Saturday, July 20, 2019

Mis vacaciones más caras



1

Nunca olvidaré mi estancia en Laponia. No quería ir porque es un país muy frío, con mucha nieve. Fui porque mi chico iba a pasar por allí dos semanas y no era cuestión de dejarlo solo tanto tiempo. La lejanía acaba con los matrimonios. Por eso me sumé a su viaje de negocios que acabó en un viaje de placer. Regresamos de Laponia más enamorados. 

En Laponia aprendí a conducir una moto de nieve. Es mucho más fácil que conducir una moto de carretera. También es más segura. Si caes de la moto, caes sobre la nieve y no corres peligro de acabar con los huesos rotos. La nieve amortigua mucho las caídas. 

Estuvimos en Rovaniemi. Allí nos sumamos al Safari de Santa Claus con los socios de mi chico. Nos llevaron a través de un río helado hasta una casita lapona donde había un viejo vestido de Santa Claus. Hicimos un rito en torno a una chimenea. Yo no quería hacerlo. Mi chico me convenció porque sus socios estaban convencidos de que aquello les iba a proporcionar 12 horas de buena suerte. La buena suerte fue para mi chico: cerró el negocio y ganó una pasta. Nos valió, pues, hacer el rito con aquel viejo disfrazado de Santa Claus. 

Después de tanta Santa Claus nos fuimos para Kakslauttanen. Allí mi chico se animó a dirigir un trineo tirado pro perros husky. No creía que los canes le hicieran caso. Daba gusto como tiraban por el trineo bajo las órdenes de mi marido, un hombre que no tiene ninguna mano para los animales. Pasamos unas noches en un complejo de iglúes de hielo y cristal rodeados de pinos nevados. No sé ni como crecían los pinos. Debe ser que no les afecta la nieve. 

Después de tanta ruralidad lapona, pudimos pasar unos días en Helsinki. Lo necesitaba. Pude ir de compras mientras mi chico casi se deja la existencia en una pista de patinaje sobre hielo para impresionar a sus socios. Le costó un día de hospital. Nunca me hace caso. Por lo menos le sirvió para olvidarse de las pistas de patinaje sobre hielo al aire libre que hay en Helsinki. 

Os recomiendo visitar Lapona. Te lo pasarás bien, sobre todo si te gusta la nieve. No debes perderte la Casa de la Ópera en Helsinki. Cuando fuimos nosotros había un organista muy bueno.



2
Me llamó la atención lo bien que funciona el transporte público en San Petersburgo, la segunda ciudad en población de Rusia. Nosotros fuimos hace cosa de un par de años y nos sorprendió. Sigue siendo una ciudad muy soviética en su organización racional, pero le notas un pasado de zares y princesas. 

Sólo pasamos dos días en esta ciudad de más de cinco millones de habitantes y otros tantos millones de habitantes en sus alrededores. Hubiéramos necesitado una semana entera como mínimo para disfrutarla. Menos mal que puedes ir andando a los sitios más turísticos, sobre todo si estás alojada en el centro como era mi caso. 

Estiramos el tiempo para visitar el Museo Hermitage, la catedral de San Isaac, el Palacio Stroganov y aún tuvimos tiempo para darnos un paseo en barcaza por los canales de los ríos Neva Y Moika. Fue un paseo muy romántico. Mi marido decía que no era como en Venecia. Tiene idealizada Venecia. Los canales en San Petersburgo están más limpios que los canales de Venecia. Yo volvería hoy mismo sólo para volver a subirme a aquella barcaza y surcar los canales con la cabeza apoyada en el hombro de mi chico. Estaba en la ciudad de los zares. Me sentí un poco una zarina aún en el trono de las Rusias. Soñar es gratis. 

No sé si hay muchos pobres en San Petersburgo, pero los restaurantes estaban llenos. Si no hacías reserva, no cogías mesa. Mi chico se las ingenió para hacer una reserva online. Tienen una página web en la que hay un listado de restaurantes para hacer las reservas. La comida rusa es rica. Yo dejé que el camarero eligiera por mí en el restaurante al que fuimos y fue un acierto. 

Os recomiendo visitar San Petersburgo. Debes probar su transporte público. En los buses y en el metro hay que hacer muchos transbordos. Mi chico decía que se perdía mucho tiempo. Por eso acabamos cogiendo taxis. No son caros.



3

Nunca olvidaré el viaje que hice a Roma con mi tía abuela y con su hija. Fue inolvidable ir de iglesia en iglesia. Mi tía abuela es muy religiosa. Era su primer viaje a la ciudad eterna y se le hizo pequeño el Vaticano. Quería descubrir todas las iglesias. Casi quedé sin pies andando por la capital de Italia de iglesia en iglesia. 

San Juan de Beltrán, la basílica de San Pedro, San Lorenzo, Santa Cecilia... En una semana recorrimos todos los templos cristianos de Roma y asistimos a alguna misa para que mi tía se diera cuenta de que las misas son iguales en todos los sitios. Cambia el idioma, pero el cura dice lo mismo. Entramos en iglesias de todos tipos: más grandes, más pequeñas, con más ornamento en sus fachadas y en sus interiores, iglesias construidas con líneas clásicas. 

Mi tía no se hartaba de visitar iglesias. Yo estaba volviéndome tarumba con tanta iglesia. No sé como entre su hija y servidora la convencimos para que entrara en el palacio de Venecia, un palacio muy chulo que nos dio un respiro de tanto templo. Una vez que salimos del palacio de Venecia paseamos por las estrechas calles de Roma y encontramos el Panteón. Mi tía no se cansaba de andar. Tuvimos que seguirla por las calles enrevesadas de la ciudad que tiene más iglesias en todo el mundo mundial. La tía sacó su cámara de fotos de usar y tirar y empezó a sacar fotos cuando llegamos a la Piazza Navona. Es muy fan de la película Ángeles y Demonios que se rodó en esta plaza y quería tener unas cuantas fotos para su álbum de señora viajera. Nuestro paseo acabó en la Piazza de la Maddalena. Entramos en un bar y nos dimos un banquete de calamares. Estaban que te chupabas los dedos. Lo peor fue pagar. En Roma está todo por las nubes. Es mejor que te lleves unos bocadillos de casa para no arruinarte. 

Os recomiendo visitar Roma. Es una ciudad perfecta para hacer turismo religioso y no está mal para perderte por sus calles en un turismo de pareja enamorada que suspira por los tiempos del Imperio Romano. Mi favorito es el barrio del Trastevere. Me encanta pasear mezclada con los romanos. Hay una plaza bohemia, con restaurantes y galerías de arte y muchas tiendas. En el viaje con mi tía no fuimos por este barrio. La buena mujer nos marchó todos los días hasta el Vaticano a rezar. Su hija y yo nos entreteníamos haciendo compras en el mercadillo que hacen junto a la estación del tren Termini. Mi prima incluso aprovechó para vender unas pulseritas que hace para redondear sus ingresos. Es una chica muy apañada. Si vas a Roma tampoco debes perderte la isla Tiberina, es una isla muy mona que está en mitad del río Tiber, a la altura de la ciudad.

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