Monday, July 29, 2019

Mis vacaciones inolvidables


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Fuimos en noviembre a Madagascar. No es la mejor época para ir a este país africano bastante alejado de los circuitos turísticos masivos. Pero la época pudo haber sido peor si fuéramos entre diciembre y febrero. Mi chico quería ir en el mes de febrero. Le dije que ni loca. Entre diciembre y febrero llegan las lluvias y los ciclones. Marzo, abril, mayo y de julio a octubre son las mejores épocas para dejarse caer por Madagascar.

Estuvimos en la costa sur-oeste. Es una zona muy remota, muy desértica. Vimos pueblos de pescadores y casas tan precarias que daban pena. En el sur de Madagascar hay mucha pobreza.

También hay sitios pensados para turistas. Nosotros nos fuimos a una reserva y vimos unas serpientes que metían miedo. Mi marido quería hacer como casi todos los turistas: subirse una cobra al cuello para que le sacara una foto. Le dije que no se lo permitía. El padre de mis hijas no iba a morir a causa de una picadura de una víbora. Los hombres no saben lo que hacen.

Lo que sí me gustaron fueron los arrozales. Son preciosos. Nosotros hicimos un viaje mochilero. Aprovechando que las grandes ciudades de Madagascar están unidos por autobuses. Los hay de servicio vip y premium. Viajas como si fueras en un autobús de Alsa por España. Lo que no os recomiendo es subir a los taxi bus africanos. No son más que una furgoneta.bus con plazas para algo menos de veinte personas bien amontonadas. Los había algo más cuidados, pero no me subí ni loca. Mi chico quería probarlos. Vuelvo a decir que los hombres no saben lo que hacen. Fijo que cogías una peste allí dentro en un espacio de gente amontonada.

Fue una pena que el tiempo no estuviera para disfrutar las playas. Vimos unas playas kilométricas, rodeadas de vegetación. Detrás de la vegetación está el desierto más desierto que te puedes imaginar.

Os recomiendo visitar Madagascar, sobre todo el sur. La gente es pobre y les viene muy bien el dinero de los turistas extranjeros. Lo mejor que puedes hacer por ellos es ir a consumir en sus pequeños negocios. Es una zona donde no hay luz eléctrica ni agua potable en muchos pueblos. Por cierto, vimos una cordillera arenisca que me recordó el Gran Cañón de Colorado.



2

Nos alojamos en la Casa de Díaz en Samos, Lugo, el año pasado, cuando a mi marido le dio por hacer un par de tramos del Camino de Santiago. Este pequeño hotel rural está a sólo 200 metros de la ruta jacobea. Como muchos pequeños hoteles rurales de Galicia, no ofrece otra cosa que no sea una cama más o menos cómoda y un buen desayuno que te hace recordar los desayunos sanos de la casa de nuestros abuelos.

Yo estaba que no podía más cuando llegue. El primer día ni miré lo que había o dejaba de haber. Estaba para el arrastre. Hacer el Camino de Santiago no es para débiles. Fue a la mañana siguiente cuando me fijé en los muebles procedentes de la antigua curtiduría familiar. Nuestra habitación estaba en el piso de arriba. Era una habitación amplia, forrada de piedra y con unas flores silvestres en las mesillas de noche que me habían hecho estornudar por la mañana. Le reñí a mi marido por no haberlas quitado. Sabe que odio las flores en la habitación. Después de tirar las flores en una papelera, me asomé a la ventana y descubrí unas preciosas vistas a los prados verdes de la Ribeira Sacra. Por las vistas ya vale la pena alojarse en la Casa de Díaz en Samos, Lugo.

También os la recomiendo por su precioso jardín, por una piscina bien limpia y un palomar que mantuvo entretenidas a mis hijas. ¿Y qué decir del estanque para patos? Entre las palomas y los patos mis niñas encontraron un motivo para convencernos de que había que estar más días. Teníamos reserva para dos días y acabamos pasando cinco días. A mí no me apetecía seguir andando por la ruta jacobea. Era más placentero estar en la Casa de Díaz en Samos, Lugo. Mi marido se dejó convencer. Enseñarles a las niñas las dos lareiras, el horno antiguo en el que se habían cocinado panes y el cruceiro de la entrada.

Os recomiendo la Casa de Díaz en Samos, Lugo, para pasar unos días en el campo gallego. Es una casa bastante tranquila pese a ser un alojamiento habitual de peregrinos. Se come bien. Nunca olvidaré el pan de peso, los choricillos, chicharrones y la bollería con zumo de naranja recién exprimido. Los desayunos te dejan sin hambre para el resto del día.



