La Gomera es una isla con mucho encanto y el Parador de La Gomera es un alojamiento ideal para desconectar del mundanal ruido en las preciosas Islas Canarias. Te olvidas de todo mirando al mar desde tu habitación. Las vistas de este parador son espectaculares.
La decoración del parador es muy marinera. Nada más entrar ya ves por todas partes elementos marineros. Mi marido se afanaba en explicarle a nuestras hijas todos los elementos decorativos. Acabó retrotrayéndose a la época gloriosa de Cristóbal Colón. La misma casona en la que se ubica el parador es una joya arquitectónica que combina elementos de arquitectura castellana con arquitectura isabelina y unos toques isleños que le dan mucha personalidad.
Nosotros cogimos dos habitaciones con vistas al mar. La decoración era similar. La única diferencia es que la habitación que ocupamos mi santo y yo era más grande que la de las niñas. La wi fi iba maravillosamente bien en los dos cuartos.
Aprovechamos que hacía buen tiempo para hacer excursiones por los alrededores. Mi marido nos animó a hacer algo de senderismo por el Parque Nacional de Garajonay. Lo declararon en su día Patrimonio de la Humanidad. Un motivo más para visitarlo. Cansados de andar, regresamos al coche de alquiler y nos dirigimos a una demostración del silbo gomero. Me alegré de la existencia de los teléfonos móviles. Yo no me hubiera podido comunicar silbando.
Regresamos al Parador para disfrutar de una buena comida. Yo di buena cuenta de la cazuela de pescados gomeros. Mis hijas se apuntaron también a los pescados. Mi marido, en cambio, se atrevió con unos lomos de conejo rellenos poco aptos para mi delicado estómago. Andar le había abierto el apetito. Por eso aún tuvo hueco para el potaje de berros que olía que enamoraba. Yo me lo prohibí para no engordar.
Os recomiendo el Parador de La Gomera. En esta mansión canaria de aire colombino encuentras toda la tranquilidad que necesitas para desconectar. Tienen todo muy limpio y se come de maravilla. No te pierdas el jardín del parador: tiene unas especies subtropicales que lo convierten en un cuidado paraíso. Es un gusto pasear por el jardín. Yo pasé horas sentada en un banco del frondoso jardín terminando lecturas pendientes, mientras mis hijas se divertían en la piscina y mi santo teletrabajaba, como el buen padre de familia que es.
La decoración del parador es muy marinera. Nada más entrar ya ves por todas partes elementos marineros. Mi marido se afanaba en explicarle a nuestras hijas todos los elementos decorativos. Acabó retrotrayéndose a la época gloriosa de Cristóbal Colón. La misma casona en la que se ubica el parador es una joya arquitectónica que combina elementos de arquitectura castellana con arquitectura isabelina y unos toques isleños que le dan mucha personalidad.
Nosotros cogimos dos habitaciones con vistas al mar. La decoración era similar. La única diferencia es que la habitación que ocupamos mi santo y yo era más grande que la de las niñas. La wi fi iba maravillosamente bien en los dos cuartos.
Aprovechamos que hacía buen tiempo para hacer excursiones por los alrededores. Mi marido nos animó a hacer algo de senderismo por el Parque Nacional de Garajonay. Lo declararon en su día Patrimonio de la Humanidad. Un motivo más para visitarlo. Cansados de andar, regresamos al coche de alquiler y nos dirigimos a una demostración del silbo gomero. Me alegré de la existencia de los teléfonos móviles. Yo no me hubiera podido comunicar silbando.
Regresamos al Parador para disfrutar de una buena comida. Yo di buena cuenta de la cazuela de pescados gomeros. Mis hijas se apuntaron también a los pescados. Mi marido, en cambio, se atrevió con unos lomos de conejo rellenos poco aptos para mi delicado estómago. Andar le había abierto el apetito. Por eso aún tuvo hueco para el potaje de berros que olía que enamoraba. Yo me lo prohibí para no engordar.
Os recomiendo el Parador de La Gomera. En esta mansión canaria de aire colombino encuentras toda la tranquilidad que necesitas para desconectar. Tienen todo muy limpio y se come de maravilla. No te pierdas el jardín del parador: tiene unas especies subtropicales que lo convierten en un cuidado paraíso. Es un gusto pasear por el jardín. Yo pasé horas sentada en un banco del frondoso jardín terminando lecturas pendientes, mientras mis hijas se divertían en la piscina y mi santo teletrabajaba, como el buen padre de familia que es.
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