Monday, August 12, 2019

Mis vacaciones chic en verano




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El Hotel Nolinski Evok en París es un hotel estupendo. Sólo por sus vistas a la Torre Eiffel volvería. Fue una estancia muy romántica que mi chico siempre recuerda como de las mejores.

No es un hotel grande. Sólo tiene 59 habitaciones, todas con terrazas. Nuestra habitación era de las más grandes. Yo necesito espacio. El éxito de mi matrimonio se basa en los grandes espacios que compartimos mi chico y servidora. De vivir en una casa pequeña nos hubiéramos divorciado hace mucho tiempo.

El hotel tiene un diseño muy cuidado en su interior. Se nota que han contratado a un diseñador famoso para adecuar el viejo edificio a los tiempos modernos. No faltan comodidades, limpieza, buen hacer por parte de sus empleados. Me llamó la atención el buen francés que tienen sus trabajadores extranjeros. Se nota que contratan lo mejor.

Nos recibieron con una regalo de bienvenida: unas copas de champán con unas flores que nos alegraron el día. Yo pensaba que había sido mi marido el responsable del detalle. Me juró y perjuró que no había pedido flores ni bebida. Eso me hizo temer extras y gastos que no venían a cuenta. Pero decidí alejar mis temores y disfrutar. Las zapatillas que encontré en el cuarto de baño parecían hechas para mis pies. Lo mismo puedo decir del albornoz. Me sentí como en casa.

Os recomiendo este hotel. Es un lujo asomarte a la ventana y ver ante ti la Torre Eiffel. De noche está más bonita que de día. Las luces la hacen parecer maravillosa. En este viaje no fuimos a visitarla. Estaba tan contenta con lo que veía desde la ventana de nuestro cuarto que no quería hacer colas para entrar a la torre más famosa de la capital francesa.

Seguro que volvemos. Llevaremos a las niñas. Quiero que vean el huerto urbano. La mayor está muy interesada en este tipo de huertos. Las dos piscinas del hotel también estaban muy bien. Falta nos hicieron. Hacía una calor horrible. Si no te dabas un chapuzón de vez en cuando parecía que te derretías.



2

No hay cosa que me dé más asco que los platos para compartir. Cuando entré con mi marido en el Restaurante Taizu de Tel Aviv y vi a la gente comiendo en el mismo plato por grupos casi doy la vuelta. No salí porque venía mi chico y es muy contrario a mis ataques de asquito. Mejor ceder que discutir, me dije. Además, siempre podíamos pedir dos platos para compartir pero sin compartir.

Fue lo que hicimos. Pedimos los dos un pollo con mantequilla que llevaba un aderezo de papaya que le daba un toque único. Los postres también estaban muy buenos. Dicen que es el mejor restaurante de Tel Aviv. No digo que no lo sea, pero no acabó de convencerme. Ni siquiera me gustó su decoración. La decoración me pareció de convento con lámparas baratas viejas, mesas de bar y sillas de las que no se te escapa el trasero gracias a sus respaldos circulares. Mi chico decía que todo aquello que estábamos disfrutando era caro. No consiguió que me dejara de sentir como en el bar de un barrio.

Os lo recomiendo. La comida está rica. Pero repito que no me gustan los platos para compartir. Tampoco había tanto para compartir. Yo me comí un plato para dos sola y mi chico igual. Parece que los turistas y los locales comen poco en Israel.

El restaurante estaba hasta los topes. Es muy frecuentado por extranjeros. El ambiente es tranquilo. A la tranquilidad contribuyen los elevados precios. Sólo pueden permitírselo los ricos. Vete con la cartera bien repleta de dinero. Te hará falta. Cobran a lo grande.

Las comidas tienen nombres raros, pero son platos de toda la vida. Ni siquiera unas verduras asiáticas que había en el menú me parecieron raras. Se las vi comer a una vecina de mesa y tenían aspecto de espinacas. Nos hicimos amiga de esa chica. Era francesa. Había pedido un filete de ternera con las verduras asiáticas. Nos dijo que el filete estaba tierno.



3

Estuve en el Sutton Place en Nueva York en un viaje de negocios mío. No siempre es mi marido el que hace negocios. Algunas veces soy yo la que viajo sola para hacerme más rica. Fue casi un acierto alojarme en este hotel. Digo casi porque me sentí un poco sola en un apartamento de grandes dimensiones. Tenía una habitación casi tan grande como un piso de obreros. Me gustó que estuviera pintada de blanco en techos y paredes. Te daba sensación de limpieza.

Limpio estaba muy limpio todo. Al personal de limpieza le había que dar un diez. Casi parecía que estabas en un hotel de cinco estrellas español y no en un hotel del otro lado del charco. Este hotel apartamento fue concebido como si fuera un club. No te deja indiferente.

Yo poco tiempo tuve libre para disfrutar su piscina cubierta. Fui una tarde y me dí un buen chapuzón. Me hacía falta para relajarme. Los tratamientos de belleza que hacen en el Sutton Place en Nueva York eran muy caros para mi bolsillo. Tuve que contentarme con una sesión de piscina. También fui al gimnasio. Me venía incluido en el precio. Todo un detalle. Pero yo no soy muy de gimnasios. Había unas chicas haciendo pesas. Yo no hice pesas. Hice una media hora de bicicleta estática y tuve de sobra. Tampoco hacía falta que quemara muchas calorías porque no estaba comiendo mucho durante mi estancia de mujer de negocios en Nueva York.

Lo que no debes perderte es la zona de cócteles. Haces muchas amistades. Me tomé unas copas mientras le decía a todas las mujeres que estaban a un metro de mí que mi empresa de cosmética tiene lo que necesitan sus pieles. Hice buenas ventas. Incluso dos nuevas amigas se apuntaron a hacerse consultoras de belleza. Todo el mundo necesita un buen trabajo.

Os recomiendo el Sutton Place en Nueva York. Este hotel se ha convertido en un punto de encuentro en el centro de Manhattan. Conoces mucha gente con sólo dejarte caer alguna tarde en su zona de cócteles.

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