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Thursday, July 12, 2007

El supermercado de don José, 3

En el supermercado me recibió el encargado. Era un hombre con gafas de intelectual y cara de antiguo patrón.

-Así que tú eres la que envían de la Central

Recordé que la Central era el superalmacén desde donde repartían la mercancía a todos los establecimientos.

-Me encantaría empezar hoy mismo a trabajar, José.
-Señor José, señorita Sophia.
-Señora Sophia, señor José.

El hombre abrió los ojos como platos, examinó mi mano derecha y, al no descubrir una alianza de esposa, repitió "señorita Sophia" con una sonrisita machista.

Mañana vengo casada, me dije. Si era cosa de anillos, yo estaba dispuesta a anillarme hasta los dedos de los pies.

No me dejaron cobrar. El buen hombre me puso de estatua viviente al lado de la primera cajera.

-Hoy miras, mañana cobrarás tú de diez a doce de la mañana para ver como lo haces.
-¿Qué haré en el resto de las horas?
-Tienes media jornada sólo.

Mejor. Necesito tiempo para mí. Estoy poniendo la casa de la familia de Carlos a mi gusto. Ya llevé todas las sábanas blancas a Cáritas.

-¿Son de un muerto? -preguntó la mujer que recogía donativos.
-Son de un difunto, señora, pero están limpias.

La rubia cincuentona dijo que las pusiera en una esquina de la estancia.

-Puede tocarlas, señora.

No las tocó ni me dio las gracias.

No vuelvo a llevar nada más a Cáritas. Los libros los repartiré por los parques de La Coruña para que sean recogidos por los entusiastas lectores de los clásicos.

En la cola se montó una tángana por un "yo estoy primero". ¡Qué prisas para pagar! Don José salió de su despacho-oficina y puso orden. Primero iban los carros más llenos y después los más vacíos.

-¡Abran otra caja! -chilló una anciana de carro vacío.

El jefe me mandó a la trastienda a buscar a otra cajera.

-Sólo puedes tomar un café.
-Venía a decirte que te tienes que poner en la caja; lo dice don José.
-Mentira. Lo dices tú.

Aquella quería guerra. La dejé con sus batallas y regresé a mi puesto de estatua viviente.

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Prueba primero, paga después