Monday, August 26, 2019

Mis vacaciones de verano casi terminado



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Mi chico es un apasionado de la cocina francesa. Nunca pierde la oportunidad de saborear los platos más relevantes de la gastronomía del país vecino. Hasta en Nueva York lo hace. En la Gran Manzana encontró un restaurante que tiene delicias francesas en sus mesas: es el Restaurante Le Coucou.

Este restaurante cuenta en su haber con una estrella Michelín. Supongo que se la habrán dado por su plato de pollo. Todo el mundo pedía el pollo de la casa en el Restaurante Le Coucou en Nueva York. Yo también lo pedí. Me recordó un pollo asado que prepara mi madre. El pollo asado de mi madre también tiene mucho éxito. Pero no es una receta francesa sino española, es una receta de mi madre de toda la vida.

Lo que no me gustó nada fue la velita que ponían en las mesas. Todas las mesas tenían manteles blancos y justo en el medio estaba el portavelas con la velita. Me ponía nerviosa. Le dije al camarero que llevara la vela. No quería retirarla. Decía que el maître quería todas las mesas del restaurante con su velita. Insistí. O retiraba la velita o yo no cenaba. La velita desprendía un olor a cera que me revolvía el estómago.

No miré para el techo para no obsesionarme con las lámparas que me recordaban las velas que les ponen a los santos en las iglesias. Aquel restaurante no era para mi. No sé como aguanté una cena completa. Lo hice por amor. Mi chico disfrutaba con su comida francesa y yo soy una mujer enamorada. Lo comió todo mientras yo miraba aquellas paredes grises adornadas con espejos que te hacían sentir casi en un palacio francés sin muchos lujos.

Os recomiendo el Restaurante Le Coucou en Nueva York. Es el restaurante perfecto para comer comida francesa en Nueva York. Lleva la cartera bien repleta de dólares. No es barato. Pedid la tarta de melocotones. Está deliciosa. Te chupas los dedos.


2

Nuestra estancia en La Casa Vieja en Rugat, Valencia, fue inolvidable. Es una casita perdida en un callejón de Rugat. Parece que estás en la casa de una tía abuela solitaria. El portón estaba tan cerrado que tuvimos que llamar casi a gritos. No había manera de abrirlo. Mis hijas decían que llamábamos a la puerta del castillo. Llamó mi marido. Yo hubiera dado la vuelta para casa. Allí parecía que no nos querían.

Una vez dentro cambié de opinión. La casa es acogedora y muy chula. El salón veraniego con una chimenea de troncos recordaba el invierno. ¿Para qué querían una chimenea en la Comunidad Valenciana? La señora que nos enseñó la casa decía que en invierno hacía frío. No sabía la pobre mujer lo que es el frío. En el salón veraniego nos sirvieron los desayunos y la cena. La comida de mediodía la hicimos los tres días que estuvimos en La Casa Vieja en Rugat, Valencia, fuera. Mi chico quería descubrir buenos restaurantes aprovechando que andaba bien de pasta. El dinero es para disfrutar, según él. Menos mal que su esposa trabaja y ahorra. Nuestras hijas no tendrían herencia de mayores si no fuera por esta madre ahorradora.

La casa no es grande. Sólo tiene cinco habitaciones. Tuvimos la suerte de tener libre para nosotros la suite. Era chulísima. Mis hijas quedaron encantadas con la suite con terraza y chimenea de leña. La señora nos dijo que si queríamos leña nos la proporcionaba. Estábamos casi en verano. Ella parecía no darse cuenta.

Os recomiendo La Casa Vieja en Rugat, Valencia. Es una casa familiar, cálida, tranquila, con habitaciones decoradas con buen gusto. No te aburres en esta casa, sobre todo si te gusta el contacto con la Naturaleza. Nosotros fuimos a pescar. En la zona hay ríos con abundante pesca. En La Casa Vieja en Rugat, Valencia, aceptaron encantado las truchas para su restaurante. ¿Quién no acepta lo que te dan gratis?



3

El Descenso internacional del Sella no es para mí. Una vez y no más Nicolás. Este año probé y pensé que no lo contaba. Fue el 3 de este mes de agosto. Nunca olvidaré el día. Mis hijas estuvieron a punto de quedar huérfanas de madre.

Este año había un hermanamiento del río Sella con el río Lima de Portugal. Cada año hacen un hermanamiento con un río distinto. Esto le da más vidilla a una fiesta que es conocida internacionalmente. Pero, como os decía, es para expertos piragüistas, no para aficionados como yo. Es muy bonito ver el hermanamiento. Izan las banderas, tocan los himnos y empieza el espectáculo. La fiesta es mejor para los mirones que para los que participan, sobre todo para los que no saben donde se meten, como fue mi caso.

Este año 2019 había 1360 participantes. Me vi en medio de una multitud de piraguas con piragüistas dispuestos a ganar algo. Yo no quería ganar nada. Debía ser la única que lo único que quería era dar un paseo por el río en compañía de la multitud. Os aseguro que da miedo ver las piraguas en acción desde el río.

No todos los participantes eran jóvenes. Los más mayores tenían 82 y 70 años. Eran dos piragüistas sudafricanos que venían a recordar su juventud. Hacía cincuenta años que habían ganado el Descenso internacional del Sella. Si sólo compitieran conmigo este año hubieran vuelto a ganar. Yo no era competencia para ellos.

Os recomiendo ir a ver el Descenso internacional del Sella, pero sólo ir a mirar. Meterte en una piragua es de locos. No lo hagas. Yo no pienso volver a repetir la experiencia. Este evento triunfa casi más fuera de nuestras fronteras que dentro. Este año había 810 embarcaciones en un río estrecho. la carrera es de unos 20 kilómetros. Dicen que es poco trecho. A mí me sobro. Cuando me vi fuera del río no creía mi suerte. Abracé a mi chico como si hubiera resucitado. Lo pasé fatal dentro del río con mi piragua que iba lenta lentísima. Pero no llegué la última. No tuve ese honor.

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