Corinna zu Sayn-Wittgenstein es una bellísima persona. Hace muchos negocios con mi Carlos y siempre me compra alguna camiseta para sus reuniones informales con Su Majestad. Ayer cenó conmigo y con mi Carlos. Los tres regresábamos de Suiza en el Jet privado de la princesa y aprovechamos para cenar unas hamburguesas mientras volavamos sobre Francia.
La pobre Corinna está en un sinvivir porque dicen que le prestó su jet privado a Urdangarín. Teme terminar imputada ante ese juez de Mallorca que está investigando a la Familia Real.
-No podría vivir en una prisión -nos confiesa-. Yo siempre he vivido en palacios.
-Yo tampoco podría vivir encarcelada, Alteza. Necesito estar libre para seguir vendiendo quesos manchegos, camisetas, amor, tarot, cortinas,...
La princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein parece que no me entiende. Intento explicarme con gestos.
-¿Qué le pasa a mi avión? -me pregunta asustada-. ¿Cae? Ya le dije yo a Juanito que tenía que regalarme otro jet, pero él dijo que no, que tenía crisis y que sólo me regalaba un brazalete de oro por mi cumpleaños.
Mi Carlos me da un codazo para que deje de hacer gestos porque le estoy asustando a la mejor clienta de su empresa de inversores de capital riesgo. Me estoy quieta y sigo comiendo una hamburguesa que me sabe a vaca loca.
No comments:
Post a Comment