Mi primer reportaje

Estoy contentísima. Acabo de llegar al hotel del concierto de Madonna en Roma. Fue espectacular. Muy polémico pero genial. El Vaticano echa chispas con la provocación de la ambición rubia. Menos mal que el papa no acudió al concierto porque aquella coreografía era perjudicial para la salud mental de Benedicto XVI. Si ve a la rubia teñida coronada con las espinas le hace un exorcismo a la fuerza.

Madonna sigue siendo la reina del pop: sabe venderse como nadie. Si no le hacen caso monta un escándalo y salta a las portadas mundiales.

Yo me colé hasta la primera fila. Ambrosio me seguía cámara al hombro filmando el ambiente. Le tuve que pedir que se concentrara. Desde que se enamoró de la poeta tiene la cabeza a pajaritos.

-¿Quién le escribe las letras a Madonna? -me preguntó-. Mi novia puede escribirle algo en castellano.
-No hace falta, Ambrosio. Madonna ya cumplió con sus fans hispanos con "la isla bonita".

Un guardaespaldas de dos metros y medio le dijo a Ambrosio que no podía grabar la actuación si no pagaba 20.000 euros de derechos de autor. Ambrosio puso su trasto en el suelo y dijo que no pagaba. El guardaespaldas le fue con el cuento de los derechos de autor a todos los periodistas, pero ninguno soltó la pasta. ¡Pobre Madonna! Su crucifixión valía menos que la de Cristo.