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Thursday, May 14, 2015

Mis viajes por encanto por el mundo mundial

1

Fez, Marruecos, es una ciudad estupenda para conocer y disfrutar si te gusta una cultura distinta a la tuya. A mí todo lo musulmán me fascina. Por eso viajo a Marruecos con cierta frecuencia. 

No es Fez distinta a otras ciudades del país vecino. Tiene calles laberínticas en la que te puedes perder con mucha facilidad. También tiene bonitas murallas y una zona peatonal muy extensa. Lo que más me gusta de Fez es que sea una ciudad para pasear. 

Nosotros siempre contratamos un guía para no perdernos por la vieja medina. El guía lo consigues en el mismo hotel donde te alojes. Es mucho más seguro que optar por cualquier desconocido que se te ofrezca de guía amateur. También pactamos precios. Nada de dejarlo para final porque una vez lo hicimos y nos salió carísimo. 

En Fez no debes perderte las mezquitas, el zoco de los curtidores, las plazas Nejjarine y Seffarine, las escuelas coránicas Bou Inania y Attarine (nosotros las vimos por fuera, yo nunca entraría en una de esas escuelas), los grandes mercados de las calles Talaa Kebira y Talaa Seguira donde puedes comprar de todo, el Mausoleo de Mulay Idrís que es precioso,la Universidad... Nos dijeron que la Universidad de Fez era la más antigua del mundo. 

Fez todavía no es una ciudad muy turística. Puedes pasear sin agobios de japoneses quitando fotos de todo lo que se mueve y de lo que no se mueve. MI marido dice que en Fez se siente como si regresara a la Edad Media. Tiene razón. El ambiente de esta ciudad es totalmente medieval. Es como si no hubiera pasado el tiempo por esta ciudad fundada en el siglo VIII. 

Nosotros pasamos mucho tiempo en los zocos de Fez el-Bali. Aproveché para hacer compras para toda la familia porque allí las cosas están tiradas de precio. Le llevé a mi suegra unos cinturones de cuero a precio de regalo. Una vez que te acostumbras al regateo, compras baratísimo. 

Tomar un café en las terrazas de la Ville Nouvelle es una delicia. Es algo que nunca me pierdo. También me gusta mucho ver como los artesanos realizan oficios olvidados en nuestra Europa. 

En Fez se come muy bien. Tienen una gastronomía marroquí que no debes perderte. A mí me encantan los dulces que hacen.

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2

El Hotel de las Letras, Madrid, es un hotel próximo a la Plaza de Cibeles. En conceto está en Gran Vía, 11, una ubicación perfecta para hacer turismo por la capital de España. 

Nosotros elegimos este cuatro estrellas porque tiene una fachada preciosa. Suponíamos que su interior estaría a la altura de tanta belleza externa y así fue. 

Tiene un interior muy señorial tanto en las estancias comunes como en las habitaciones. La nuestra estaba decorada en tonos cremas, con techos altos, un balcón y una ropa de cama de primera calidad. Daba gusto meterse entre las sábanas. Pude elegir en el menú de almohadas una almohada baja. Odio las almohadas altas. También pude fijarla temperatura de la calefacción. 

Este hotel parece más un cinco estrellas por las comodidades que ofrece que un cuatro estrellas. Me encantó un espejo de cuerpo entero que había en la habitación. Te permitía verte vestida de arriba abajo, igual que el espejo que tengo en mi casa. 

El cuarto de baño era tan luminoso como la habitación. Tenía iluminación natural, un auténtico lujo. Estoy cansada de hoteles con cuartos de baño que no tienen una ventana decente. En el cuarto de baño tenían toallas y geles muy bien ordenados. Tenías la sensación de que todo estaba en su sitio. Me dejaron un albornoz que coincidió que era de mi talla. Las toallas se veían nuevecitas. Los sanitarios parecían recién instalados. Había dos lavabos, lo cual nos vino de cine. Un lavabo solo se queda en nada cuando me toca compartir el cuarto de baño con mi marido. 

Os recomiendo no perderos la biblioteca de la planta baja. La tienen muy bien surtida. Pude leer libros que están en el top de ventas gratis. Pasé tanto tiempo en la biblioteca que me olvidé del jacuzzi exterior. También estuve en la cafetería de la planta superior. Tiene unas vistas preciosas de Madrid. El desayuno es un buffet de lujo, en una cafetería acristalada desde donde ves toda la calle.