3

En el País Vasco también hay castillos, pensé, cuando llegamos al Castillo El Collado en Laguardia, Álava, un pequeño hotel rural en el que mi chico había reservado para pasar un fin de semana. Me gustó mucho esta casa señorial de principios del siglo XX. Es una buena imitación de una torre medieval. Al final acaba siendo mejor la copia que el original. Es una pena que el arquitecto no esté vivo para poder contratarle la construcción de un castillo similar en el terrenito que tengo en Galicia.

Mis hijas estaban encantadas. No era para menos. Mirabas el edificio y parecía que iba a salir Blancanieves a darte la bienvenida. Tiene todo el aspecto de un pequeño castillo de cuento de niños. Por dentro tampoco defrauda ni en decoración ni en servicios. Además del comedor cuenta con un pub para tomar una copa sin niños.

Os lo recomiendo. La única desventaja que le encuentro es su tamaño. Sus ocho habitaciones dan para poco. Estás como en familia. Nosotros estábamos en dos de ellas y las otras seis estaban ocupadas por una familia que celebraba las bodas de plata de los padres. Me sentí como si estuviera con mis primos mayores.

Volveremos a este Castillo El Collado en Laguardia, Álava. Las dos habitaciones que nos dieron eran de ensueño, sobre todo la nuestra. Era amplia, espaciosa, luminosa, bien limpia y del cuarto de baño ya no os hablo porque no tengo palabras para hablar de tanto mármol y de tanta modernidad. Los azulejos pasaban del blanco habitual a los estampados que hay en los azulejos andaluces. la bañera hacía maravillas en tu cuerpo con los chorros de agua. Yo no hubiera salido del cuarto de baño en todo el día si no tuviera dos hijas a las que atender. Te empezabas a aplicar cremas, a mirarte en el espejo y te sentías una princesa a punto de bajar al salón del castillo para la fiesta de su puesta de largo. Os recomiendo el Castillo El Collado en Laguardia, Álava. Es un alojamiento rural perfecto.



4

Mas de Pau en Penàguila, Alicante es un hotelito rural que no te deja indiferente. Cuando llegas y ves aquella masía en lo alto del monte tienes una sensación de confusión. ¿Una masía? me pregunté yo. Mi chico decía que era una masía, pero a mí me parecía un edificio de arquitectura rara propio de unos años del siglo XIX en los que los arquitectos no sabían muy bien si hacer líneas rectas en las paredes o volver a las paredes recargadas. En el caso de la masía Mas de Pau en Penàguila, Alicante, primó el sentido práctico y huyeron de ornamentos innecesarios.

Este hotelito rural está en pleno Valle de Paniagua. Es un valle con almendros, olivos y ramblas. Me llamó la atención el buen aspecto de los olivos. parecían olivos andaluces. No sólo está el Mas de Pau en Penàguila, hay otro edificio para celebración de eventos, fiestas, conferencias y seminarios. Cuando estuvimos nosotros por allí había un seminario sobre filosofía al que asistió mi marido.

Mientras mi chico estaba filosofando en el seminario pude disfrutar las bonitas vistas que había desde la terraza. No hay nada que me relaje más que no hacer nada. Me siento contemplando el paisaje como la Eva del paraíso perdido. En la habitación poco me podía relajar: era diminuta.

Por suerte cogimos tres habitaciones. Acabamos metiendo a las dos niñas en una y yendo cada uno a la suya. Si nos hubiéramos quedado mi chico y yo durmiendo en una habitación hubiera habido un divorcio fijo. Yo necesito espacio. En mi habitación apenas me cabían las maletas. Tuve que dejar una en la de mi chico. Pero lo pasaron mis hijas en su habitación de la bajo cubierta, es decir, de la segunda planta. En esta última planta las habitaciones eran todavía más diminutas. Habían aprovechado todos los rincones para hacer compartimentos para los huéspedes. Aquello era un ejemplo de lo que pude hacer una cabeza capitalista para ganar dinero.

Lo mejor del Mas de Pau en Penàguila, Alicante, es que te queda cerca de Alcoy. Yo aproveché para ir de compras. Lo que me fastidió bastante es que coincidimos con la famosa fiesta de moros y cristianos que se celebra en Alcoy. No me gusta nada. Defiendo la paz entre las distintas culturas. ¿Qué es eso de moros y cristianos? Todos somos personas.

A mi marido le sobró tiempo de su seminario de filosofía para venir con nosotras andando hasta unas ruinas que quería ver nuestra niña grande. Eran los restos del castillo El Portalet. Me dio pena el castillo caído. Deberían pedir dinero a la Unión Europea para levantarlo en todo su esplendor pasado.

Os recomiendo Mas de Pau en Penàguila, Alicante, pese a la pequeñez de sus habitaciones. Es un alojamiento tranquilo. Perfecto para vacaciones de singels. Las habitaciones son ideales para una persona que viaje sola y que no necesite mucho espacio.

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