La Abubilla en Carrascal de la Cuesta, Segovia, es un pequeño hotelito rural ubicado en la que fue una típica casa de labranza en el campo castellano. Es perfecta para pasar unos días tranquilos y relajados como pasamos nosotros con mis suegros. Los padres de mi marido celebraban su aniversario de boda.
No fuimos a comer a otro sitio. Nos valió de sobra el restaurante ubicado en el viejo pajar para que los padres de mi chico soplaran una tarta con las velas que indicaban los años que llevan de casi feliz matrimonio. Tuvieron sus idas y venidas a lo largo de tantos años juntos, pero ahí siguen, todavía sin divorciarse. El restaurante está separado de la vivienda por un patio. Esto da mayor tranquilidad a la casa. Estás en tu habitación y no te llegan los ruidos del restaurante. No sólo está el restaurante en el viejo pajar. Les ha quedado sitio para hacer un salón con una sala de juego. Nos vino bien para distraernos. Coincidió que cuando estuvimos alojados en La Abubilla en Carrascal de la Cuesta, Segovia, era invierno y hacía un frío fuera que quedabas congelada.
En las habitaciones no hacía nada de frío. Sólo tienen cuatro dormitorios en la segunda planta de la casa, todos ellos con salón con chimenea. Yo casi no quería encender la nuestra, pero mi chico se empeñó en encenderla. Eso sí, por la noche la dejamos apagada. A mí los fuegos me dan mucho miedo.
Dormí como una reina en mi cama de dosel. Abría los ojos y miraba para los espejos mexicanos que había en las paredes y me sentía como una ricachona que estaba de vuelta a su tierra segoviana tras una estancia en las Américas que me había hecho rica. La misma sensación tuve en el cuarto de baño. Los sanitarios portugueses y los azulejos pintados a mano con primor sólo podían ser cosa de un indiano.
Os recomiendo La Abubilla en Carrascal de la Cuesta, Segovia. Quedé tan contenta del trato recibido y de la decoración de la casa que pienso volver. Eso sí, intentaré ir cuando haga mejor tiempo. Tal vez en otoño. Me gustaría llevar mi coche para poder ir de compras a Segovia ciudad. Queda a unos 30 kilómetros de este pequeño hotel rural.
No fuimos a comer a otro sitio. Nos valió de sobra el restaurante ubicado en el viejo pajar para que los padres de mi chico soplaran una tarta con las velas que indicaban los años que llevan de casi feliz matrimonio. Tuvieron sus idas y venidas a lo largo de tantos años juntos, pero ahí siguen, todavía sin divorciarse. El restaurante está separado de la vivienda por un patio. Esto da mayor tranquilidad a la casa. Estás en tu habitación y no te llegan los ruidos del restaurante. No sólo está el restaurante en el viejo pajar. Les ha quedado sitio para hacer un salón con una sala de juego. Nos vino bien para distraernos. Coincidió que cuando estuvimos alojados en La Abubilla en Carrascal de la Cuesta, Segovia, era invierno y hacía un frío fuera que quedabas congelada.
En las habitaciones no hacía nada de frío. Sólo tienen cuatro dormitorios en la segunda planta de la casa, todos ellos con salón con chimenea. Yo casi no quería encender la nuestra, pero mi chico se empeñó en encenderla. Eso sí, por la noche la dejamos apagada. A mí los fuegos me dan mucho miedo.
Dormí como una reina en mi cama de dosel. Abría los ojos y miraba para los espejos mexicanos que había en las paredes y me sentía como una ricachona que estaba de vuelta a su tierra segoviana tras una estancia en las Américas que me había hecho rica. La misma sensación tuve en el cuarto de baño. Los sanitarios portugueses y los azulejos pintados a mano con primor sólo podían ser cosa de un indiano.
Os recomiendo La Abubilla en Carrascal de la Cuesta, Segovia. Quedé tan contenta del trato recibido y de la decoración de la casa que pienso volver. Eso sí, intentaré ir cuando haga mejor tiempo. Tal vez en otoño. Me gustaría llevar mi coche para poder ir de compras a Segovia ciudad. Queda a unos 30 kilómetros de este pequeño hotel rural.
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