El Camino Ráfales-Fórnoles se me hizo larguísimo. Mi marido decía que estaba obsesionada con los más de 16 kilómetros que tiene esta ruta senderista. Es mejor no preguntar los kilómetros. Vas andando y vas disfrutando. No fue el caso. Con lo agobiada que iba entre mis cuñadas, mi suegra, mi madre, mi hermana, mis hijas y mi santo apenas disfruté la ruta. Por eso no descarto volver a hacerla sin tanta multitud.
Empezamos en Vella de Ráfales desde donde, un poco más adelante, entramos en el comienzo de la senda. Los primeros metros fueron los mejores. La ruta en pendiente pronunciada, animaba a andar. Mis ganas de andar fueron a menos cuando el camino fue ganando altura poco a poco, y dejando atrás el pueblo de Ráfales en confluencia de los barrancos donde se sitúa. Aquello se ponía difícil para mis piernas. La familia de mi marido, en cambio, andaba con brío. Estaban en su salsa.
La Naturaleza era bonita. Se alternaba el bosque con los cultivos propios de esta zona. Vimos olivos, almendros y algo de vid. Todo esto en pura cuesta. Cuando mis piernas se negaban casi a dar un paso más, llegamos a una zona más llana, donde pudimos ver las construcciones de piedra seca para los muros que abarcaban los cultivos.
Aún había que subir más entre cañadas y pistas agrícolas bien trazadas, hasta llegar a la máxima altura, desde donde vimos la población de Fórnoles. Me sentí ante la tierra prometida. Estaba terminado mi caminata rodeada de familia política. Descendimos hacia Fórnoles por una cañada que nos llevó hasta la balsa de entrada al pueblo.
Os recomiendo el Camino de Ráfales-Fornoles. Se ven muchos campos cultivados. Lo peor son las cuestas. Creo que la próxima vez lo haremos en sentido contrario. Así las cuestas serán hacia abajo. Hay que hacer las cosas fáciles para poder disfrutarlas.
En esta ruta senderista no nos cruzamos con nadie. Las pronunciadas subidas deben echar a la gente par atrás. Los comprendo.
Empezamos en Vella de Ráfales desde donde, un poco más adelante, entramos en el comienzo de la senda. Los primeros metros fueron los mejores. La ruta en pendiente pronunciada, animaba a andar. Mis ganas de andar fueron a menos cuando el camino fue ganando altura poco a poco, y dejando atrás el pueblo de Ráfales en confluencia de los barrancos donde se sitúa. Aquello se ponía difícil para mis piernas. La familia de mi marido, en cambio, andaba con brío. Estaban en su salsa.
La Naturaleza era bonita. Se alternaba el bosque con los cultivos propios de esta zona. Vimos olivos, almendros y algo de vid. Todo esto en pura cuesta. Cuando mis piernas se negaban casi a dar un paso más, llegamos a una zona más llana, donde pudimos ver las construcciones de piedra seca para los muros que abarcaban los cultivos.
Aún había que subir más entre cañadas y pistas agrícolas bien trazadas, hasta llegar a la máxima altura, desde donde vimos la población de Fórnoles. Me sentí ante la tierra prometida. Estaba terminado mi caminata rodeada de familia política. Descendimos hacia Fórnoles por una cañada que nos llevó hasta la balsa de entrada al pueblo.
Os recomiendo el Camino de Ráfales-Fornoles. Se ven muchos campos cultivados. Lo peor son las cuestas. Creo que la próxima vez lo haremos en sentido contrario. Así las cuestas serán hacia abajo. Hay que hacer las cosas fáciles para poder disfrutarlas.
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