Tuesday, May 28, 2019

Mis vacaciones en el Palacio de Versalles



Todos deberíamos ir a ver el Palacio de Versalles para contemplar lo que es la belleza en su grado sumo. Yo fui varias veces. La última vez llevé a las niñas y a mi chico a recorrer aquellos preciosos salones llenos de dorado y espejos. Te sientes como una Reina María Antonieta antes de que le cortaran la cabeza en la Revolución Francesa. 

Muy feliz también se debió sentir el rey Luis XIV de Francia en este maravilloso palacio que era su palacio favorito. Fue el Rey Sol quien ordenó su construcción en lo que anteriormente no era más que un pequeño pabellón de caza. Hoy no te imaginas que Luis XIII no tuviera más que una casita en un paraje de caza. Su hijo fue más listo. 

Nosotros recorrimos con las niñas los jardines y todo lo que hay en lo que en 1671 logró la carta de fundación como Ciudad de Versalles. La otorgó Luis XIV. Mi hija mayor no quería salir de los jardines. Le encantan los jardines. Siempre dice que de mayor quiere ser jardinera. Espero que cuando tenga años para ir a la Universidad se me haga universitaria. No me gustaría verla cortando setos; ni siquiera en los jardines del Palacio de Versalles. El trabajo en el campo es muy duro. Los jardineros que se ocupan de los jardines de este famosos palacio hacen una labor magnífica. No vi en ningún sitio unos jardines mejor cuidados. Los tienen como cuando Luis XIV reunía en Versalles a su nobleza ociosa. En Versalles Luis XIV les dio a los nobles franceses diversión y buena vida. No me extraña que sus descendientes acabaran con las cabezas cortadas en la Francia revolucionaria. 

Os recomiendo visitar el Palacio de Versalles. Es una definición de belleza llevada a la realidad. Recorriendo sus diversas estancias te haces una idea de la maravillosa vida que llevaban los reyes y los nobles. Sales a sus jardines, los paseas, y te imaginas a los pobres de la Francia de siglos pasados mirando lo bien que vivían los ricos mientras ellos eran fritos a impuestos. Versalles siempre me deja un sabor dulcemente amargo en la boca. ¡Qué pena que no hubiera palacios para todos los ciudadanos! Los ricos no saben la suerte que tienen.

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