El Landa Palace en Burgos es un hotel cinco estrellas en un Castillo. Cuando llegamos, fue como regresar a la Edad Media sabiendo que dentro de aquel edificio majestuoso nos esperaban todas las comodidades de hoy en día. Yo no me hubiera marchado si mi marido hubiese seguido pagando tanto lujo. Me habría quedado a vivir en Burgos.
La parte más antigua del castillo es la torre. Data del siglo XIV. Es una torre que trasladaron piedra a piedra desde su ubicación originaria en un pueblo vecino. Dentro del edificio ves mucha piedra y muchas bóvedas. A nosotros nos dieron la suite principal. Falta nos había. El espacio siempre es un problema en nuestro matrimonio. Si no estamos sobrados de espacio, vienen las discusiones. En la suite estuvimos en nuestra salsa. Las puertas eran de nogal, madera maciza. Nunca me había sentido más segura en un hotel. La cama, con un cabecero de bronce, me hizo pensar en el pasado.
Pero lo mejor estaba fuera, siendo el interior encantador. Había una colección de carruajes en el exterior que invitaba a subir a una carroza, que te engancharan unos caballos y tirar por la autovía hasta Madrid. Mi marido sacó muchas fotos.
Mis hijas, en cambio, se sintieron más atraídas por la fabulosa piscina. Estaba parcialmente cubierta por una bóveda gótica acristalada, con forjados modernistas. Espero regresar al Landa Palace para ver a mis hijas nadando felices en aquellas aguas limpísimas. Falta hacía una buena piscina para refrescarse. Estuvimos en el Palace unos días de altas temperaturas.
Os lo recomiendo. El Landa Palace queda cerca de la catedral gótica de Burgos. Puedes ir andando. Nosotros poco salimos. Sólo hicimos una caminata hasta la estatua del Cid y fuimos en coche hasta el Parque Natural El Parral. El parque queda a unos cuatro kilómetros de este fantástico hotel de cinco estrellas que merece sus cinco estrellas, incluso una más. Lo tienen muy bien cuidado. El jardín, por ejemplo, es como me gustan a mí los jardines: con un césped verde cortadito y los árboles justos.
La parte más antigua del castillo es la torre. Data del siglo XIV. Es una torre que trasladaron piedra a piedra desde su ubicación originaria en un pueblo vecino. Dentro del edificio ves mucha piedra y muchas bóvedas. A nosotros nos dieron la suite principal. Falta nos había. El espacio siempre es un problema en nuestro matrimonio. Si no estamos sobrados de espacio, vienen las discusiones. En la suite estuvimos en nuestra salsa. Las puertas eran de nogal, madera maciza. Nunca me había sentido más segura en un hotel. La cama, con un cabecero de bronce, me hizo pensar en el pasado.
Pero lo mejor estaba fuera, siendo el interior encantador. Había una colección de carruajes en el exterior que invitaba a subir a una carroza, que te engancharan unos caballos y tirar por la autovía hasta Madrid. Mi marido sacó muchas fotos.
Mis hijas, en cambio, se sintieron más atraídas por la fabulosa piscina. Estaba parcialmente cubierta por una bóveda gótica acristalada, con forjados modernistas. Espero regresar al Landa Palace para ver a mis hijas nadando felices en aquellas aguas limpísimas. Falta hacía una buena piscina para refrescarse. Estuvimos en el Palace unos días de altas temperaturas.
Os lo recomiendo. El Landa Palace queda cerca de la catedral gótica de Burgos. Puedes ir andando. Nosotros poco salimos. Sólo hicimos una caminata hasta la estatua del Cid y fuimos en coche hasta el Parque Natural El Parral. El parque queda a unos cuatro kilómetros de este fantástico hotel de cinco estrellas que merece sus cinco estrellas, incluso una más. Lo tienen muy bien cuidado. El jardín, por ejemplo, es como me gustan a mí los jardines: con un césped verde cortadito y los árboles justos.
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