe Sophia.
-Sí, cariño. Falta me hace.
-Le quiero hablar de las mujeres conquistadoras.
-No, por favor.
-Sí, profe Sophia. ¿Prefiere iniciar la conversación con Inés Suárez o con Mencía Calderón?

Eché las manos a la cabeza arrastrando mis brazos cansados. Pablito interpretó que un dolor de cabeza me atacaba. Preparó rápidamente un café para mí, en la cafetera eléctrica de la habitación; para él, se sirvió un vaso de leche.

-Cariño, ¿por qué no vas a mirar como se encuentra tu madre?
-Se encuentra perfectamente. Mamá suele desmayarse con cierta frecuencia. Cuando ve a un hombre guapo se tira al suelo. Es su forma de ligar.

¿Qué hombre guapo vio Marta? ¿Ambrosio? Ambrosio es un chico resultón; rubio, alto, guapillo de cara. ¿Estará Marta enamorada de nuestro fotógrafo? Si lo está, pierde el tiempo. Ambrosio sólo tiene ojos para su poeta.

-Unas cuarenta mil mujeres llegaron a América en el siglo XVI, profe Sophia.
-No estamos en clase, Pablito.
-Yo quiero hablar de nuestras grandes conquistadoras. Lo dejé que hablara. Me repanchingué en el sillón y pensé en mi chico. A mí las chaladas que corrían detrás de sus maridos hacia el Nuevo Mundo, me traían sin cuidado. Eran unas tontas. Son los hombres los que deben seguirnos a las mujeres. Mira mi Carlos, siempre me acompaña en mis viajes. Es el descanso de la guerrera.

Es imposible descansar. Pablito me sacude. Estos son malos tratos. Lo miro con mirada de madrastra. No se da por enterado. Supongo que la señora Otra que rapto a su padre del domicilio familiar, no tiene mirada de madrastra.

-Escuche, profe Sophia.
-¿Vienen las conquistadoras?
-Los hombres casados tenían prohibido irse a América sin sus esposas, pero muchos sortearon la prohibición de la Corona.
-Siguen haciéndolo, Pablito. Los hombres casados son el peor subgénero masculino.
-Muchas mujeres los siguieron, pero cuando llegaron a América ya eran viudas.
-¡Vaya por Dios!
-En América fundaron conventos para rezar por sus maridos.
-Eran tontas perdidas. Yo de ellas no rezaría ni un padrenuestro.
-¡Habían muerto en la batalla!
-Como si murieran de sarampión. Yo no rezo por ningún hombre.
-¿Por mi tampoco rezarías, Sophia?
-¡Carlos!

Me levanto de un salto y lo abrazo. Mi chico ha llegado a Budapest vivito como un pez espada. ¿Para qué perder el tiempo en rezos? Yo el tiempo lo utilizo para disfrutar de este amor carnal que me besa como solo él sabe hacerlo.

No comments:

Prueba primero, paga después