Descubrí el Pazo da Pena en Manzaneda, Orense, hace cosa de tres años, cuando había sido remodelado pasando del abandono a una casa rural de lujo, si por lujo entiendes una remodelación que ha sido fiel a la estructura y decoración antiguas de este caserón en el que en su día vivieron hidalgos gallegos. Yo no soy nada partidaria de darle protagonismo a la madera en las remodelaciones. La madera siempre acaba dando problemas a más corto que largo plazo. Fue lo que pensé mirando los techos de madera de mi habitación en este pazo. Me imaginé al pobre hidalgo propietario de la casa viendo como la polilla hacía de las suyas en techumbres y escaleras con pasamanos de la misma madera del siglo XVI, siglo del que data esta casa señorial que os recomiendo para pasar unos días en la tranquilidad de la montaña orensana.
La casa está en la aldea de Rozavales, una aldea que pertenece a la villa orensana de Manzaneda, en la hermosa Ribeira Sacra do Bibei. Es un caserón de arquitectura simple, recia, con mucha piedra, tejados de teja galega y pocas ventanas. Aún así las habitaciones están bien iluminadas. La nuestra era una habitación con techo de madera a juego con el sencillo cabezal de la cama y de las mesillas de noche. Los suelos también eran de madera del mismo color que la madera que cubría el techo. Mucha madera y mucha piedra ves en este pazo. A mi marido le gustó mucho la entrada con su gran arco en el interior que daba a un patio central con piedras agrestes y una especie de bebedero para los caballos.
Esta casa hidalga está en un entorno totalmente natural. No escuchas otro ruido que no sea el trinar de los pajaritos y algún gallo que se hace notar en mitad de la noche. Puedes dormir a pierna suelta, sobre todo si tienes la suerte de no tener vecinos de habitación ruidosos, como fue nuestro caso. En total había 15 habitaciones, todas con nombres de personajes ilustres de Galicia.
La casa está en la aldea de Rozavales, una aldea que pertenece a la villa orensana de Manzaneda, en la hermosa Ribeira Sacra do Bibei. Es un caserón de arquitectura simple, recia, con mucha piedra, tejados de teja galega y pocas ventanas. Aún así las habitaciones están bien iluminadas. La nuestra era una habitación con techo de madera a juego con el sencillo cabezal de la cama y de las mesillas de noche. Los suelos también eran de madera del mismo color que la madera que cubría el techo. Mucha madera y mucha piedra ves en este pazo. A mi marido le gustó mucho la entrada con su gran arco en el interior que daba a un patio central con piedras agrestes y una especie de bebedero para los caballos.
Esta casa hidalga está en un entorno totalmente natural. No escuchas otro ruido que no sea el trinar de los pajaritos y algún gallo que se hace notar en mitad de la noche. Puedes dormir a pierna suelta, sobre todo si tienes la suerte de no tener vecinos de habitación ruidosos, como fue nuestro caso. En total había 15 habitaciones, todas con nombres de personajes ilustres de Galicia.
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