Thursday, January 10, 2008

El fantasma, 15

 El detective es un señor mayor, medio calvo y de gruesas formas. Se nota que le pesan los años, sobre todo al andar.
 
 -He investigado a la asistenta -nos dice-. Les sorprenderá saber que compagina el servicio doméstico con la magia negra.
 -¡Qué horror! -exclamo-. ¿Vamos a morir víctimas de un conjuro?
 
 Carlos se deja caer en el sillón de orejas. Debe creer que es un buen sitio para el último suspiro. Yo, como no tengo sillón favorito, prefiero aguantar de pie los minutos que Dios me regale.
 
 -Ha embrujado al gato.
 -Eso ya lo sabíamos, señor.
 -Llameme Jaime.
 -¿Qué más sabe, Jaime?
 -La señora Pepa...-el detective duda mirando a Carlos-, tuvo un romance con su abuelo, señor.
 -Mi abuelo tuvo varias novias antes de contraer matrimonio con mi abuela.
 -La señora Pepa fue su última querida. De hecho, fue la que le provocó la muerte con un acto de amor.
 -¡Fuera! -grita Carlos-. ¡Lárguese de mi casa!
 -Mis honorarios son 300 euros.
 
 Mi chico lo empuja con mala suerte para el detective: tropieza con un escritorio y cae con gran estrépito.
 
 -Parece que lo mataste, Carlos.
 -Marchemos, Sophia.
 -¿Y dejamos solo al muerto?
 -No está muerto.
 
 Tiene razón. El gato maulla y el detective despierta asustado.
 -¡Sujeten al gato!
 -No podemos, señor. Es un gato que no se deja agarrar.
 
 Cuando consigue levantar su pesado cuerpo, el gato está a sus pies enseñando dientes y afilando uñas en la madera lacada del viejo escritorio.
 
 -¡Sujeten al gato! -vuelve a chillar el asustado detective.
 
 Llega a la puerta con el gato arañándole los pantalones.
 
 -¡Los voy a denunciar!
 
 No sé si lo hará. De momento, hay que agradecerle que nos haya solucionado parte del problema: el gato se fue tras él y no volvió.



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