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3

El Castillo de San Miguel, Almuñécar, fue una fortaleza romana que había sido construida en la época fenicia. También los árabes lo utilizaron como fortaleza en su día hasta que se convierte en residencia de lo sultanes granadinos en la época nazarí. Este castillo tenía una cárcel que era famosa. En ella fueron confinados los sultanes destronados, los grandes jefes militares venidos y también los ministros que caían en desgracia. 

Recibe su actual denominación cuando pasa a manos de los Reyes Católicos el año 1489. Será su nieto Carlos V quien lo amplié añadiendo un foso y un puente levadizo más los cuatro torreones que siguen adornando su fachada. 

Nosotros fuimos una vez a verlo. Por fuera lo ves desde cualquier sitio de la ciudad. Desde el castillo también ves toda la ciudad. Tiene muy buenas vistas. 

Una vez dentro subimos a uno de los torreones desde donde mi marido se cansó de tomar fotos. Una vez que acabó nos dirigimos a la Torre del Homenaje, que servía de residencia y de observación exterior. Hoy en día montaron en ella una sala de exposición. Allí nos pusieron un vídeo explicativo de la historia del Castillo de San Miguel, Almuñécar. Mucha historia para mis niñas. Me caían con el sueño. 

La verdad es que a las niñas no les gustó este castillo. Decía mi Patricia que oía a guerra. No le faltaba razón. El Patio de Armas, el Pabellón militar, la mazmorra excavada en una roca... te hacían pensar en guerras medievales. Quedé horrorizada cuando vi unos huesos humanos en el fondo de la mazmorra. Yo tenía que salir de allí cuanto antes. 

Dejamos la mazmorra y fuimos hasta los baños árabes. Yo no podía quitarme de la cabeza los restos óseos que había visto. Ni siquiera la Casa Palacio Nazarí me animó. Mi marido quería pararse a ver los restos de una mezquita. Le dije que ni hablar. No aguantaba más. El Castillo de San Miguel, Almuñécar, no es de mi gusto.

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4

El Dream of Zanzíbar, Tanzania, es un trozo de paraíso en África. Yo no esperaba encontrar tantas comodidades en el continente africano. Tanto es así que cuando mi marido me dijo que había hecho una reserva en un hotel de Tanzania casi le pido el divorcio. 

El hotel está en un archipiélago en el que se nota mucho el paso de los europeos. Stone Town, capital de Zanzíbar, es una ciudad oriental con sus estrechas callejuelas, bazares inolvidables, baños y palacios que recuerdan el esplendor comercial de otros tiempos. Declarada Patrimonio de la Humanidad por ser uno de los núcleos más importantes de la cultura suahili en el año 2.000 bien merece una vista. 

El hotel es un cinco estrellas que está situado en la zona norte de la isla, en la costa noreste, a una hora larga del aeropuerto ya otra hora de la capital de la isla. 

Es un hotel del grupo The Emerald Collection, rodeado de jardines exóticos en la playa Pwani Mchangani, de aguas limpias de color turquesa en pleno Océano Indico. 

Cuenta en sus instalaciones con habitaciones deluxe, habitaciones con vistas al mar, habitaciones con jacuzzi privado y tres villas con acceso directo a la playa y a sus piscinas privadas. 

Nos recibieron como si fuéramos los Reyes de España: zumos de frutas, toallas mojadas para que nos refrescáramos y sonrisas de oreja a oreja. 

Mi marido había reservado una habitación con vistas a los jardines. Era muy tranquila, pero no de las más lujosas. Estaba decorada con muebles de olmo de estilo italiano bien distribuidos a lo largo y ancho de toda la estancia. Me encantaron los albornoces. Eran suaves y esponjosos. El cuarto de baño era igual de grande que la habitación. En este hotel todo es de gran tamaño. 

Lo que no me gustó fue que nos pusieran flores en la cama. Tuve que decirles mil veces que no quería la cama con flores. Parecía un tanatorio. Ni que decir que las flores iban directas al cubo de la basura. Detesto las flores. 

En este hotel a fuerza de querer ser amables te acaban agobiando. Nos organizaron una cena con velitas en la playa que parecía una bienvenida a Drácula. Regresé a mi habitación a media cena porque no podía más. Casi todos los días íbamos a comer al restaurante italiano del hotel. Mi marido me llevó un día a uno asiático, también del hotel, pero a mí la comida asiática como que no me va mucho. 

Pese a todo os recomiendo este hotel. Aunque sólo sea para ver el lujo que hay en África destinado a los turistas ricos ya vale la pena.

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